Blog personal de Alejandro Castroguer

En este blog podrás estar al tanto de las noticias que generen las novelas "GLENN" (Premio Jaén de Novela 2015), "LA GUERRA DE LA DOBLE MUERTE", "EL ÚLTIMO REFUGIO", "EL MANANTIAL" y "HOLMES Y EL CASO DE LOS OCHO ESTÓMAGOS", y las antologías "Vintage'62: Marilyn y otros monstruos" y "Vintage'63: J.F.K. y otros monstruos" entre otras. Además, es lugar de encuentro para amantes del cine, la literatura, la buena música y las aventuras del Rey Mono.

martes, 25 de febrero de 2020

Cosas de Guadromal y el demonio meridiano



Título: Incursión y muerte del demonio meridiano
Autor: Francisco Álvarez Velasco
Año: 2020
Editorial: Eolas Ediciones
Páginas: 156

«Francisco Álvarez Velasco asume, en este libro emocionante, melancólico y divertido, su personal aportación a las desapariciones y a la reclamación de tantas pérdidas como en su propia vida lleva constatadas, una conciencia de lo que se fue y de la que apenas queda, más allá de lo imaginario y como él señala: polvo, sombra, nada» (Fragmento del pórtico escrito por Luis Mateo Díez)

Foto del autor, obra de Juan Plaza (para La Nueva España)

Al empezar la reseña de esta nueva obra de Francisco Álvarez Velasco (Cimanes del Tejar, León, 1940) es inevitable no referirse a las palabras que la encabezan, y que dicen: “Si nadie recuerda su nombre, los pueblos que murieron para siempre son polvo, sombra, nada.” Porque de alguna manera resumen el sentir de la obra y sirven de brújula al empeño literario de su autor. Y es que el pueblo de Guadromal y toda la ribera del Oribe viven por y gracias a estos dieciséis cuentos que los recuerdan, que los fijan en la memoria del lector, o cuando menos en los párrafos que justifican su existencia.
Si la publicación acaba con un glosario de personajes humanos y de personajes animales, un índice toponímico y un vocabulario de palabras perdidas y voces en desuso, no es por un capricho de Álvarez Velasco, sino porque es su intención que estos escenarios imaginarios, igual que si fuesen verdaderos, sirvan de recuerdo, memoria y homenaje a todos aquellos pueblos y sus habitantes de los que nadie recuerda nada. Ese polvo, esa sombra, esa nada de los que hablaba con anterioridad.
Y con este ejercicio de memoria, los relatos se construyen en torno a los muy variados personajes, animales y humanos, que pueblan Guadromal, así como todos los escenarios que les prestan sustento. Ahí están el burrero Bernabé, que lanza piedras al río para ver cómo rebotan contra su superficie; la dueña de la fonda, de nombre Concha la Plexiglasa, que se enamora de todos los forasteros y cambia a unos por otros; Paulina la Sibila Estilita, que cuenta las historias que a su vez le contaron los viajeros y que acaba convertida en un remedo de santa; la pastora Auristela, que conoce el valor de cada tipo de planta y que es engañada por un veterinario, de nombre Capistrano, que aparece por Guadromal y que desaparece cuando ella le pide casamiento; el pastor Tano, valiente como él solo, pues es el único que es capaz de enfrentarse al demonio meridiano; el escribiente Tirso y su esposa Saturna, que se topan de bruces con la desgracia y la sinrazón; el sordomudo Macario que, pese a su sordera y su mudez, sube a la Cueva de la Loba Parda a gritar todos los ruidos malos; don Heriberto, hijo de la marquesa, a quien condena su gusto por las faldas; el párroco don Olimpio, que es de buen comer; el joven Mauricio, a la sazón narrador de alguna de estas historias, y que se enamorisca de Rosendina, quien a su vez es capaz de memorizar el nombre de los ochenta jilgueros; y así un larguísimo etcétera.
A éstos hay que sumar la presencia de los hermanos animales: la gata Zapaquilda, que es testigo de los encuentros amorosos entre la Plexiglasa y los forasteros; las cabras Blanquerna y Galatea, los mastines Gandul y León, la vaca Primavera, la perra Lola… Y sirviendo de cimiento a tanto recuerdo, los escenarios, otros personajes más; los ya citados, el pueblo de Guadromal y la ribera del río Oribe o la Cueva de la Loba Parda, también la Cuesta del Carcavón, la Fuente de la Seda y la Fuente de Miruete, Peñaúbre, el puente romano de las Mesturias, el monte Teleno,…
Todos los personajes y todas las localizaciones, cada una de sus historias que, a su vez, son parte de las historias de otros lugareños, todo el conjunto teje la esencia de este rincón imaginario que, gracias a la labor literaria de Francisco Álvarez Velasco, vive en la memoria de los lectores, vive, late, respira en mitad de una naturaleza que siempre está presente, acechante, vigilante.
Resumiendo, Guadromal y todas sus historias son un eco de los cientos, miles de pueblos perdidos para siempre que, por una causa o por otra, ahora son “polvo, sombra, nada”. Una lectura para reconciliarte con la vida. 

