Blog personal de Alejandro Castroguer

En este blog podrás estar al tanto de las noticias que generen las novelas "GLENN" (Premio Jaén de Novela 2015), "LA GUERRA DE LA DOBLE MUERTE", "EL ÚLTIMO REFUGIO", "EL MANANTIAL" y "HOLMES Y EL CASO DE LOS OCHO ESTÓMAGOS", y las antologías "Vintage'62: Marilyn y otros monstruos" y "Vintage'63: J.F.K. y otros monstruos" entre otras. Además, es lugar de encuentro para amantes del cine, la literatura, la buena música y las aventuras del Rey Mono.

domingo, 19 de junio de 2016

Antes que ser fascista prefiero...

Os dejo esta cita de la pelicula PORCO ROSSO que en 1992 firmase Hayao Miyazaki. Es una breve frase que le dice Marco Pagot (el cerdo del título) a su amigo Ferrari, antiguo compañero de armas del ejército italiano, mientras ven una película de aviadores. Es evidente que, sin subrayarlo, Miyazaki habla en voz baja durante toda la obra del mandato de Mussolini. 

Ferrari y Porco Rosso

"Prefiero ser un cerdo antes que un fascista".
 

jueves, 16 de junio de 2016

¿Quién se sentó en la butaca 111? ¿Quién?



¿Quién se sentó en la butaca 111?


Imagínate entrando en el Teatro de los Campos Elíseos, avenida Montaigne, distrito VIII, París; imagínate que es 29 de mayo de 1913 y que nada va a salir como has planeado.

—Me abstendré de describir el escándalo. Se ha hablado bastante de eso —escribirás en tus Crónicas.

Estás a punto de cumplir 31 años y te llamas Igor, Igor Feodorovitch Stravinsky. Hay mucha gente, ajena a todo lo que sucederá. Demasiada autocomplacencia en los buenos vestidos y mejores trajes como para detectar que después de Las Sílfides, coreografía de Fokine, música de Chopin, va estallar esa bomba que has preparado.

Entras en el hall, saludas a los conocidos que se acercan, intercambias a lo mejor (quién sabe) un "buenas noches" con Manuel de Falla, le estrechas la mano y le prometes hablar al final del concierto.

En la Tribuna de Madrid, escribirá Falla tres años después: Aquella rabia concentrada estalló desde las primeras páginas y fue en crescendo hasta el final de la representación. Entre los defensores de la obra y los detractores se formaron auténticas batallas campales.

Nada va a salir como tienes pensado. Pones un pie en el patio de butacas y te asalta, sonrisa en ristre, un acomodador. Sacas tu invitación.

—Butaca 111 —dice el tipo, como si tú no supieses leer.

Cuarta fila del patio de butacas, butaca 111, ése es el potro de tortura que Diaghilev te ha preparado sin saberlo. Quiere un éxito asegurado y va a conseguir justo lo contrario. Te quitas el gabán, lo dejas en el brazo derecho de la butaca. Te sientas.

—La complejidad de mi partitura —escribirás en tus Crónicas— había exigido un gran número de ensayos que Monteux condujo con el esmero y el cuidado que le son habituales. En cuanto a la ejecución, me es imposible juzgarla, habiendo abandonado la sala desde los primeros compases del preludio, que en seguida provocaron risas y burlas.

Todo empieza así, y el despropósito de Diaghilev de repartir entradas a jóvenes encargados de vitorear tu Consagración en la parte de atrás del patio de butacas, muy cerca de los palcos de postín, aviva el fuego hasta hacerlo incontrolable. A las risas le suceden los aplausos, y a éstos nuevas risas que despiertan los primeros abucheos, y la sangre hierve, y los amigos de Diaghilev redoblan sus aplausos, y tú miras hacia atrás en busca de una explicación. Qué demonios pasa.

