Blog personal de Alejandro Castroguer

En este blog podrás estar al tanto de las noticias que generen las novelas "GLENN" (Premio Jaén de Novela 2015), "LA GUERRA DE LA DOBLE MUERTE", "EL ÚLTIMO REFUGIO", "EL MANANTIAL" y "HOLMES Y EL CASO DE LOS OCHO ESTÓMAGOS", y las antologías "Vintage'62: Marilyn y otros monstruos" y "Vintage'63: J.F.K. y otros monstruos" entre otras. Además, es lugar de encuentro para amantes del cine, la literatura, la buena música y las aventuras del Rey Mono.

sábado, 17 de octubre de 2020

Antonio Castro-Guerrero se viste de género policíaco

 

 

Título: La centrocampista murió al amanecer

       II Premio Carlos Matallanas de novela breve

Autor: Antonio Castro-Guerrero

Año: 2020

Editorial: Libros Cúpula

Número de páginas: 152

Sinopsis (de la contraportada): Una llamada anónima advierte de que hay un cadáver en una de las torres de iluminación del estadio Vicente Calderón, que se encuentra en pleno proceso de demolición. El cuerpo sin vida corresponde a Nadia Coronado, una jugadora de veintidós años y estrella de un equipo modesto de la primera división de fútbol femenino. Todo apunta a que Nadia ha sido asesinada. La inspectora de homicidios Sol Trocás será la encargada de resolver el caso junto a la subinspectora Gemma Silom. Ambas policías no solo tendrán que averiguar quién mató a Nadia; también deberán enfrentarse a otro problema: el machismo aún existente en una parte de la sociedad.


Antes de nada señalar que la publicación de esta novela obedece a la convocatoria del II Premio Carlos Matallanas de Novela Breve, de la que resultó ganadora en marzo de este 2020. Edita Libros Cúpula con el auspicio de la AFE (Asociación de Futbolistas españoles). Todos los beneficios de la venta de la misma van destinados a FUNDELA (Fundación Española para la Investigación de la Esclerosis Lateral Amiotrófica). En estos tiempos tan duros que vivimos por culpa de una pandemia, nunca está de más un recordatorio a esas otras enfermedades que están ahí y no han desaparecido, acaso se hayan vuelto más invisibles de que lo ya eran de por sí. 

(Esta reseña ha sido escrita evitando en lo posible las revelaciones sustantivas, los odiosos spoliers.)

En lo referente a la novela, La centrocampista murió al amanecer, ¿qué decir de ella sin desvelar ningún dato relevante de la trama, o señalar por acción u omisión algún dato al posible o futuro lector que le permita elucubrar en una u otra dirección sin desorientarlo? Intentémoslo. De inmediato, a las pocas páginas, sabremos lo que ya declaran tanto el título de la obra como su portada: estamos ante el caso (¿posible?) de un asesinato o el suicidio (¿probable?) de una prometedora futbolista de 22 años. Y a poco que avancemos en sus páginas, descubriremos que el escenario y fondo (que a la vez se erige en protagonista) es el mundo del fútbol femenino, y todo cuanto lo rodea y asfixia, porque sus reivindicaciones laborales son inversamente proporcionales al presencia del machismo que todo lo toca y pudre. Entrenadores y no entrenadoras, presidentes y no presidentas, carencias sangrantes de todo tipo en los vestuarios, número de espectadores en las gradas, estadios tercermundistas, insultos proferidos a futbolistas o árbitras... Al novelista no le hace falta subrayarlo: cuanto rodea al caso de la muerte de Nadia Coronado huele y hiede a esta lacra. 

La centrocampista murió al amanecer se lee de un tirón, nada sobra. No hay tiempos muertos, ni disgresiones que conduzcan a un callejón sin salida, tan común en tantas otras obras "rellenapáginas" que casi se venden al peso. Todo cuanto ocurre tiene sentido, todo posibilita la resolución del misterio que envuelve a la muerte imprevista de una muchacha con todo el futuro por delante. A ninguno de cuantos leímos en su día "El último viaje de Sorolla" (desde este blog pedimos su reedición) nos sorprende la sabiduría "invsible" de Castro-Guerrero para retratar personajes y ambientes y escenarios, y hacerlo de manera sutil y justa (con precisión de miniaturista) sin que entorpezca el avance de la trama. 

Con todo, lo mejor de esta novela es la pareja protagonista, Sol y Gemma, inspectora y subinspectora de homicidios prespectivamente, personajes que beben de la más rica tradición literaria, desde el Quijote y Sancho Panza o Holmes y el doctor Watson hasta Carvalho y Biscuter. Porque es en su complicidad y en sus diferencias, también en cada uno de los diálogos que mantienen durante la investigación, donde estas mujeres crecen hasta el punto de quedársele pequeño este caso; sería de agredecer más aventuras y desventuras de esta pareja. (Para quien quiera descubrir por sí mism@ alguna de estas diferencias, le invitamos a que pase al párrafo siguiente.) Porque si a Sol Trocás le gusta la música clásica (Pagliacci, el Cuarteto nº 14 de Schubert, la Sinfonía nº 2 "Resurrección" de Mahler, el Lavapiés de Albéniz...), a Gemma Silom le entusiasman los verdiales. Si Sol es de Madrid, Gemma es de Barcelona. Si Sol a sus casi cincuenta conserva un cuerpo y figura envidiable, Gemma se siente acomplejada de su sobrepeso. Si Sol come con voracidad de escualo, Gemma está siempre a dieta. Si Sol permanece soltera, Gemma sobrelleva como puede su situación familiar.

Que en alguno de los pantagruélicos desayunos o almuerzos de la inspectora Sol Trocás sobrevuele la sombra de Carvalho y los suyos, no hace más que honrar las palabras que el novelista malagueño dedicase al maestro Vázquez Montalbán. En resumidas cuentas, una novela recomendable para todo seguidor del género policíaco y, yendo más allá, para todos cuantos quieran leer una novela impecablemente escrita y con dos personajes inolvidables. 

