Blog personal de Alejandro Castroguer

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lunes, 9 de agosto de 2021

Tiempo de amor y mar

 

Título: TIEMPO DE AMOR Y MAR

Autor: Francisco Álvarez Velasco 

Año: 2021

Editorial: Eolas Ediciones

Páginas: 126

 

Texto de contraportada: En el título, Tiempo de amor y mar, Francisco Álvarez Velasco resume los temas que le han venido obsesionando en todos sus libros: la fugacidad de la existencia, el amor tanto carnal como platónico, la muerte («la mar, que es el morir») y el diálogo con la naturaleza. Temas todos ellos que el poeta aborda desde la perspectiva de la niñez, por eso una parte se titula «Jardín de infancia», o desde el tiempo de la escritura del libro.

 

Y aceptación de la realidad existencial: «La vida es como es / y no vienen al caso / los empeños del hombre. / [En cambio, de la muerte / nunca se sabe / porque nadie ha vuelto, / excepto el hermano de María y de Marta / y aquel de Nazaret, al cabo de tres días, / pero nada dijeron]».

 

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https://www.eolasediciones.es/catalogo/coleccion-leteo/tiempo-de-amor-y-mar/

 

 


 

(El mérito de todo el texto en cursiva presente en esta reseña es del poeta.)

El nuevo poemario de Francisco Álvarez Velasco (Cimanes del Tejar, León, 1940) acaba con un atardecer de oro, atardecer que antecede a los recuerdos y al mismísimo final del libro porque la vida se termina en un silencio, afirmación que en sí misma parece una obviedad, pero el poeta añade en el siguiente verso, con certero juicio, un silencio como de pozo seco, / como una piedra que nunca ha movido nadie, señalando al escenario –ya sea el de los recuerdos, el de la infancia, el de la ausencia y el de la eterna naturaleza, todos aquí presentes– como fedatarios de una despedida encubierta de poemario; y es que es eso justamente “Tiempo de amor y mar”, casi una prórroga, la inminencia del adiós.

Desde el primero de los poemas, nombrado “Las dos orillas”, hasta el último de ellos, titulado “Final”, se extiende todo un mundo por el que rezar, soñar, una comarca a la que escuchar en silencio, como hay que escuchar a muchas de sus casas, silenciosas custodias de otras épocas. En el anteriormente referido “Las dos orillas” ya está presente el final, el final latente ya el mismísimo principio:

Mejor, vuelve al principio

–aquel buen territorio

cuando empezó la vida–.

Vuelve a los álamos,

junto a la fuente fría;

al crepitar ardiente del centeno,

a los ojos aquellos que miraban

y miraban atentos

debajo de los puentes

cómo el agua corría,

                                    limpia y clara,

en su eterno pasar.

 

Eterno retorno, casi al modo de las “Variaciones Goldberg” de Bach: es fácil imaginar a Cecilio Testón, a tenor de lo dicho en el poema “La violencia de las horas”, escuchando esta música y estos versos u otros del autor de “Gregor Samsa frente a la ventana”, y nosotros escuchándolo todo como el pintor asturiano. Eterno discurrir el de estos versos en busca de la verdad existente más allá de las palabras, del agua en busca de la mar y del amor en pos de la memoria. Porque el amor y la mar –cuando no la mera reminiscencia de ellos– domestican el mundo, lo hacen habitable, porque de eso escribe el poeta, de este tiempo/territorio que es, a un mismo tiempo, amor y mar, alfa y omega, principio y fin, desgaste, demolición, vida. 

De una parte está el amor, que tiene valor de oro/, de plata o de acero y que inhibe el silencio, la seca soledad, o tiende todos los puentes de la vida y no se olvida de las manos, los labios, la lengua  porque la piel de la persona es mapa de olvido, esencialmente un amor hecho de ojos  pero también hecho de tarde, de las sombras de la noche . Por eso Álvarez Velasco pide Dame tu noche de coral y sombras a alguien que le conoce bien, solos tú y yo y el fuego fundidos contra el mundo, sabedor que esa máxima que afirma que del todo no se van los bienamados.

De otra parte, la mar y su ansiedad insaciable con sus gaviotas y sus chillidos salvajes en la noche, erizada de perros viejos y algas podridas. La mar como heraldo que a veces me está llamando a voces y que el poeta en ocasiones no entiende, o finge no entenderla, Dime, oh mar, dime qué me estás diciendo. La mar como destino del que es posible que llegue al buzón una postal de ultramar con palomas, violetas y un te quiero. Como espejo de lo que sucede tierra adentro, la mar centenal de las espigas. Como norte de ese juego infantil de vaciar toda la mar en un pozo. Sea como fuere, siempre la mar lejana, la mar amarga.

Francisco Álvarez Velasco, ganador entre otros del IX Premio Internacional de Poesía "Antonio Machado en Baeza", del Premio de la Crítica de Asturias 2005, Premio Jaén de poesía 2015 y Premio de la Crítica de Asturias, regresa al eatro literario tras su novela “Incursión del demonio meridiano” con un nuevo poemario donde retoma muchos de los temas que le son queridos y que ya poblaban “Noche” o “Memoria de la sombra”, donde habita el silencio del mundo, o se revuelve el tiempo en remolinos, donde es posible oír gota a gota los andares del tiempo” con la certeza de que este tiempo no es tuyo y de que nadie me abre la puerta de la casa del olvido.

Señalar que uno de los poemas más demoledores y menos ambiguos es “La violencia de las horas”, doloroso rosario de pérdidas; que permanece latente la ausencia de la madre del autor en “2 de noviembre” y en “Hoja de otoño”, y que, además, hay incluso ocasión para reivindicar el país de la infancia, la de los que lo tienen todo y también la de de esos niños Jesús que fueron nacidos en pateras. 

Pidiendo al amor, al tiempo, a Dios –llámalo como quierasque nos guarde al poeta de Cimanes del Tejar muchos años y muchos poemas más, a modo de corolario dejo este poema sin nombre, que dice así:

¿Durar como la piedra?

Mejor, mucho mejor,

morir como el adobe

que el aire, el agua, el sol

y el tiempo desordenan

en barro,

en limo,

en paja.

  

Al cabo de la segunda lectura, no es apresurado decir que“Tiempo de amor y mar” es una lectura tan gozosa como bellamente dolorosa. 

                                                                Palabra del perro de Amadeus.