—Yo estaba indignado. Estas manifestaciones, primero aisladas, se volvieron de pronto generalizadas, provocando por otro lado algunas contramanifestaciones, y se transformaron en un estrépito insoportable.

Ojalá no estuviese ninguno de tus amigos presente, pero sospechas que hay demasiada gente que ha acudido al reclamo de tu nombre, Igor, Igor Stravinsky. No pudiendo soportar durante más tiempo el bochorno, te levantas, butaca 111, cruzas una mirada con el fondo de la sala, con todos esos ojos que te observan en ese instante, que reconocen tu silueta a contraluz contra el escenario. Estás indignado. Tanto trabajo para eso.

—Durante el resto de la representación me quedé en los bastidores, al lado de Nijinsky, que estaba de pie sobre un silla, gritando como un loco a sus bailarines: ¡16, 17, 18 …¡ Los pobre bailarines no escuchaban nada debido al tumulto de la sala.

Estás al lado de Nijinsky, tratando de que no salte de la silla y aborde el escenario. Lo que faltaba. Echa espuma por la boca y fuego por los ojos. Y de repente la luz toma por asalto el patio de butacas, aunque prosigue la música. Te ajustas las gafas con el dedo índice. No crees lo que estás viendo.

Tan pronto como se enciende la luz se apaga, y luego se enciende de nuevo. Cuando acabe todo, te enterarás de que el parpadeo de los focos ha sido idea de Diaghilev, en un desesperado intento por controlar el jaleo.

—Una noche histórica la de este 29 de mayo de 1913 murmuras para ti.


Publicado originariamente en el blog 
de La Octava Noche el 21-IV-2008 

domingo, 12 de junio de 2016

¿Miedo? ¿Ignorancia voluntaria?


Como ya manifesté en su día, este blog de la Casa Deshabitada está en contra de cualquier expresión de maltrato animal, de cualquiera reitero, incluída la mantenida por la industria alimentaria. Hay poco más que explicar acerca de este video, sólo hay que atreverse a verlo: "El poder de la ignorancia voluntaria".

Las personas con cierta sensiblidad (por ello tengo a los visitantes de este blog) no podemos vivir de espalda a esta realidad. O no deberíamos.

Desde aqui quiero manifestar mi agradecimiento a Marta Cueva por haberme mostrado el camino que conducía hasta este video. Gracias.




jueves, 9 de junio de 2016

Donde está el fuego 3


Título: Donde está el fuego 3
Autores: José Manuel Benítez Ariza, Olga Bernad, Antonio del Camino, Javier Crespo, Santos Domínguez, Vicente García, Antonio Gómez-Yebra, José Luna Borge, Toni Montesinos Gilbert, Antonio J. Quesada, Alfredo J. Ramos, Pura Salceda, Felipe Sérvulo, Marcos Tramón, Rosario Troncoso, Miguel Veyrat y Alejandro Castroguer
Año: 2016
Editorial: Cuadernos de humo
Páginas: 26


El cuadernillo Donde está el fuego 3, editado por Hilario Barrero y Jesús Nariño, esconde un puñadito de poemas (es norma que haya uno por poeta, aunque no siempre) de autores de distintas generaciones, pero siempre seleccionados con mimo. Así que es normal que la calidad rebose cada verso y se derrame en cada página. Puesto que la tirada es muy corta, será muy difícil, querido lector, que consigas hacerte con un ejemplar: entre los destinados a los poetas participantes y los que se agencian los "coleccionistas de lujo y archivos de humo" no quedarán muchos disponibles, eso seguro.