Si los hados lo permiten, auguramos una larga vida a Sol Trocás y a Gemma Silom, y una no menos fructífera carrera literaria a Antonio Castro-Guerrero. 

 

sábado, 29 de agosto de 2020

NAIALMA, nuevo disco de Alberto Vilas


Naialma delante de la Alcazaba de Málaga
 
NAIALMA es un juego de palabras muy propio del compositor, natural de Redondela, Alberto Vilas. Mitad madre y mitad alma, o alma-madre todo en uno, o madre en el alma, o cuantas combinaciones queramos probar, porque todas resuenan en este disco que hoy os presentamos en "El perro de Amadeus". 
 
Proyecto largamente gestado (me consta), meditado, sopesado (por lo menos desde su anterior publicación, "Ubuntu"), este "Naialma" es un disco y a la vez un libro, dos en uno. Cada detalle de la presente edición destila mimo y clase: los textos de Santi Barciela, las fotos de Munco Cal, el diseño de Pancho Salmerón, los pájaros pintados por Fernando Morales o la misma grabación, que suena especialmente cercana, casi cariñosa, como si el piano sonase en nuestro salón para cada uno de nosotros. Todo unido para brindarnos la sinceridad y la verdad de un autor que, a sus cincuenta años, ha alcanzado la madurez musical y que se recrea en cada nota, en cada acorde, en cada melodía, sin el más mínimo alarde técnico, pero con los colores infinitos y el caleidoscópico juego de luces que es capaz de reproducir con el teclado.

El disco empieza con una pieza titulada “Daría un mundo” que el compositor dedicada a su padre, Manuel Vilas, y que se nutre de esa añoranza de lo imposible, de lo que no puede ser ya de otra manera porque el tiempo es un camino unidireccional, por mucho que la mano izquierda, después de decir de inicio el tema, escale un camino de notas ascendente y busque el cielo con una música que tiene algo de aria belcantista.

El piano en “Ángel” no habla de un ser celestial ni benevolente, sino de la dedicación casi monacal del pintor Ángel Barros a su labor de restaurador de grandes clásicos: la música apenas roza sombra alguna, todo lo más algún acorde anómalo, una grieta en este óleo sonoro que retrata a un hombre eminentemente bueno y honesto con los demás y consigo mismo.

Arte de voar”, la tercera pieza, es un alboroto de notas volátiles que parece que planeasen sobre el oyente, la bulliciosa feligresía de las gaviotas redondelanas que, a primera hora de la mañana, rezasen el Angelus. Pero es un alboroto ordenado y armonioso.

Todos recordamos a Aylan, es más, todos fuimos (aunque sólo fuese por unos segundos) padres de aquel niño que apareció dormido sobre el mausoleo arenoso de una playa turca. Tenía tres años y todo el futuro por delante. Ahora nos tiene a nosotros, tristes supervivientes del presente, rememorando aquel drama mediante la música. Esta sencilla “Nana para Aylan” desprende una luz casi maternal, tiene el aroma del pecho sobre el que nunca más pudo descansar. Hasta en siete ocasiones, Vilas rompe el decurso de la nana con tres intervalos disonantes de novena menor, siete astillas de realidad, tras los cuales la pieza se abisma en siete silencios tan hondos como nuestra perplejidad, y de los que parece imposible escapar. La melodía se sobrepone una y otra vez hasta que ya no puede más y tras el séptimo trío de disonancias nos quema el silencio definitivo.
 
La quinta pieza del disco se llama “Tema de Nora”. De manera sucinta, los avatares que preludiaron la composición de este tema quedan expuestos y explicados en el libro que acompaña y da cobijo al cedé de “Naialma”; no añadiré más, salvo el hecho de que está dedicada a nuestra hija Nora Castro Molina. En esta pieza el compositor ha atrapado parte de la esencia de una niña que es música y aire y luz, como lo es en sí mismo el tema, que canta a media voz la infancia posible que, por desgracia, le fue negada a Aylan. Tal vez por ello, al drama callado de la nana le siga el canto susurrado de esta melodía, una de las más hermosas de todo el cedé.   

Tema de Nora

Existe una versión primeriza de "Aveiro" que puso música al documental “Semitonos” realizado por Pancho Salmerón y dedicado a la vida y obra del pintor Fernando Morales. Aquí, en este renovado “Aveiro”, ciudad portuguesa famosa por sus canales, encontramos una alegría contenida, casi esbozada o silbada por los dedos del pianista y que se reafirma con su volátil conclusión, cuatro arpegios ascendentes. 

La melodía va y viene en "No reverso do universo", hasta de pronto se interrumpe para que la mano izquierda cante casi un trino casi de pájaros al cielo, varias veces. Entonces la melodía se asienta y sigue su curso, tranquilo, manso. Me gusta pensar que suena con la delicadeza de una noche estrellada después de una tarde lluviosa de otoño. 

A veces la naturaleza nos depara extrañas casualidades. O no, y todo obedece a un plan que se nos escapa de puro grandioso. Sea como fuere, lo cierto es que por Redondela apareció hace tiempo un ibis, pájaro objeto de veneración en el antiguo Egipto, y con su presencia señaló el camino a Alberto Vilas: esta pieza, "Ibis", que empieza de manera dubitativa, como si se hubiese perdido en las fangosas lindes de A Portela, las notas parecen desorientadas hasta que la mano izquierda impone su pulso y la derecha abre las alas y levanta el vuelo, bien en busca de comida o del próximo vuelo que lo habrá de llevar lejos de Galicia.     

Y qué decir de "Valsa de esperança". Es un vals que se mece entre la elegancia y la añoranza, característica común por otra parte a todo el disco que comentamos. Un vals para escucharlo a oscuras o bailarlo a plena luz, bajo una tormenta de hoja de árboles. Pero siempre atento a la exquisitez de esas notas aguadas y a sus arpegios finales. 

