Blog personal de Alejandro Castroguer

En este blog podrás estar al tanto de las noticias que generen las novelas "GLENN" (Premio Jaén de Novela 2015), "LA GUERRA DE LA DOBLE MUERTE", "EL ÚLTIMO REFUGIO", "EL MANANTIAL" y "HOLMES Y EL CASO DE LOS OCHO ESTÓMAGOS", y las antologías "Vintage'62: Marilyn y otros monstruos" y "Vintage'63: J.F.K. y otros monstruos" entre otras. Además, es lugar de encuentro para amantes del cine, la literatura, la buena música y las aventuras del Rey Mono.

viernes, 30 de abril de 2010

Entrevista con Álvaro Fuentes, director de la línea Z de Dolmen



Álvaro Fuentes García, director de la línea Z. Lector compulsivo de comics y libros desde que tiene uso de razón. Devorador de películas de género fantástico y terror sin hacer ascos al resto de géneros ya sean en color o en blanco y negro. Amante del género zombi desde hace más años de los que recuerda y que ahora anda inmerso como editor de la línea Z de Dolmen dedicada al género zombi.


-Álvaro, ¿algo más que añadir a la presentación?

- Salvo que conozco el secreto del acero y que sueño con ovejas eléctricas casi todas las noches… poco más.


-¿Cuánto tiempo le dedicas al cabo del día a la lectura de obras para Dolmen?

-No es sólo el tiempo que gasto en la lectura. También hay que investigar por la web, ver que se está cociendo fuera, leer opiniones, etc… Mi mente está ocupada casi todo el día con los zombis, pero tranquilos, mis conocidos saben que no soy peligroso. Pero vamos, leo muchas horas al día.


-¿Qué experimentas cuando tienes entre tus manos un manuscrito que sabes que terminará formando parte de la Línea Z?

-Alegría. Principalmente porque sé que eso lo leerá mucha gente y que aporto mi granito de arena para que el género sea mejor valorado. Pero realmente el mejor momento de todo este proceso es cuando se lo comunico al autor, darle la noticia y notar su alegría es una de las mayores recompensas.


-No haré que te decidas literariamente entre Terror, Fantasía o Ciencia Ficción, dada tu condición de fan y experto en el género Zombi, así que ... ¿serías capaz de recomendarnos un libro de Fantasía y otro de Ciencia- Ficción?

-Claro que puedo recomendar, el problema es que sólo pueda ser un título de cada uno de los géneros, de todas formas haré un esfuerzo. De fantasía recomiendo un título que dentro de poco será editado, El bastón rúnico de Michael Moorcock. Y de Ciencia- Ficción os recomendaría un título que lleva conmigo desde hace muchísimo tiempo y que me regaló mi padre, El león de comarre y A la caída de la noche de Arthur C. Clarke.


-¿A quién o a qué le debes tu afición a la lectura en general?

-A mi padre, fan incondicional de Conan. Cuando era pequeño vivía rodeado de comics de Conan, la gran revista 1984, El Cimoc y cientos de libros. Recuerdo que con diez años iba leyendo las novelas de Howard en el metro y que el Den de Corben era mi compañero de viajes.


-Como aficionado a las películas añejas en blanco y negro, ¿qué gran clásico ha dejado una huella imborrable en ti?

-Muchos, me han marcado muchísimas películas y sobre todo momentos de ellas. Pero si tengo que elegir un clásico me quedaría con La noche de los muertos vivientes. Pero guardo un especial cariño a “El día más largo” y “Objetivo Birmania”, las cuales he visto muchísimas veces ya.


-¿Eres de los que piensan que a G.Romero se le acabó la inspiración después de “La noche de los muertos vivientes?

-Ni mucho menos. Le duró dos películas más: Zombi y El día de los muertos. Creo que contó su visión, todo el ciclo desde el comienzo de todo hasta el final de la humanidad. Cerró el ciclo con el día, sólo hay que fijarse en los títulos: noche, amanecer y día para darse cuenta de ello. Después sí que perdió la inspiración y salvando La tierra de los muertos vivientes, los otros dos títulos son para olvidar.


-¿Has conseguido encontrar una razón lógica de tu admiración por el género Zombi?