Os dejo por aquí la relación de los títulos de los poemas y sus autores:

"La primera mujer", de Miguel Veyrat
"Tokyo, por poner un ejemplo", de Felipe Sérvulo
"Copo a copo", de José Luna Borge
"MissLunatic", de Alfredo J. Ramos
"Del amor que nos ata", de Antonio del Camino
"Indecible muchacha", de Santos Domínguez
"Apalabrado", de Pura Salceda
"Buitre", de José Manuel Benítez Ariza
"Juegos y torres", de Olga Bernad
"A deshora", de Alejandro Castroguer
"Oficio de escribir" y "Canción en el vacío", de Vicente García
"Edad", de Marcos Tramón
"La tregua del superviviente", de Toni Montesinos Gilbert
"Yo", de Antonio J. Quesada 
"Constantes vitales", de Rosario Troncoso
"Cartilla escolar" (cinco poemas), de Antonio Gómez-Yebra

Los editores, Barrero y Nariño, consideraron que mi participación era posible, junto a todos estos poetas, gracias al texto titulado "A deshora". 

miércoles, 8 de junio de 2016

GLENN comentado por Bermúdez Castillo

Esta entrada cuenta con un colaborardor muy especial, y además, muy querido por esta Casa Deshabitada. Se trata nada menos que de Gabriel Bermúdez Castillo, uno de los padres de la Ciencia Ficción española y autor de dos de sus clásicos más editados y celebrados: "El señor de la rueda" y "Viaje a un planeta Wu-Wei". En la entrada nos habla de "Glenn", de la impresión obtenida tras la lectura. Os dejo, pues, con sus palabras.


GLENN de Alejandro Castroguer,
texto firmado por Gabriel Bermúdez Castillo


Gabriel Bermúdez Castillo
Al comentar la impactante novela de Alejandro Castroguer sobre la vida del excepcional y torturado pianista canadiense Glenn Herbert Gould, no voy a extenderme desde luego, sobre la exactitud o no exactitud de los datos sobre la vida del artista. Por sus conocimientos musicales, considero a mi colega Alejandro suficientemente dotado como para tomar tanto de la realidad como de la fantasía, así como de las conveniencias literarias, aquello que considere suficiente.

¿Me encuentro yo en condiciones de juzgar las actividades musicales del protagonista de la novela, o más que novela, biografía? Entiendo que sí, hasta cierto punto. No solo he sido un gran aficionado a la música llamada clásica desde hace muchísimos años, sino que también, cuando estaba estudiando, comencé a aprender solfeo y piano en los ratos en que la facultad de Derecho me dejaba libre. No pude hacer mucho, pues sólo conseguí aprobar un año de cada una de esas dos disciplinas. Pero mejor es eso que nada.

Lo cierto es que entre mis conocimientos musicales no se hallan precisamente las “Variaciones Goldberg”, de Juan Sebastian Bach, que constituyen dos hitos importantes en la sufrida carrera del artista canadiense, y que, según revela el novelista en su comentario final, se hallan conectadas misteriosa y artísticamente con la división en capítulos (¿o variaciones?) en que se descompone la biografía.

Por tanto, me voy a limitar a enjuiciar, desde un punto de vista técnico, como novelista, la exposición que Alejandro Castroguer hace la vida de Glenn Gould, prescindiendo completamente de que el lector posea conocimientos musicales o no, y que sepa o ignore la existencia de este genio del piano. 


La obra, tal como el autor la desarrolla resulta, como la he calificado al principio, impactante. Alejandro Castroguer alterna en los sucesivos capítulos el presente histórico, en tercera persona, en que el escritor se refiere de esa forma al protagonista de la biografía, o de sus circunstancias, con otros en los que Glenn habla de sí mismo, en primera persona y en pretérito indefinido, lo cual es una forma novelística  mucho más difundida que la primera.

En efecto, el presente histórico, si se mantiene durante toda una obra, resulta difícil de captar y pesado para leer. Es muy corriente que muchos autores, entre ellos el que suscribe, lo utilicen con cuentagotas, con objeto de dar un mayor impacto, una mayor fuerza a alguna escena determinada.