"O dereito de ser" es una música que se reafirma casi a cada compás, y lo hace de manera tan constante que de inmediato aquélla se fija en la memoria. Es entonces, cuando estamos a gusto en su ribera, cuando en determinados momentos la mano izquierda cabrillea de pura risa. De algún modo (juego a imaginar) todavía sentimos el eco de la Aylan, y el piano, con este dereito, borra el rastro de la dolorosa nana, o suaviza su recuerdo. Es tan vitalista esta pieza como demoledora es la otra en su parca sencillez. 

Alberto Vilas al piano

La mano izquierda en "Inventario do inútil" enumera mientras la mano derecha subraya. De pronto la mano izquierda pierde el hilo y se cansa y se explaya en una melodía que trasciende lo inútil y busca refugio en un lirismo íntimo, o se vuelve loca y amontona notas en este inventario que la mano derecha se encarga de reorganizar. 

El cedé acaba con "Me diste un mundo", casi una sucesión de acordes del color de un atardecer, una casi despedida que nos suelta la mano y, al mismo tiempo, nos llama de nuevo a su senda. Como un camino que, tras un rodeo, regresase al inicio.  

En este enlace podéis adquirir el disco:  

https://albertovilasquintet.wixsite.com/albertovilas/shop

En defintiva, "Naialma" es un disco realmente hermoso, volátil, donde tanto los paisajes de Redondela y como los interiores del propio compositor están presentes. Etiquetarlo afirmando que es clásico o jazzístico sería empequeñecer parte de su grandeza. Su sonido, íntimo, casi a media voz, es en esencia bello. Casi familiar. Para Alberto Vilas no hay otro camino: rozar el epicentro del alma de su música con la belleza de una manera propia de decir cada nota. La suya. Irrepetible.

miércoles, 19 de agosto de 2020

Gente sin rumbo

 

Gente muy muy enfadada por todo y por nada, contra todo y contra nada, contra los gobernadores y los desgobernadores, por la verdad verdadera y por la verdad comprada, por aquí y por allá. Gente tan desorientada que vive por pura inercia, gracias al piloto automático. Tan descolocada que no acierta a verse ni sentirse viva.
 
¡Menos mal que la pandemia (que muchos niegan) iba a enseñarnos el verdadero valor de la vida! El valor de la vida, no sé; pero el de la estupidez humana lo ha dejado al descubierto.

 

domingo, 16 de agosto de 2020

La Era de la Simplificación

 

Lo que está sucediendo ya lo auguraba Walter M. Miller en su relato "Cántico a Leibowitz", que fue publicado en la revista "Fantasy and Science Fiction" en su número de abril de 1955. 
 
Miller hablaba de LA ERA DE LA SIMPLIFICACIÓN, una época donde las "masas ignorantes ávidas de venganza habían estrujado, destrozado y reducido a cenizas hasta los libros sagrados". 
 
Añade que, por aquel entonces, "la palabra escrita y el hombre instruido fueron objeto del odio más feroz imaginable".
 
Pues dicho y hecho. Ya la tenemos aquí, con las redes sociales ejerciendo de fuego, piedra y jueces. Y es que todo lo que huela a cultura, será quemado, lapidado o enjuiciado como se merece. Sin contemplaciones. 
 

domingo, 9 de agosto de 2020

Mi palabra favorita

Fotografía de Nora

 

MI PALABRA FAVORITA 

Nacer a ella.
Verla en los ojos de tu hija,
también en los de tu esposa
cuando hablas de ella.
Agradecer el día que nos regala.
Correr tras su sombra.
Y al final, morir en su umbral.


Definitivamente es mi palabra
favorita del diccionario.
 

domingo, 12 de julio de 2020

Lo nuevo de Luis Artigue





Título: Café Jazz El Destripador

Autor: Luis Artigue
Año: 2020
Editorial: Editorial Pez de Plata
Páginas: 294

Las ilustraciones son de Ángel de la Calle


 




Sinopsis (extractada de la web de la editorial): Una novela de rigurosa ambientación sobre Miles Davis en un contexto de segregación, lucha por los derechos civiles y, sobre todo, buena música.

En estas páginas encontramos clubs de jazz en Harlem, tabernas libertinas en Montparnasse, una proeza, una venganza, un Charles Baudelaire leal a los paraísos del opio, sabiduría ocultista, intriga y una propuesta tan diabólica como irrechazable.

Un inquietante biopic pulp sobre la vida del trompetista Miles Davis en el que hay ambición, delitos, drogas, almas vendidas al diablo, una santa con sífilis y una brillante banda sonora… Una novela sobre los estigmas de la genialidad.


Luis Artigue compone esta novela a dos voces, en dos tiempos distintos: París durante la revolución de 1848 y Nueva York durante la revolución musical de 1945, tal y como reza en la contraportada. Aunque hay personajes de toda condición y pelaje, desde los literatos Charles Baudelaire, Honoré de Balzac y Gerard de Nerval y el pintor Gustave Coubert de una parte, hasta los jazzmen Charlie Parker, Freddie Jones, Max Roach y Dizzy Gillespie y las actrices Juliette Gréco y Frances Taylor de otra, la novela centra sus poderes narrativos en la relación que mantuvieron Miles Davis y Charlie Parker, y a su vez cada uno de ellos con sus demonios internos y con la música. 

Ya sea en Harlem o en Montparnasse todo respira malditismo e inspiración, música y literatura, también ese racismo tan yanqui como el Ku Klux Klan o el jazz. Aquí no hay ocasión ni lugar para una vida tranquila, placentera, acotada por los márgenes consuetudinarios que nos constriñen. Literatura y música a raudales para contravenir el orden establecido, ya sea con "Las flores del mal" o con el "Birth of cool". Y en todos los escenarios y personajes late el bebop, esa clase de jazz que Artigue define de la siguiente manera en el capítulo 4: "Todos los músicos son adictos, en verdad: como mínimo son adictos a la música. Y los músicos de jazz bebop en concreto lo son más aún: de hecho son dualistas, crren en la música pura a pesar del cuerpo pecador porque sólo peca el cuerpo pero no el alma que es la música, y por eso se convierten en pecadores cósmicos. Y es que ellos consideran que el cuerpo ha de experimentar con el mal y pecar mucho para que sufra y se retuerza la música y llegue así más allá de la pureza..."