-Si, se llamaba Michael Jackson y gracias a que su Thriller me aterrorizó una Nochevieja hace ya muchos años conocí a una criatura que me marcó. He de decir que las películas de zombis son con las que más sufro… realmente lo paso muy mal viéndolas.


-¿Cómo se te ocurrió la idea para el relato de “El ansia”, incluido en la reciente Antología Z que ha editado Dolmen?

-Quise intentar crear un relato que cuando se leyera fuera frenético, sin pausa. De ahí que este escrito con frases muy cortas que intentan quitar el aliento al lector.


-¿Qué proyectos de futuro, que se puedan contar, tienes para la línea Z de Dolmen?

-Poca cosa puedo decir sin levantar la liebre, así que lo mejor es estar atentos a las noticias que iremos dando sobre las novedades. Ahora salen los pesos pesados de la línea.


-¿Qué opinión te merece la GDM, "La Guerra de la Doble Muerte"? ¿Qué personaje te inspira mayor mal rollo?

-Para mí se define con una sola palabra… original. Definir algo de esa forma dentro del género zombi es el mayor honor que se le puede dar ya que muy poca gente se sale de las normas establecidas.

No tengo uno sólo, son dos. Pero si no te importa, me guardo el secreto.


-Para despedir, di lo que quieras que haya quedado en el tintero.

-Simplemente deciros que si veis un zombi lo mejor que se puede hacer es poner la mayor distancia entre él y vosotros y que nunca olvidéis que medio zombi sigue siendo un zombi.


Gracias, Álvaro, por la amabilidad y predisposición a ser entrevistado para el Blog de la GDM. Estaremos pendientes a cuanta novedad literaria nos traiga Dolmen.

martes, 27 de abril de 2010

Primera referencia cinematográfica de la GDM

La primera referencia cinematográfica que el lector puede rastrear en las páginas de la GDM se halla en el Capítulo 3º (http://guerradoblemuerte.blogspot.com/2010/02/3er-capitulo-cronicas-de-guerra-se.html ), cuando a Judith se le hace de noche persiguiendo la ambulancia de los batas blancas, y se ve en la obligación de buscar cobijo en una casa. La calle es Tomás de Ibarra de Sevilla. Dentro se descubrirá a un personaje que posteriormente dará que hablar, y a la madre de éste. Por la peculiar relación entre ambos la escena remite o tiene ecos de Psicosis de Alfred Hitchcock. Cualquiera puede recordar la trama de la película y la relación "malsana" entre Norman Bates y su posesiva madre (no cuento nada en concreto para quien no la haya visto).



Psicosis fue dirigida por Alfred Hitchcock en el año 1960, más concretamente desde el 11 de noviembre de 1959 hasta el 1 de febrero de 1960. Rodada con un presupuesto de algo más de 800.000 dolares, tiene como fuente literaria la novela homónima de Robert Bloch, quien a su vez se inspiró en los crímenes del asesino en serie de Ed Gein.





Aquí tenéis el fragmento del Capítulo 3º, Se acerca la noche:
"Antes de quedarse de nuevo a oscuras, a Judith le ha dado tiempo a ver al reptil, vestido de mujer, posiblemente con un chal de la madre y una absurda peluca. No hace falta que le diga nada para que se deshaga del cuchillo.
Judith alcanza el arma tanteando el suelo.
-Deje a su madre descansar en paz- protesta y se derrumba sobre una esquina de la cama.
-A ella no le gusta usted."

Un saludo a todos los GDManíacos.


domingo, 25 de abril de 2010

Última hora



Debido a intereses editoriales, por ahora no se subirán nuevos capítulos de la GDM, que ya estaba en la mitad de su extensión. Como quiera que toda obra escrita aspira a ser publicada, y desde un inicio ése y no otro era el fin de "La Guerra de la Doble Muerte", espero que sepáis comprender la situación.

Por supuesto, el blog no se cierra:
1.- habrá entrevistas con lectores y amigos de la GDM y diversas personalidades afines al género Zombi,
2.- comentaremos distintas referencias cinematográficas que aparecen en los capítulos ya subidos,
3.- pediré vuestra ayuda con descripciones de los personajes principales,
4.- y por supuesto, habrá más sorteos de objetos relacionados con la obra.