Pero la forma en que el novelista utiliza esa alternancia está tan bien realizada, tan estudiada (ignoro si los diversos capítulos están relacionados por el sistema expositivo o por el contenido, con las repetidas “Variaciones Goldberg”) que en ningún momento el presente histórico resulta pesado. Antes bien, al contrario. Con singular maestría, el autor nos va llevando poco, a poco, con un orden que al principio parece aleatorio, ya que no sigue una sucesión histórica por fechas consecutivas, pero que realmente no lo es, tal y como al final el comentario con que se cierra la biografía nos hace comprender.

La obra es intensa, penetrante. Poco a poco vamos comprendiendo a esa persona tan difícil que era Glenn Gould. Inteligente, solitario, maniático, se nos expone sus situaciones familiares, su educación musical, sus éxitos, sus fracasos, sus rarezas y su ansia de soledad. Algún comentarista  ha achacado al personaje ser víctima de un síndrome de Asperger, pero no puedo estar de acuerdo en ello. Glenn Gould era, sencillamente, un personaje al que le gustaba la soledad, y que sólo por necesidad admitía el trato social con el resto del mundo. Indirectamente, y de una forma muy discreta, Castroguer revela que el artista mantenía de vez en cuando, y no raramente, relaciones intimas con damas de diversas características, de la misma manera con que congeniaba de manera natural con algunas personas (Bernstein, por ejemplo). No tenía deformidades físicas, no estaba obsesionado por nada (no es obsesión, en un pianista  como él, estar encandilado por los pianos o la música) y no coleccionaba objetos absurdos. No cabe oponer a esto que se retirase silenciosamente de los escenarios llegado determinado momento, ya que el autor demuestra cumplidamente que debía hallarse agotado.
 
Pero Alejandro Castroguer nos arrastra con sus intensas descripciones de la vida de Glenn Gould, de su forma de actuar, de sus sufrimientos íntimos. Nos expone quien era con tal pasión, con tal fuerza expresiva, que no puede por menos de subyugar al lector, el cual a medida que profundiza en la obra se ve cada vez más interesado en el dolorido protagonista, por los acontecimientos que le rodean y por todos sus problemas, económicos, artísticos, técnicos y familiares.

Si la obra de Castroguer se contempla como biografía es sin duda una exposición real y viva de la vida de un artista; si se hace considerándola como una novela, es una obra fuera de serie, extraordinariamente bien escrita, con las palabras justas y adecuadas para describir cada situación, cada estado de ánimo, cada problema de los que acosan al pianista canadiense. Éste, como un ser vivo, surge, emana, de las páginas de la obra y se alza ante el lector como un ente real, existente, de carne y de sangre, de muchas penas y escasos ratos felices. No podemos por menos, al ir pasando una página tras otra, que sentirnos dominados por la potente atracción de lo que Castroguer ha escrito, con un estilo personal y único, hasta llegar a las últimas y  entristecedoras escenas. Casi no es un libro lo que tenéis entre las manos, sino un ser viviente más, derramando humanidad por todas partes.

La obra merece, sin lugar a dudas, el Premio Jaén de Novela que se le ha concedido. Para leerla no hace falta ser aficionado a la música clásica, ni siquiera saber algo de ella. Basta con ser un ser humano, capaz de comprender la vida de los demás. Leedla; no os arrepentiréis.



Cartagena, 7 de junio del 2016

domingo, 5 de junio de 2016

Ésta no es la típica entrada de gatitos



Pues eso, que aunque lo parezca, ésta no es la típica entrada con fotos de gatitos. No es más que un ardid para atraer la atención de los más dispersos. El Habitante Incierto aprovecha, pues, el consuetudinario descanso de los domingos para traeros una cita bien afilada (como es norma en la Casa Deshabitada), extirpada del "Libro del desasosiego" escrito por uno de los grandes nombres de la prosa portuguesa, Fernando Pessoa: 

"Feliz quien no exige de la vida más de lo que ella espontáneamente le ofrece, dejándose guiar por el instinto de los gatos, que buscan el sol cuando hay sol, y cuando no lo hay, el calor donde quiera que el calor se encuentre.” 