Más adelante el autor matiza su definición: "...el bebop no era sólo música de raza, sino que se trataba de un sonido inserto plenamente en la lucha que se ha venido librando a lo largo de la historia en contra de la arbitrariedad del poder, y en pro de un mundo mejor". Pero los personajes de esta novela, imperfectos por culpa de sus ambiciones y deseos, desoyen a su demiurgo y desobedecen el mandato sagrado de construir otro mundo, porque lejos de edificarlo mejor, se empeñan en demolerlo a golpe de una música que debería ser liberadora y que, en el fondo, ata a Parker y Davis (a éste por momentos) a las peores adicciones.

Parker, más que pájaro, se diría Ícaro, empeñado en suicidarse mientras vuela muy alto. Davis, más que músico, se diría Fausto, capaz de casi cualquier cosa por sobreponerse a la alargada sombra de su maestro y mentor y triunfar a lo grande. Les sucede lo que al poeta Charles Baudelaire, que todo cuanto queda en derredor es usado y puesto en juego en función de la potencia creadora de estos tres monstruos. Y de ahí los exorcismos físicos físicos y los físicos espirituales que se suceden entre las páginas de esta novela para el renacimiento de una música distinta y de unos hombres renovados; otra cosa es que lo segundo sea posible.


A Miles Davis, a diferencia de Parker y Baudelaire, lo salva el amor, que conoce de primeras en París y de segundas en Nueva York. A Miles lo salva Juliette Greco, que en palabras que Artigue pone en boca del trompetista en el capítulo 28 es "mi mujer ideal, mi tierra prometida, mi isla del tesoro, la reencarnación de París con la Torre Eiffel bajo un cielo azul perfecto". Tras la separación de la francesa, a Miles lo rescata Frances Taylor, a quien se define en el capítulo 36 en función de su predecesora: "querer a una es querer a la otra, y tener a una es tener a la otra, y recuperar a una es no haber perdido a la otra". Juliette Venus blanca, Frances Venus blanca, ambas camino, luz e inspiración para el protagonista. Los demás personajes no tendrán la misma suerte que el trompetista.

En definitiva, una novela que suena a música por los cuatro costados, que nos transporta por sobre todo a aquel Nueva York (o deberíamos decir Harlem) donde todo era posible e imposible, donde el bebop quemaba músicos con esa rapidez con que Parker tocaba el saxo y liberaba almas con esa lentitud con que Miles congelaba el tiempo con su trompeta.

lunes, 6 de julio de 2020

El legado del Oso




Título: El legado del Oso
Autor: Fernando López del Oso
Año: 2020
Editorial: Editorial Luciérnaga
Páginas: 381

Sinopsis: El hijo del doctor Fernando Jiménez del Oso, un joven escritor, recibe el encargo de una editorial para escribir un libro sobre su padre.

Serán grandes amigos y colaboradores de su padre los que ayudarán a Fernando López del Oso a construir ese puzle complejo. Juan José Benítez, Nacho Ares, Lorenzo Fernández Bueno, David Sentinella, Jesús Callejo y Silvia Casasola, Juan Ignacio Cuesta, Pedro Amorós y Javier Sierra desvelarán las piezas secretas y los enigmas más apasionantes en torno al conocido doctor Jiménez del Oso.

Con su ayuda descubriremos que el fenómeno ovni, la parapsicología, el espiritismo, los enigmas de Egipto y de las culturas americanas, de la Isla de Pascua y de Mohenjo Dahro, los misterios de la mente humana... todos confluyen en un punto, en el espacio y en el tiempo, que cambiará para siempre nuestra manera de ver la realidad que nos rodea.


No me cabe ninguna duda de que ni un solo lector leerá el mismo libro que el autor habrá leído no pocas veces, porque él lo soñó, lo cuadriculó, lo amasó y escribió y revisó durante años, lo vivió como parte de sí mismo. Así pues, la lectura que haya hecho Fernando, su autor, es completamente diferente de la que podamos hacer los lectores, ni mejor ni peor, diferente. Nosotros nos dejaremos arrastrar por una fuerza, la suya, que nos guiará, nos iluminará, nos mostrará la senda, el camino, mientras que él le movía la fuerza motriz de los recuerdos. Gracias a ello, conoceremos más en profundidad a su padre, el célebre investigador y psiquiatra Fernando Jiménez del Oso. No me cabe ninguna duda de que Fernando ha empleado bien el tiempo y que el camino que habremos de recorrer cada uno de nosotros cuando este libro caiga en nuestras manos, él lo ha hecho y rehecho, del derecho y del revés, en busca de esa verdad, de ese Gran Enigma con el que le reta su padre al inicio del mismo. Todo surge de una propuesta editorial: con motivo de la reedición de los escritos de Del oso, a Fernando hijo le han encargado una suerte de homenaje que será el complemento, llámalo término, de dicha colección.

Conociendo como conozco al autor (desde nuestra colaboración en “Vintage 62: Marilyn y otros monstruos”), sé que se resistió con todas sus fuerzas, porque de alguna manera contravenía su propio devenir como escritor; él, que tanto ha luchado por hacerse un hueco y hallar una voz propia lejos de la órbita paterna, ahora tenía una oferta prácticamente irrechazable para hablar de los méritos y la carrera de otro, y que éste fuese su padre lo hacía doblemente doloso (no descubro ninguna interioridad porque así está contado en la obra). Sobre todo porque el legado narrativo de ficción López del Oso, léase “El templo de la luna” (Premio Minotauro), “Yeti” y “Asesino de políticos”, merecería otra suerte de la que en puridad le ha tocado.