GRACIAS a todos por la lectura y la comprensión. Ahora a esperar la GDM en papel.

viernes, 23 de abril de 2010

Entrevista a Fernando Valdés, de Zombi.Blogia


Fernando Valdés es conocido por todos los que frecuentamos el género Zombi gracias a la extraordinaria pujanza de Zombi.Blogia (http://zombi-blogia.blogspot.com/ ). Con más de 4 años de actividad, 225 seguidores y cientos de entradas es un referente para quien desea estar informado de la más rabiosa actualidad Z, aun cuando no sea exclusivo del mismo, ya que abarca cuanta expresión artística lleve el apellido "apocalíptico".


GDM -¿De dónde obtienes tanta información? ¿Cuánto tiempo le dedicas a Zombi.Blogia?

Fernando -La información, al principio, allá por el 2006, la recababa buceando por la red, casi exclusivamente en páginas en inglés, que era, por aquel entonces, casi el único idioma que se empleaba para hablar de zombis (sin e, por favor) en internet. Con el paso del tiempo, poco a poco fui entrando en contacto con distribuidores y demás, lo típico, y comencé a recibir información fresca en mi correo electrónico. A esto también ayudó poner una dirección de contacto en la página. También recibo infinidad de correos de muchos lectores y amigos milenaristas, por no hablar de los amigos de toda la vida, que me envían todo aquello que les huele a muerto.

En cuanto al tiempo que le dedico a zombiblogia, he de decir que varía bastante según mi estado de ánimo y laboral. Durante muchos años me mantuve al ritmo de un artículo diario o cada dos días. Posteriormente, he ido alternando etapas de mayor o menor prodigalidad de entradas. Me temo que no tengo ni tendré nunca un ritmo fijo para casi nada en esta vida.


-Hablemos de tus gustos personales. ¿Serías capaz de elegir entre estos tres géneros: Terror, Fantasía o Ciencia Ficción?

-Hay ocasiones en las que encuentras lugares (A Quinta Da Regaleira, la frontera con Rusia, al este de Kuhmo, en una fría noche de verano), libros (Bomarzo, La casa del confín del mundo), películas (Lost Highway, Donnie Darko) o personas (aquí no daré ejemplos) que hacen acopio de estas tres vertientes de lo maravilloso, por denominar ese todo de alguna manera. Esos tesoros hay que saber aprovecharlos y deleitarse con ellos, siempre. Por tanto, te diría que a priori me interesan los tres, sobre todo si vienen de la mano, aunque como mucho lo hagan sólo por parejas. Si tuviera que quedarme con tan sólo uno de ellos, pediría poder escoger... uno distinto cada vez.


-¿A quién le debes tu afición a la lectura?

- A la hermana de mi madre, que toda la vida me ha regalado libros.


-¿Qué gran clásico de la literatura recomiendas siempre? ¿Y del cine?

-Esta es una pregunta que bien podría tener diferentes respuestas. Ninguna sería del todo válida, dada su coexistencia con muchas otras. Pero bueno, justo en este preciso instante respondería que Los pasos perdidos de Alejo Carpentier y Papillón de Shaffner.


-¿Eres de los que entendieron la naturaleza onírica de "El Golem" de Meyrink o de los que se enfadaron porque sus apariciones son apenas esporádicas?

-Posiblemente no me incluya en ninguno de los dos sacos. Quizá lo que más me gustó de la novela de Gustav Meyrink fue la descripción que hacía del ghetto. Hace no mucho me regalaron un librito muy interesante, que se adquiere en la sinagoga de Praga, donde se recogen múltiples leyendas en torno al pueblo judío que, huyendo de ciertos pueblos eslavos, se estableció en Bohemia y acabó fundando el ghetto donde vería la luz ese ingenio de tierra animada.


-¿Has conseguido encontrar la razón de tu admiración por el género Zombi?

