Blog personal de Alejandro Castroguer

En este blog podrás estar al tanto de las noticias que generen las novelas "GLENN" (Premio Jaén de Novela 2015), "LA GUERRA DE LA DOBLE MUERTE", "EL ÚLTIMO REFUGIO", "EL MANANTIAL" y "HOLMES Y EL CASO DE LOS OCHO ESTÓMAGOS", y las antologías "Vintage'62: Marilyn y otros monstruos" y "Vintage'63: J.F.K. y otros monstruos" entre otras. Además, es lugar de encuentro para amantes del cine, la literatura, la buena música y las aventuras del Rey Mono.

sábado, 9 de octubre de 2021

Un trébol de cuatro hojas

Las aulas de un colegio, instituto o universidad conforman un ecosistema similar al de nuestra oficina, al del bloque de viviendas donde vivimos o al de nuestra familia, grupo de amigos, club de lectura o cofradía. Y en todos los ecosistemas existen laberintos, atajos que no conducen a ninguna parte, y únicamente un camino verdadero. Gente que suma y gente que resta. Náufragos y cicerones. Faros y farallones.

Pues bien, en las (boscosas) aulas hay profesores, que suman una inmensa mayoría, y maestros, los menos. Entre ellos no hay confusión posible: unos fichan y miran el reloj cada poco tiempo mientras que los otros viven por y para enseñar, casi se dejan el pellejo y las horas de ocio en una labor diaria, anual, vital. Ni sentencio a unos ni absuelvo a otros, simplemente los describo. Los profesores son eso, simplemente profesores, labor por otra parte encomiable. Pero los maestros son otra cosa; infrecuentes como tréboles de 4 hojas, son sabios con almas jóvenes, niños en cuerpos de adultos. Puro abono para el futuro.

Hoy recuerdo a uno de los míos: se llamaba Luis Díez Jiménez. Mejor dicho, don Luis.

Luis Díez Jiménez
Luis Díez Jiménez

No todo el mundo tiene la suerte de tropezarse a un maestro. Pues bien, sin merecerlo, tuve la fortuna de encontrar un trébol de cuatro hojas cuando gastaba catorce años y estudiaba primero de BUP. El destino quiso que nuestros caminos se cruzasen rápida, fugazmente. Corría el año 1985, creo. Don Luis Díez Jiménez enseñaba Ciencias Sociales en el instituto de Martiricos (Málaga) y yo iba a ser uno de sus alumnos. Aplicado, sí. Enamorado de su forma de enseñar, también. Agradecido, por supuesto.
 
Disfrutaba como un niño, no yo, él, don Luis. Recuerdo que sus clases eran amenas, que le encantaban los nombres científicos de animales y plantas y que sonreía cuando alguno nos sonaba a palabrota u obscenidad; cosas de maestro, que se mira en el espejo virgen de sus alumnos. Recuerdo que sus exámenes eran de lo más original: nos reunía al fondo del aula, unos al lado de los otros, y disparaba una pregunta al primero de la fila, y si éste desconocía la respuesta, corría el turno y el segundo disfrutaba de su oportunidad. Recuerdo que era una suerte de "pasopalabra" en el que uno podía ascender puestos y perderlos si contestaba con acierto o con ninguno a sus cuestiones; así nos evaluaba, porque no le daba gana hacer exámenes a la clásica y vieja usanza. Recuerdo que bromeaba diciendo que los últimos cinco de la fila suspenderían, amenzaba que por otra parte nunca consumó porque todos teníamos garantizado el aprobado prestándole la atención debida y entendiendo que las Ciencias Sociales son parte de nuestra vida y entorno, simplemente con eso, que no es poco en una clase de un instituto.

De don Luis me llevé el recuerdo imperecedero (recuerdo al cuadrado, al cubo y a la enésima potencia), también la sonrisa cada vez que me acuerdo de él o me lo recuerdan, y la inclusión en el listado que de cada curso elaboraba con los alumnos más aplicados. Porque sí, don Luis premiaba a los primeros de aquella suerte de "pasopalabra", a los aventajados en aquellos exámenes orales y descojonantes, con un galardón único: ser incluidos en aquellos listados. Pues bien, junto a mi hermano Antonio aparezco en el curso de 1985.
 
Valga este pequeño texto para recordar a un hombre eminentemente bueno, honesto. A un verdadero maestro. A uno de mis tréboles de cuatro hojas.

Uno de sus bestseller
 
Os dejo, a modo de conclusión, una breve biografía hallada en internet: 
 
Luis Díez Jiménez nació en Madrid en 1920. Cursó la carrera de Ciencias Naturales y se doctoró en la Universidad Central. Fue número uno en las oposiciones a profesor adjunto y número dos en las de cátedra. Ha impartido clases en Aranda de Duero y desde 1948 en institutos de Jaén y Málaga como catedrático.Ha escrito numerosos artículos científicos y periodísticos. 
El gran salto a la fama se lo proporcionó su Antología del disparate, que fue best seller durante mucho tiempo. Tiene publicados además Segunda antología del disparate, Nueva antología del disparate, Disparates en la transición (con prólogo de Camilo José Cela), Diccionario del español eurogilipuertas, Historia de 'este país' (de la Dama de Elche a Felipe González) y Formi, aventuras de una hormiga
Falleció en 2007 en Málaga, donde fue enterrado.