Pues eso, felices los gatos y quienes viven como ellos. 
 

sábado, 4 de junio de 2016

La piel del infinito, de Bermúdez Castillo


Título: La piel del infinito
Autor: Gabriel Bermúdez Castillo
Año: 1978
Páginas: 141
Editorial: Ediciones Dronte


La edición de "La piel del infinito" se completa con uno de los mejores relatos de Bermúdez Castillo, "Cuestión de oportunidades".

Texto de contraportada: Desde lo más profundo de mi oscuridad espío al mundo. Esos seres blandos de carne y hueso, húmedos, asquerosos; con sus vicios y sus pasiones. Y su dolor. Dolor. Los teléfonos suenan a mi alrededor, las radios zumban, me llegan comunicaciones. Muertes, revoluciones, asesinatos. Violaciones. Dolor. Me estremezco. La suprema comprensión llega a mi. Aquí, en lo más profundo de mi oscuridad, adelanto mis manos y casi rozo, casi, la piel del infinito…

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Con apenas un puñado de párrafos, el novelista logra que el lector acepte la idea inicial de la obra: la voz de un narrador que, en primera persona, cuenta cómo lo liberan de cierto lugar (no se especifica de dónde) y cómo regresa a su hogar (qué significa la palabra hogar en su boca) dispuesto a cumplir una misión (¿cuál?) que no termina de comprender pero que es de obligado cumplimiento. Demasiadas incógnitas como para tildar a esta novela como una más entre las que se publicaban en aquella época de finales de los setenta. En realidad se trata de una rareza que me trajo vagos ecos de "Molloy" de Samuel Beckett, ese monólgo interior en donde no hay más respuestas que lo que sucede delante de las narices de quien sostiene el libro. La novela traza un camino que ha de recorrer en solitario el lector, sin más brújula ni pistas que las pocas que encontrará en los arcenes.

Hagen y Elsa (dos nombres de reminiscencias wagnerianas), Jorge Bruckner, los padres puritanos, la torre de placer donde gozan de sus cuerpos Elsa y Bruckner (una de las escenas más originales y sensuales de toda la novela); sadismo y sexo, y violencia, y ciudades imposibles como la Ciudad del Reposo (su descripción la asemeja a una de las Ciudades Invisibles de Italo Calvino), todos los escenarios y los personajes movidos por la voz del narrador, quien por cierto se enreda en ciertos vericuetos del lenguaje, en un alarde más de virtuosismo por parte del novelista.

Citando a Charles Ives, esta La piel del infinito es una verdadera Pregunta sin Respuesta. Al menos, el autor no ofrece ninguna. Corresponde al receptor del mensaje, el lector, elaborar su propia teoría acerca de lo leído y encontrarle, si es posible (o necesario), una explicación. Pese a compartir muchas de las señas de identidad de este autor (aventuras, sexo y humor), su particular enfoque la diferencia del resto de novelas publicadas de su catálogo. Tal vez, a esto obedezca el hecho del escaso eco mediático que tuvo cuando Ediciones Dronte la publicó en 1978. 

En resumidas cuentas, han de huir, pues, de "La piel del infinito" aquellos lectores que quieren (o precisan) la comida bien masticada y deglutida. La naturaleza de la violencia que engendra el narrador no necesita de justificación, ni por su parte ni por parte de Bermúdez Castillo, que se solaza en una espiral de desmanes que crece y crece con la única ambición (eso parece) de destruirlo todo. Lo dicho, no es una obra sencilla, lo que no quiere decir que no sea fascinante.

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La edición se completa con "Cuestión de oportunidades". En este relato, uno de los más celebrados de Bermúdez Castillo, el señor Mendoza ha perdido una importante cantidad de dinero. Es por ello, por el temor que le infunden los Pistoleros Diplomados de la Autarquía de Titán, que recurre a una empresa que ofrece trabajos bien remunerados: la única pega es que en ellos hay que poner, sí o sí, en riesgo la vida. A mayor remuneración, mayor es el porcentaje de morir sin concluir el trabajo. Una aguda reflexión en torno a la necesidad y a la avaricia humanas. 