Lejos de las reticencias iniciales, Fernando aceptó, de una parte el reto de la editorial y, de otra, el que le lanzaba su padre cuando le habló del Gran Enigma, de la Gran Búsqueda que él había emprendido mucho antes de que él, su hijo, naciese y que al fin, y al parecer, había concluido. Tal vez, Fernando padre tenía la certeza de haberse acercado a ella, de haberla rozado, tal vez; pero en todo caso, no se la iba a brindar en bandeja de plata a su vástago. “¿Y tú qué piensas?” es casi una pregunta recurrente en este libro. “Nunca habíamos vivido juntos. Era la nuestra una relación atómica: un núcleo denso y sustancioso pero también con enormes vacíos. Y yo orbitando a su alrededor” escribe el autor en el Capítulo 1. Y es que detrás de esta y otras confesiones, palpita el herida de la separación: el padre siempre trabajaba, ya fuese en la consulta de psiquiatría o viajando de aquí para allá con motivo de su labor divulgativa. Y se percibe ese dolor en el niño que requiere una mayor presencia paterna en su quehacer diario.

Con la inestimable ayuda de algunos amigos y colaboradores de los distintos programas de radio y televisión en que intervino, con la guía de Juan José Benítez, Nacho Ares, Lorenzo Fernández Bueno, David Sentinella, Jesús Callejo y Silvia Casasola, Juan Ignacio Cuesta, Pedro Amorós y Javier Sierra, el hijo camina tras los pasos del padre en busca de los mismos misterios que inquietaron a aquél, ya sean estos el fenómeno ovni, las raíces de las culturas antiguas, las sicofonías, la bilocación, las experiencias cercanas a la muerte, los fantasmas, la vida más allá de la vida, etc.


Sin destripar nada sustantivo, he de advertir que el legado al que se refiere el título se hace más presente, arroja más luces que sombras conforme avanzan los capítulos y las entrevistas, y Fernando reconoce (reconocer de volver a conocer) a su padre a través de los ojos y sentimientos y vivencias compartidas con amigos, colaboradores y discípulos. Hasta que al final, Fernando es capaz de, al mismo tiempo que responde satisfactoriamente al encargo, responder la pregunta que le planteaba su progenitor al inicio del camino. Tal vez la Respuesta al Gran Enigma sea una nueva pregunta, o la misma búsqueda de esa Respuesta, o la certeza de que no puede haber ninguna certeza porque todas superan nuestras limitadas virtudes humanas. Tal vez.

Lo mismo que la rosa del Principito para unos representa la vanidad, para otros el amor verdadero y para otros terceros la solidaridad, la respuesta que ofrece Fernando a su padre no tiene por qué ser la única, sino una posibilidad más entre al menos varias. Pero es su respuesta, toda una declaración, la sinceridad desnuda de unos sentimientos que al autor le habrá costado horrores desnudar capítulo a capítulo. Sea como fuere, una rosa siempre es una rosa, y una respuesta una respuesta. Y cada uno tiene una. ¿Y tú, amable lector, qué piensas?

Un libro indispensable para todo el que quiera conocer parte de la humanidad que latía en el célebre divulgador y para todos los lectores que se sientan identificados con la más apasionante de las búsquedas. También para todos los hijos que ahora somos padres de futuros padres.

martes, 25 de febrero de 2020

Cosas de Guadromal y el demonio meridiano



Título: Incursión y muerte del demonio meridiano
Autor: Francisco Álvarez Velasco
Año: 2020
Editorial: Eolas Ediciones
Páginas: 156

«Francisco Álvarez Velasco asume, en este libro emocionante, melancólico y divertido, su personal aportación a las desapariciones y a la reclamación de tantas pérdidas como en su propia vida lleva constatadas, una conciencia de lo que se fue y de la que apenas queda, más allá de lo imaginario y como él señala: polvo, sombra, nada» (Fragmento del pórtico escrito por Luis Mateo Díez)

Foto del autor, obra de Juan Plaza (para La Nueva España)

Al empezar la reseña de esta nueva obra de Francisco Álvarez Velasco (Cimanes del Tejar, León, 1940) es inevitable no referirse a las palabras que la encabezan, y que dicen: “Si nadie recuerda su nombre, los pueblos que murieron para siempre son polvo, sombra, nada.” Porque de alguna manera resumen el sentir de la obra y sirven de brújula al empeño literario de su autor. Y es que el pueblo de Guadromal y toda la ribera del Oribe viven por y gracias a estos dieciséis cuentos que los recuerdan, que los fijan en la memoria del lector, o cuando menos en los párrafos que justifican su existencia.
Si la publicación acaba con un glosario de personajes humanos y de personajes animales, un índice toponímico y un vocabulario de palabras perdidas y voces en desuso, no es por un capricho de Álvarez Velasco, sino porque es su intención que estos escenarios imaginarios, igual que si fuesen verdaderos, sirvan de recuerdo, memoria y homenaje a todos aquellos pueblos y sus habitantes de los que nadie recuerda nada. Ese polvo, esa sombra, esa nada de los que hablaba con anterioridad.
Y con este ejercicio de memoria, los relatos se construyen en torno a los muy variados personajes, animales y humanos, que pueblan Guadromal, así como todos los escenarios que les prestan sustento. Ahí están el burrero Bernabé, que lanza piedras al río para ver cómo rebotan contra su superficie; la dueña de la fonda, de nombre Concha la Plexiglasa, que se enamora de todos los forasteros y cambia a unos por otros; Paulina la Sibila Estilita, que cuenta las historias que a su vez le contaron los viajeros y que acaba convertida en un remedo de santa; la pastora Auristela, que conoce el valor de cada tipo de planta y que es engañada por un veterinario, de nombre Capistrano, que aparece por Guadromal y que desaparece cuando ella le pide casamiento; el pastor Tano, valiente como él solo, pues es el único que es capaz de enfrentarse al demonio meridiano; el escribiente Tirso y su esposa Saturna, que se topan de bruces con la desgracia y la sinrazón; el sordomudo Macario que, pese a su sordera y su mudez, sube a la Cueva de la Loba Parda a gritar todos los ruidos malos; don Heriberto, hijo de la marquesa, a quien condena su gusto por las faldas; el párroco don Olimpio, que es de buen comer; el joven Mauricio, a la sazón narrador de alguna de estas historias, y que se enamorisca de Rosendina, quien a su vez es capaz de memorizar el nombre de los ochenta jilgueros; y así un larguísimo etcétera.
A éstos hay que sumar la presencia de los hermanos animales: la gata Zapaquilda, que es testigo de los encuentros amorosos entre la Plexiglasa y los forasteros; las cabras Blanquerna y Galatea, los mastines Gandul y León, la vaca Primavera, la perra Lola… Y sirviendo de cimiento a tanto recuerdo, los escenarios, otros personajes más; los ya citados, el pueblo de Guadromal y la ribera del río Oribe o la Cueva de la Loba Parda, también la Cuesta del Carcavón, la Fuente de la Seda y la Fuente de Miruete, Peñaúbre, el puente romano de las Mesturias, el monte Teleno,…
Todos los personajes y todas las localizaciones, cada una de sus historias que, a su vez, son parte de las historias de otros lugareños, todo el conjunto teje la esencia de este rincón imaginario que, gracias a la labor literaria de Francisco Álvarez Velasco, vive en la memoria de los lectores, vive, late, respira en mitad de una naturaleza que siempre está presente, acechante, vigilante.
Resumiendo, Guadromal y todas sus historias son un eco de los cientos, miles de pueblos perdidos para siempre que, por una causa o por otra, ahora son “polvo, sombra, nada”. Una lectura para reconciliarte con la vida. 