lunes, 24 de febrero de 2020

Prospect Park, lo nuevo de Hilario Barrero



Título: PROSPECT PARK
Autor: Hilario Barrero
Editorial: Renacimiento
Año: 2019
Páginas: 241

Extracto del texto de la contraportada, que firma José Luis García Martín: "Buena parte del atractivo de los diarios de Hilario Barrero tiene que ver con el escenario en que transcurre la vida cotidiana del autor, Brooklyn, ese distrito de Nueva York que es un mundo en sí mismo, o mejor, una colección de mundos. Y nadie como el poeta, traductor y fotógrafo Hilario Barrero para hacernos de guía en todos ellos. Brooklyn es el punto de partida y de llegada del continuo ir y venir de su autor. Son los suyos viajes en el espacio y en el tiempo, al Toledo de su infancia y a la España de hoy, a la música y a la literatura, al amor constante y al incansable ejercicio de la amistad." 



"Uno empieza el año como siempre: acostumbrándose a cambiar el último número del año, siguiendo con la traducción del libro de poesía, sintiendo la delicadeza del ritmo, la ironía del poeta, la prodigiosa maestría." Así empieza la nueva publicación de Hilario Barrero.

Desde hace tiempo, el poeta y profesor Hilario Barrero nos tiene tan acostumbrados a sus poemarios como a sus diarios, y casi con metronómica frecuencia nos regala una nueva entrega de los mismos. En este ocasión se trata de los diarios correspondientes a los años 2014 y 2015. Otra vez aquí, igual que en diarios anteriores, Barrero se convierte en ese poeta que no descansa, en ese escritor de cotidianeidades siempre alerta, en el fedatario perfecto de cuanto ocurre a su alrededor. Nada escapa su lúcido y tierno análisis. Visiones, encuentros, texturas, despedidas, reflexiones vitales, olores y colores, sonidos, el mismo latido de la ciudad, el sueño de la naturaleza, la luz.

En las páginas de PROSPECT PARK el lector encontrará de todo, como en botica. En ellas, muerde el invierno con su heraldo más feroz: “Hace tan frío que la sombra se congela en las aceras sobre la armadura gris del sol.” Bajan tanto las temperaturas en Nueva York que “El viento desnudo tiene miedo de doblar una esquina y morirse de frío.” Ya sea con palabras, como en el caso de este diario, o con su inefable cámara fotográfica, siempre hay un momento para retratar el invierno de la manera más hermosa: “Una mañana, cuando el sol avanzó entre las trincheras minadas y el agua supo que era agua, las campanas de las viejas catedrales comenzaron a tocar a deshielo.” 

Como justo contrapeso a tanto mordisco gélido, era previsible que ardiese el más cálido de los ungüentos, aunque para ello vayamos desnudos: “Amarse es mirarse con la desnudez de la vida y el temor de la muerte”. Barrero redobla la imagen muchas páginas más adelante: amar es “desnudarse del ruido de la calle, entrar en el silencio de una alcoba y dejar la ropa a los pies como animales desgastados”. 

Entre uno y otro, entre el frío y el amor, el invierno y el verano de la pasión, fluye el curso del tiempo y su consecuencia. Para el poeta la vejez es “una lluvia tenaz y avariciosa, va borrando, con su lengua de trapo, nuestras miradas”. Recuerdo ahora la escena en el despacho donde uno hace o rectifica el testamento: “¡Hay que ver cómo pasa el tiempo!”, exclama ese abogado al que se recurre cuando uno hace testamento y que más “parece un padre de la Iglesia o un filósofo”. Y remata con un inevitable “Y parece que fue ayer”. El paso del tiempo es ese abogado que “tacha en los testamentos los nombres a los que queríamos recordar cuando nos muriéramos y que o se han muerto ellos para siempre o se han perdido o se han olvidado de nosotros”, “esos nombres que hace quince años eran parte de nuestras vidas y ahora son una tachadura en una hoja de papel”.