-Creo que me hace sentirme muy vivo pensar en verme rodeado de muertos. Normalmente disfruto de mis pesadillas, pero cuando éstas traen de la mano un puñado o cientos de muertos vivientes, mejoran muchos enteros. En brazos de Morfeo he visto escenas cinematográficas sumamente terroríficas. Por otro lado, siempre me ha seducido experimentar la sensación que debe recorrer la espina dorsal de esas dos hermanitas que han sobrevivido al holocausto y se lían a probarse modelitos al ritmo de Girls just wanna have fun!, o del tipo que busca y rebusca el arma definitiva por un centro comercial.


-Cuando has leído algo verdaderamente bueno ¿te has animado con la escritura? Háblanos de algún relato tuyo que deberíamos conocer.

-La verdad es que creo que la lectura sólo provocó en mí la necesidad de escribir a muy temprana edad. Posteriormente y hasta ahora, mis breves escarceos literarios se cimentan básicamente en mi universo emocional. Cuando estoy en crisis, escribo. Escribir para mí es reflexionar sobre la vida. Y me da la sensación de que cuando estoy ocupado en vivir, no tengo demasiado tiempo para reflexionar sobre ello. Pero cuando me siento un poco morir, me decido a escribir.



-¿Qué proyectos de futuro tienes para ti o para Zombi.Blogia?

- A grandes rasgos los de siempre. Que mi querido Blogger in the Shadow y un servidor llevemos a cabo cuantos proyectos trazamos en las noches del fin de semana. Tenemos perfilados cuatro guiones fabulosos que trataré de resumir brevemente sin dar realmente detalles. Uno es puramente terrorífico, muy clásico pero desde una perspectiva nueva; otro es en tono de humor y con mucha crítica social, con un personaje que podría calificarse como el Machete (el del falso trailer) del universo de los morts vivants. El tercero es una mixtura que resultará terrorífica, hilarante y dramática a partes iguales. No me preguntéis cómo. El cuarto es un sencillo pero efectivo anuncio sobre zombiblogia que colgar en youtube. Otra idea que ha surgido es preparar un juego de cartas que transcurriera unos años después del apocalipsis zombi, lo que se conoce como «momento día de los muertos vivientes» (totalmente postapocalíptico). Sólo os diré que se llamaría «Miguel».


-¿Conoces la GDM, "La Guerra de la Doble Muerte"? ¿A través de quién o de qué medio llegaste a ella?

- La conocí el día que me hiciste llegar su enlace. Siempre es una gran noticia el surgimiento de nuevos enfoques hacia la temática zombi-apocalíptica.


-¿Algo más que añadir, Fernando?

-Estoy encantado de haberte conocido, Alejandro. La entrevista ha sido muy divertida e interesante, y todo un placer para mí responderla. Te deseo mucha suerte con la Guerra de la Doble Muerte y todo aquello que emprendas. Y una última cosa. Cuando hablaba de la películas que engloban dos de las tres vertientes antes mencionadas (terror, fantástico y ciencia ficción), no he podido evitar acordarme de una de las mejores películas que he visto este año. Sólo le faltaría el terror para ser perfecta, pues creo que desdibuja magistralmente los límites entre la ciencia ficción y el cine fantástico. Os recomiendo ver cuanto antes Cold Souls, con un soberbio Paul Giamatti interpretándose a sí mismo.


Gracias, Fernando, por la amabilidad y predisposición a abrir el turno de entrevistas para el Blog de la GDM. Estaremos pendientes a cuanta novedad literaria o cinematográfica recomiende Zombi.Blogia.


martes, 20 de abril de 2010

Escena Eliminada Dos

Unos días antes ...


La bóveda de nubes sucias anuncia la proximidad de la enésima tormenta. El peso del agua las tumba sobre la carretera y la humedad se presiente en el mismo tuétano de los huesos. Así que los resucitados aprietan el paso. Caminar a campo abierto y bajo una tromba de agua no es del gusto de nadie.

La infinita columna de cuerpos cancerosos y desconchados se extiende a lo largo de más de diez kilómetros sobre la Nacional 340 a la altura de Motril, camino de Almería. La inminencia del pánico y la gravedad del silencio caminan junto a ellos, adheridos a los jirones de ropa, a la carne podrida que queda al descubierto. Sólo es perceptible el rumor de los zapatos arrastrados sobre el asfalto.