lunes, 24 de febrero de 2020

Prospect Park, lo nuevo de Hilario Barrero



Título: PROSPECT PARK
Autor: Hilario Barrero
Editorial: Renacimiento
Año: 2019
Páginas: 241

Extracto del texto de la contraportada, que firma José Luis García Martín: "Buena parte del atractivo de los diarios de Hilario Barrero tiene que ver con el escenario en que transcurre la vida cotidiana del autor, Brooklyn, ese distrito de Nueva York que es un mundo en sí mismo, o mejor, una colección de mundos. Y nadie como el poeta, traductor y fotógrafo Hilario Barrero para hacernos de guía en todos ellos. Brooklyn es el punto de partida y de llegada del continuo ir y venir de su autor. Son los suyos viajes en el espacio y en el tiempo, al Toledo de su infancia y a la España de hoy, a la música y a la literatura, al amor constante y al incansable ejercicio de la amistad." 



"Uno empieza el año como siempre: acostumbrándose a cambiar el último número del año, siguiendo con la traducción del libro de poesía, sintiendo la delicadeza del ritmo, la ironía del poeta, la prodigiosa maestría." Así empieza la nueva publicación de Hilario Barrero.

Desde hace tiempo, el poeta y profesor Hilario Barrero nos tiene tan acostumbrados a sus poemarios como a sus diarios, y casi con metronómica frecuencia nos regala una nueva entrega de los mismos. En este ocasión se trata de los diarios correspondientes a los años 2014 y 2015. Otra vez aquí, igual que en diarios anteriores, Barrero se convierte en ese poeta que no descansa, en ese escritor de cotidianeidades siempre alerta, en el fedatario perfecto de cuanto ocurre a su alrededor. Nada escapa su lúcido y tierno análisis. Visiones, encuentros, texturas, despedidas, reflexiones vitales, olores y colores, sonidos, el mismo latido de la ciudad, el sueño de la naturaleza, la luz.

En las páginas de PROSPECT PARK el lector encontrará de todo, como en botica. En ellas, muerde el invierno con su heraldo más feroz: “Hace tan frío que la sombra se congela en las aceras sobre la armadura gris del sol.” Bajan tanto las temperaturas en Nueva York que “El viento desnudo tiene miedo de doblar una esquina y morirse de frío.” Ya sea con palabras, como en el caso de este diario, o con su inefable cámara fotográfica, siempre hay un momento para retratar el invierno de la manera más hermosa: “Una mañana, cuando el sol avanzó entre las trincheras minadas y el agua supo que era agua, las campanas de las viejas catedrales comenzaron a tocar a deshielo.” 

Como justo contrapeso a tanto mordisco gélido, era previsible que ardiese el más cálido de los ungüentos, aunque para ello vayamos desnudos: “Amarse es mirarse con la desnudez de la vida y el temor de la muerte”. Barrero redobla la imagen muchas páginas más adelante: amar es “desnudarse del ruido de la calle, entrar en el silencio de una alcoba y dejar la ropa a los pies como animales desgastados”. 

Entre uno y otro, entre el frío y el amor, el invierno y el verano de la pasión, fluye el curso del tiempo y su consecuencia. Para el poeta la vejez es “una lluvia tenaz y avariciosa, va borrando, con su lengua de trapo, nuestras miradas”. Recuerdo ahora la escena en el despacho donde uno hace o rectifica el testamento: “¡Hay que ver cómo pasa el tiempo!”, exclama ese abogado al que se recurre cuando uno hace testamento y que más “parece un padre de la Iglesia o un filósofo”. Y remata con un inevitable “Y parece que fue ayer”. El paso del tiempo es ese abogado que “tacha en los testamentos los nombres a los que queríamos recordar cuando nos muriéramos y que o se han muerto ellos para siempre o se han perdido o se han olvidado de nosotros”, “esos nombres que hace quince años eran parte de nuestras vidas y ahora son una tachadura en una hoja de papel”.

Y como lenitivo a tanta vida y a tanta muerte, la música, no sólo la de los versos de otros poetas, sino la que duerme dentro de los instrumentos de una orquesta o la que despierta dentro de los viejos elepés y los nuevos cedés. Ahí están los más variados y preciados bálsamos: el “Concierto nº 5 para violín” y el “Cosi fan tutte” de con su sedoso terceto “Soave il vento” de W. A. Mozart; la retransmisión de “La Walkyria” de Richard Wagner desde Bayreuth; el “Concierto de chelo” y la “Sinfonía nº 7” de Antonin Dvorak; las “Sinfonía nº 3” y “Sinfonía nº 4” de Johannes Brahms; también la voz de Montserrat Caballé. Pero sobre todo late el amor a la obra de Johann Sebastian Bach: el amor, el paso del tiempo, todos los veranos y todos los inviernos dormidos en las Cantatas que escribió para la liturgia cristiana o en las suites de chelo que redactó para los músicos y oyentes del futuro. 