Y como lenitivo a tanta vida y a tanta muerte, la música, no sólo la de los versos de otros poetas, sino la que duerme dentro de los instrumentos de una orquesta o la que despierta dentro de los viejos elepés y los nuevos cedés. Ahí están los más variados y preciados bálsamos: el “Concierto nº 5 para violín” y el “Cosi fan tutte” de con su sedoso terceto “Soave il vento” de W. A. Mozart; la retransmisión de “La Walkyria” de Richard Wagner desde Bayreuth; el “Concierto de chelo” y la “Sinfonía nº 7” de Antonin Dvorak; las “Sinfonía nº 3” y “Sinfonía nº 4” de Johannes Brahms; también la voz de Montserrat Caballé. Pero sobre todo late el amor a la obra de Johann Sebastian Bach: el amor, el paso del tiempo, todos los veranos y todos los inviernos dormidos en las Cantatas que escribió para la liturgia cristiana o en las suites de chelo que redactó para los músicos y oyentes del futuro. 

PROSPECT PARK es un libro al que hay que dedicarle tiempo, y no porque sea abstruso o laberíntico; hay que sentarse con él como te sientas a ver la danza las palomas del parque o las carreras de un perro tras un palo, con todo el tiempo del mundo para, de este modo, acertar a ver toda esa claridad que amanece en cada uno de sus párrafos. En definitiva, lo nuevo de Hilario Barrero es un deleite para los sentidos, del que esta reseña es apenas un pálido reflejo. 

A modo de despedida os dejo el párrafo final, así acaba la obra: "Unos petrados tardíos, como la ráfaga de una metralleta, resuenan en el silencio festivo de la madrugada. y el diarista, con esa sequedad y melancolía que da el champán, cierra su diario y se va a dormir, donde le espera el otro diario: pasión de vida."

Nos leemos en el siguiente poemario o diario del maestro Barrero. Hasta entonces. 

domingo, 16 de febrero de 2020

Vida oculta e invisible


Título: VIDA OCULTA
Título original: A Hidden Life 
Dirección: Terrence Malick
 

Año: 2019
Duración: 180 min.

Guion: Terrence Malick
Música: James Newton Howard
Fotografía: Jörg Widmer
 

Reparto: August Diehl, Matthias Schoenaerts, Valerie Pachner, Michael Nyqvist, Jürgen Prochnow, Bruno Ganz, Martin Wuttke,...

Sinopsis (extractada de Filmaffinity): Franz y Fani Jägerstätter son un feliz matrimonio que vive con sus tres hijas en su granja alpina en Sankt Radegund, Austria. Son campesinos, viven y trabajan rodeados de un impresionante paisaje montañés. 





Si el último film de Terrence Malick acaba con la siguiente cita de Mary Ann Evans (su pseudónimo era George Eliot) (…) que el bien siga creciendo en el mundo depende en parte de actos no históricos; y que las cosas no vayan tan mal entre nosotros como podría haber sido se debe en parte a aquellos que vivieron fielmente una vida oculta y descansan en tumbas que nadie visita”, esta reseña empieza con ella. Y empieza así, con estas palabras, porque no hay mejor definición de cuanto ocurre frente al espectador: hay detalles ocultos, cuando no abiertamente invisibles, que a gran parte del público se le escapa entre los dedos.

Vaya por delante que el tema del nazismo me cansa y me aburre desde el estreno de “La lista de Schindler” de Spielberg, panfleto prosionista donde los haya. Y es que es un tema peliagudo donde los equilibrios son casi imposibles. Que aquello fue un horror, nadie lo pone en duda; que los nazis mostraron al mundo lo peor del ser humano, es una obviedad. Pero volver una y otra vez sobre el tema, a mí personalmente me hastía... salvo en contadas excepciones. Pues bien, el pasado jueves fue una de esas excepciones: vencí la pereza y me acerqué al cine a ver la enésima película sobre el holocausto nazi. 

