viernes, 27 de abril de 2018

El viejo Greensleeves

Fotografía de Vaneessa Molina Benítez


De repente, la fachada del hospital 
de Santo Tomás verdea de musgo. 
Florecen las piedras achacosas, 
las vidrieras ciegas, las ventanas mudas. 
¡El viejo Greensleeves

Bastan una guitarra tañida con el higado 
y una flauta besada por el viento canoso
de la tarde que muere. 
El edificio rejuvenece, su invierno 
de cinco siglos se llama otra vez primavera. 
La música, de otro tiempo, detiene el paso 
de los viajeros de este otro tiempo, 
justo en el instante en que el sol se transmuta 
en queso y se funde sobre los aleros de los edificios. 
El viejo Greensleeves, que huele y sabe a siglo XVI.

Seguro que has vivido este mismo momento 
en otro espacio, en otro tiempo, 
florecida la muerte de otras piedras, 
otras vidrieras, otras ventanas. 
Pero a fin de cuentas, los mismos 
tres minutos eternos de esta anochecida, 
a la vez virgen y eterna. 
Insomne en su inminencia de sentencia.

Es el murmullo lejano de una vida que late entre grietas. 





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