PROSPECT PARK es un libro al que hay que dedicarle tiempo, y no porque sea abstruso o laberíntico; hay que sentarse con él como te sientas a ver la danza las palomas del parque o las carreras de un perro tras un palo, con todo el tiempo del mundo para, de este modo, acertar a ver toda esa claridad que amanece en cada uno de sus párrafos. En definitiva, lo nuevo de Hilario Barrero es un deleite para los sentidos, del que esta reseña es apenas un pálido reflejo. 

A modo de despedida os dejo el párrafo final, así acaba la obra: "Unos petrados tardíos, como la ráfaga de una metralleta, resuenan en el silencio festivo de la madrugada. y el diarista, con esa sequedad y melancolía que da el champán, cierra su diario y se va a dormir, donde le espera el otro diario: pasión de vida."

Nos leemos en el siguiente poemario o diario del maestro Barrero. Hasta entonces. 

domingo, 16 de febrero de 2020

Vida oculta e invisible


Título: VIDA OCULTA
Título original: A Hidden Life 
Dirección: Terrence Malick
 

Año: 2019
Duración: 180 min.

Guion: Terrence Malick
Música: James Newton Howard
Fotografía: Jörg Widmer
 

Reparto: August Diehl, Matthias Schoenaerts, Valerie Pachner, Michael Nyqvist, Jürgen Prochnow, Bruno Ganz, Martin Wuttke,...

Sinopsis (extractada de Filmaffinity): Franz y Fani Jägerstätter son un feliz matrimonio que vive con sus tres hijas en su granja alpina en Sankt Radegund, Austria. Son campesinos, viven y trabajan rodeados de un impresionante paisaje montañés. 





Si el último film de Terrence Malick acaba con la siguiente cita de Mary Ann Evans (su pseudónimo era George Eliot) (…) que el bien siga creciendo en el mundo depende en parte de actos no históricos; y que las cosas no vayan tan mal entre nosotros como podría haber sido se debe en parte a aquellos que vivieron fielmente una vida oculta y descansan en tumbas que nadie visita”, esta reseña empieza con ella. Y empieza así, con estas palabras, porque no hay mejor definición de cuanto ocurre frente al espectador: hay detalles ocultos, cuando no abiertamente invisibles, que a gran parte del público se le escapa entre los dedos.

Vaya por delante que el tema del nazismo me cansa y me aburre desde el estreno de “La lista de Schindler” de Spielberg, panfleto prosionista donde los haya. Y es que es un tema peliagudo donde los equilibrios son casi imposibles. Que aquello fue un horror, nadie lo pone en duda; que los nazis mostraron al mundo lo peor del ser humano, es una obviedad. Pero volver una y otra vez sobre el tema, a mí personalmente me hastía... salvo en contadas excepciones. Pues bien, el pasado jueves fue una de esas excepciones: vencí la pereza y me acerqué al cine a ver la enésima película sobre el holocausto nazi. 

 
Y lo hice porque Terrence Malick la firmaba, sólo por eso. Desde hace mucho tiempo sigo la carrera de este director que, con sus altos (grandiosos) y sus bajos (casi de vergüenza ajena), es uno de los artistas más inconfundibles de la actualidad. Aquí, a diferencia de otras películas que han tratado el tema en cuestión, no duele la violencia, la maldad, la vesania de unos y de otros; no duelen ni los golpes de los soldados ni los desprecios de los conciudadanos; no duelen las vejaciones, las bromas a costa de los presos, tampoco las piedras que los niños del pueblo Sankt Radegund arrojan a las hijas de Franz y Fanny. Y no duelen, no porque no sea doloroso y hasta angustioso todo lo que sucede alrededor de la familia (que lo es, y mucho), sino porque lo que en verdad hace daño es todo lo contrario. 

Duele la infinita belleza de las praderas, verde esmeralda, de los Alpes austríacos. Duele el imponente silencio de las colosales montañas. También ese cielo infinito aborregado de nubes o enladrillado de tormentas. La inminencia del trueno. La mansedumbre de los ríos y el suicidio de la cascada. El mar de trigo, las espigas a punto, la mala hierba que crece por todas partes, las patatas bajo tierra. Los caminos en mitad del bosque, la senectud de los árboles, el altruismo de los manzanos en flor. El sol que agoniza y sacraliza todo cuanto roza. Lo que habita, oculto, bajo todo esta magnificencia natural.



Pero el dolor siempre es capaz de reafirmarse, máxime si quien lo filma es el señor Malick. Además de los escenarios naturales, duelen el interior de las casas, la madera sin desbastar o ya desbastada, la geografía de sus vetas, cada uno de los años que fueron necesarios para producirla. Duelen los cuadros religiosos que señalan el hogar de la familia Jägerstätter. Las puertas que no contienen la maldad. La mesa lista para el almuerzo. Las inmensas bibliotecas en manos de los verdugos, ya sean éstos los sacerdotes que consienten o los soldados que ejecutan. Las rejas que cuadriculan la luz que se descuelgan hasta las celdas.

Duele, cómo no, la música de Ärvo Part, la de Henry Gorecki, la de Bach. Duele la música, pero también el silencio y todo lo que lo subraya como necesario: el canto de los pájaros, la salmodia de las campanas de St. Valentin en Seis am Schlern, el molino asmático, el cacareo del gallo, el tintineo de la bicicleta del cartero, la cuchillada de la guadaña,...