 
Y lo hice porque Terrence Malick la firmaba, sólo por eso. Desde hace mucho tiempo sigo la carrera de este director que, con sus altos (grandiosos) y sus bajos (casi de vergüenza ajena), es uno de los artistas más inconfundibles de la actualidad. Aquí, a diferencia de otras películas que han tratado el tema en cuestión, no duele la violencia, la maldad, la vesania de unos y de otros; no duelen ni los golpes de los soldados ni los desprecios de los conciudadanos; no duelen las vejaciones, las bromas a costa de los presos, tampoco las piedras que los niños del pueblo Sankt Radegund arrojan a las hijas de Franz y Fanny. Y no duelen, no porque no sea doloroso y hasta angustioso todo lo que sucede alrededor de la familia (que lo es, y mucho), sino porque lo que en verdad hace daño es todo lo contrario. 

Duele la infinita belleza de las praderas, verde esmeralda, de los Alpes austríacos. Duele el imponente silencio de las colosales montañas. También ese cielo infinito aborregado de nubes o enladrillado de tormentas. La inminencia del trueno. La mansedumbre de los ríos y el suicidio de la cascada. El mar de trigo, las espigas a punto, la mala hierba que crece por todas partes, las patatas bajo tierra. Los caminos en mitad del bosque, la senectud de los árboles, el altruismo de los manzanos en flor. El sol que agoniza y sacraliza todo cuanto roza. Lo que habita, oculto, bajo todo esta magnificencia natural.



Pero el dolor siempre es capaz de reafirmarse, máxime si quien lo filma es el señor Malick. Además de los escenarios naturales, duelen el interior de las casas, la madera sin desbastar o ya desbastada, la geografía de sus vetas, cada uno de los años que fueron necesarios para producirla. Duelen los cuadros religiosos que señalan el hogar de la familia Jägerstätter. Las puertas que no contienen la maldad. La mesa lista para el almuerzo. Las inmensas bibliotecas en manos de los verdugos, ya sean éstos los sacerdotes que consienten o los soldados que ejecutan. Las rejas que cuadriculan la luz que se descuelgan hasta las celdas.

Duele, cómo no, la música de Ärvo Part, la de Henry Gorecki, la de Bach. Duele la música, pero también el silencio y todo lo que lo subraya como necesario: el canto de los pájaros, la salmodia de las campanas de St. Valentin en Seis am Schlern, el molino asmático, el cacareo del gallo, el tintineo de la bicicleta del cartero, la cuchillada de la guadaña,...

Y por debajo de todo lo oculto, como cimientos del mismo, bulle todo el dolor invisible para quienes no saben o no quieren ver. Por debajo, ellos, nuestros hermanos los animales, los condenados de por vida: el dolor mudo de la vaca encadenada a una pared o al yugo, el dolor y el espanto de una oveja cuando es trasquilada, el quebranto del burro de carga y la inocencia del cerdo al que, sin juicio ni abogadores defensores, condena el especismo humano.


Por ponerle nombre a esto que quería sen una reseña, Terrence Malick levanta, sobre el dolor obvio de la maldad, el dolor inherente de toda la belleza, de lo inexplicable. Y habla, bien con las imágenes, bien con la ayuda de la voz en off, de lo que trasciende nuestros limitados sentidos, Malick habla de la mismísima grandeza de cuanto nos rodea subrayando la pequeñez de la violencia y del desnortado comportamiento humano. Si te gustó "La delgada línea roja" o "El árbol de la vida", asómate y mira dentro de esta "Vida oculta". De su hondura y peligrosidad, avisado quedas.
 

viernes, 7 de febrero de 2020

De regreso



Aún nos pesa el vacío en los brazos. 
En el ánimo, duele la despedida sin palabras.
¿Cómo poner voz a un sentimiento tan grande, 
a una oscuridad tan luminosa?

No ha sido fácil el regreso a casa 
sin el tibio calor de tu compañía. 
Pasear por la playa no ha sido suficiente,
seguimos oyendo el eco de nuestro desánimo.  

Aún nos pesa el vacío en los brazos. 
Huérfanos, mudos, desnortados, hemos descosido
pasos hasta el día de ayer, cuando todo era
distinto, cuando todavía éramos viajeros.  

Ella estaba al principio del túnel, 
soltando amarras. Seguro que has sentido cómo 
se alejaba; ella de regreso a la oscuridad/hoy,
tú de regreso a la luz/mañana.
 

En recuerdo de nuestra compañera Saya