Amén de en esta edición, "Cuestión de oportunidades" apareció luego en la Colección de Orbis, los "libros azules", en Martíez Roca en su colección Super Ficción y en una antología de Minotauro. En resumidas cuentas, estamos ante una de las obras más famosas de Bermúdez Castillo. 


viernes, 3 de junio de 2016

Caramelo sabor a coño

Os dejo otro fragmento (extractado) del diario que estoy escribiendo, y que espero publicar en papel en el futuro —escucho ofertas al respecto—. Aunque parezca pura invención, los comentarios y acciones son fieles reproduccioones de la realidad. 


Unos lo llaman Sloth, en homenaje al tipo desfigurado que aparece en “Los Goonies”; otros prefieren decirle Papa Pelá. (...) Si días atrás había apostado por Radio Guaraní, dice con evidente sorna –le da lo mismo que sea una cumbia o un bambuco lo que suena–, hoy le ha dado por Radio María. 
—Radio María, la de los fumetas —apostilla. 
Un coro de mujeres reza el rosario con una obstinación de autómatas propios de novelas de Isaac Asimov o adeptos a una secta. Qué mejor banda sonora que ese rosario para purgar nuestra condena diaria, compañeros. Menos mal que la redención en esta oficina tiene el plazo de caducidad muy corto. Y es que siempre hay alguien dispuesto a desacralizar el instante con un comentario que haría palidecer a los andamios de toda España. No hay albañil en nuestro suelo patrio que sea capaz de decir algo tan poético como esto: 
—Si alguien comercializase un caramelo sabor a coño, yo estaría obeso —apunta Bagram. 
(...) Ahora sólo falta que Amargo, especialista en chistes y chascarrillos varios, ligón de boquilla y cara de empollón, dispare una de sus gracietas. 
—Tienes la nariz como la rodilla de una cabra. 
Da igual que el destinatario de la agudeza sin igual sea Sloth o Marga, la compañera a quien su hermana desflecó a bocados en defensa propia. Lo importante es olvidar el ritmo machacón de las cumbias y el ataque de caspa de las parroquianas rezando el rosario. Y hacer bueno el aforismo de Bukowski, “la risa de los idiotas apelmaza el aire”.

Otras entradas relacionadas con el citado diario:

Cabeza hueca > https://guerradoblemuerte.blogspot.com.es/2016/05/cabeza-hueca.html

Caballos y divinidades > https://guerradoblemuerte.blogspot.com.es/2016/05/caballos-y-divinidades.html

miércoles, 1 de junio de 2016

Cita de uno de los grandes, Ray Bradbury



Cita está extraída del libro de Ray Bradbury Las maquinarias de la alegría, más concretamente del relato El día de Muertos:


"La vida es querer cosas. Siempre has de querer cosas en la vida. Querrás frijoles, querrás agua, desearás mujeres, desearás dormir, sobre todo dormir.

Querrás un burro, querrás un nuevo tejado para tu casa, querrás bonitos zapatos de los que se ven en el escaparate de la zapatería, y otra vez querrás dormir.

Querrás la lluvia, querrás frutos tropicales, querrás buena carne; una vez más desearás dormir. Buscarás un caballo, buscarás niños, buscarás joyas en las grandes tiendas resplandecientes de la Avenida y, recuerdas, ¿verdad? al final tratarás de dormir.

Recuerda, querrás cosas. La vida es querer. Querrás cosas hasta que ya no las quieras, y entonces será el momento de querer dormir y nada más que dormir. Nos llega a todos el momento en que dormir es lo grande y lo hermoso."



Publicado originariamente en el blog de
La Octava Noche el 21-XII-2009