Y por debajo de todo lo oculto, como cimientos del mismo, bulle todo el dolor invisible para quienes no saben o no quieren ver. Por debajo, ellos, nuestros hermanos los animales, los condenados de por vida: el dolor mudo de la vaca encadenada a una pared o al yugo, el dolor y el espanto de una oveja cuando es trasquilada, el quebranto del burro de carga y la inocencia del cerdo al que, sin juicio ni abogadores defensores, condena el especismo humano.


Por ponerle nombre a esto que quería sen una reseña, Terrence Malick levanta, sobre el dolor obvio de la maldad, el dolor inherente de toda la belleza, de lo inexplicable. Y habla, bien con las imágenes, bien con la ayuda de la voz en off, de lo que trasciende nuestros limitados sentidos, Malick habla de la mismísima grandeza de cuanto nos rodea subrayando la pequeñez de la violencia y del desnortado comportamiento humano. Si te gustó "La delgada línea roja" o "El árbol de la vida", asómate y mira dentro de esta "Vida oculta". De su hondura y peligrosidad, avisado quedas.
 

viernes, 7 de febrero de 2020

De regreso



Aún nos pesa el vacío en los brazos. 
En el ánimo, duele la despedida sin palabras.
¿Cómo poner voz a un sentimiento tan grande, 
a una oscuridad tan luminosa?

No ha sido fácil el regreso a casa 
sin el tibio calor de tu compañía. 
Pasear por la playa no ha sido suficiente,
seguimos oyendo el eco de nuestro desánimo.  

Aún nos pesa el vacío en los brazos. 
Huérfanos, mudos, desnortados, hemos descosido
pasos hasta el día de ayer, cuando todo era
distinto, cuando todavía éramos viajeros.  

Ella estaba al principio del túnel, 
soltando amarras. Seguro que has sentido cómo 
se alejaba; ella de regreso a la oscuridad/hoy,
tú de regreso a la luz/mañana.
 

En recuerdo de nuestra compañera Saya
 

miércoles, 22 de enero de 2020

Hace ya 10 años

Un día como el de hoy, 22 de enero, pero de 2010, nació este blog y lo hacía, única y exclusivamente, para la publicación de los capítulos de una novela de terror que iría escribiendo, semana a semana, para gozo o espanto de los hipotéticos lectores. Nunca antes había intentado algo semejante ni mostrado en público mis escritos. Pues bien, aquella aventura empezó de la mejor manera: la primera entrada cosechó más de mil visitas y casi un centenar de comentarios. Fue un éxito inesperado, aunque deseado. Ello me animó a perseverar en el esfuerzo. Por aquel entonces este blog se llamaba "La Guerra de la Doble Muerte", pues tal era el título de la novela en cuestión.  

La obra se consolidó de tal manera que, a la altura del capítulo 15, recibí dos ofertas para publicarla. Después de más de veinte años de aprendizaje silencioso (cuando era muy muy joven mi escritura tenía mucho de ensayo y error), había conseguido que alguien se fijase en mis proyectos y apoyase decididamente uno de ellos. Después de siete novelas (destruí seis de ellas por pudor), "Jeroglíficos de muerte y salvación" (que luego adoptaría el título de "Carcoma"), "Como una raya de tiza", "Un niño bueno", "Soñaba que soñaba", "Las puertas", "Horizonte Marfil" y de "El bailarín de claqué" (ésta es la única que sobrevive), le tocaba el turno a "La Guerra de la Doble Muerte". 

Poco antes de la publicación por Almuzara de esta historia de terror, nacía mi hija Nora. Así pues, a finales del 2010 yo era candidato a ser galardonado como el "hombre más feliz del año". 

Portada de "La Guerra de la Doble Muerte", publicada por Almuzara

Luego tuve ocasión de publicar otras dos novelas de terror: la descarnada y brutal "El Manantial", del año 2012, y "El último refugio", del 2013, continuación y final de "La Guerra de la Doble Muerte". 

Por su parte, a mediados de esta década, el blog adoptó el nombre de "La Casa Deshabitada", en recuerdo al célebre relato de Conan Doyle y en honor a dos novelas que guardaba en el cajón: "Holmes y el caso de los ocho estómagos" y "La octava noche". Aunque el género de terror me había dado la oportunidad de asomar la cabeza al mundo editorial y de conocer a muchos lectores, decidí que era hora de explorar otros caminos. 

Por fortuna, a finales de 2015, una de mis novelas más preciadas se alzó con el Premio Jaén de Novela. Se llamaba "Glenn". Había ganado la apuesta: el camino elegido me había guiado no al final sino al mismísimo principio; de nuevo era un principiante con ganas de escribir aquello que bullía en mi cabeza, un escritor sin límites ni fronteras, sin etiquetas. A partir de entonces, regresé al aprendizaje silencioso, a la oscuridad de mi estudio, empeñado en pulir una nueva obra (novela "americana", por cierto) en la que, por cierto, llevo trabajando desde la misma noche en que recibí el citado premio.

"Glenn", Premio Jaén de Novela 2015

Abandoné mi retiro literario brevemente en 2017 cuando GasMask Editores apostaba por "Holmes y el caso de los ocho estómagos", en una cuidada edición que hizo las delicias de todos los holmesianos. Un hermoso espejismo, porque de inmediato me sumergí en el trabajo.

Ahora, después de su segundo bautizo, el blog se llama "El perro de Amadeus" en referencia a mi pasión por la música en general y a la mozartiana en particular. Con sus más de 800 entradas y sus casi 450.000 visitas a la espalda, el blog ha hablado de todo un poco: de Mozart, por supuesto, y también de Bach; de jazz; de viejas películas y de otras rabiosamente actuales; de novelas de todo tipo, de colecciones de cuentos y de diarios; de poesía; de activismo antiespecista; y, cómo no, de algunos de mis proyectos más preciados.

Es verdad que, durante 2019, el blog casi ha enmudecido, pero sigue aquí, respirando música, cine y literatura por los cuatro costados, latente hoy, en el día de su DÉCIMO ANIVERSARIO, a la espera de poder ofreceros nuevas noticias. Seguro que renacerá con todo el empuje de 2010.


Alejandro Castroguer