A la derecha, mar adentro, se advierte la presencia de la fragata Victoria de la Armada española, cada vez más cerca. Dista de la carretera unos trescientos metros. Todo transcurre con normalidad hasta que en la cubierta refulge un fogonazo, en silencio. El estallido llega hasta los oídos de los que huyen con retraso, coincidiendo con el estallido. La violencia del mismo destroza la carretera y a los zombies, lanzando a toda velocidad fragmentos de asfalto y de carne. Los cuerpos estallan y llueve sangre, brazos, intestinos. Los que por azar no han sido alcanzados se apartan del cráter excavado por la explosión.

Un segundo impacto sacude la tierra bajo los pies. Ahora empiezan los gritos y las carreras, y con éstas los empujones, y los primeros cuerpos que caen al suelo y ya no pueden levantarse por culpa de los que pasan justo por encima de ellos. Nadie respeta a nadie.



Entonces, cuando miles de ojos enfermos miran al mar, bajo la bóveda de nubes aparece un escuadrón de helicópteros Eurocopter EC665 Tigre. Sobrevuelan la carretera a escasa altura, cincuenta metros a lo sumo.

El tableteo de las hélices pone sobre aviso a la columna de resucitados. De repente, la sorpresa detiene el lento pulso sanguíneo de los no-muertos. Después, de regreso al miedo, los que pueden arrastrar los pies procuran ponerse a salvo. Por el contrario los que por su extrema debilidad son incapaces de hilvanar tres pasos seguidos, quedan en mitad de la carretera, el cuerpo mirando hacia adelante, el cuello torcido y los ojos mirando la carretera ya transitada. Son como esas palomas que en mitad de la plaza aguardan el zarpazo certero del gato callejero.

La primera ráfaga hiere el asfalto trazando dos líneas paralelas que buscan los cuerpos detenidos. En el espejo de las pupilas la imagen de los helicópteros es cada vez más grande. Es un espectáculo al que ninguno de ellos le gustaría asistir, pero son los principales protagonistas. Los han dejado en mitad del escenario y su retirada definitiva será presenciada por el resto de la columna. Los proyectiles terminan alcanzándolos. Es cuestión de un segundo, en primer lugar muerden las piernas, luego ascienden a través del tronco y por último desfiguran los rostros. El espejo de los ojos salta definitivamente por los aires.


Unos minutos más tarde, cuando todo ha terminado, un convoy compuesto por cuatro camiones y cinco jeeps recoge a los que han tenido la suerte, o la desgracia, de sobrevivir. Los que están heridos en las cunetas reciben la bendición final, un disparo en mitad de la cabeza.

Cierra el convoy una furgoneta. Pertenece a Televisión Española. Cuando un capitán les da el OK, un operador cámara en ristre filma única y exclusivamente lo que se debe filmar, nada de la crueldad de las ejecuciones de las cunetas ni los insultos o los golpes a los zombies caídos, sino el trato cuidadoso que reciben los que no han sido retirados. Es una política dirigida desde Madrid. Las imágenes se emitirán en los telediarios para que medio mundo compruebe la eficacia del Gobierno español a la hora de responder a la crisis de los resucitados.



viernes, 16 de abril de 2010

15.2º Capítulo >> La Ciudad Negra

(Originalmente se publicó completo el capítulo. Ahora sólo es un extracto en espera de la publicación del libro)


(...)

Sucedió delante de una cámara de televisión, en una conexión en directo. A la altura de Bobadilla descarriló un tren. Nunca se supo la causa que lo provocó, o nadie lo preguntó, o quien se interesó por ello fue despedido. La cifra inicial de muertos rondaba los cien fallecidos. Lo único cierto es que, coincidiendo con la conexión en directo de un informativo de Telecinco, varios de los cadáveres abrieron los ojos y se levantaron. La cámara pudo filmar un par de ataques antes de que un agente de la Policía Nacional obligase al reportero a bajar la cámara.

Pero la gangrena galopaba por carretera, o campo a través, sin control posible. Esa misma tarde se confirmaron nuevos ataques, en Sevilla capital y en parte de la provincia. Osuna se convirtió en un campo de batalla. Quienes quisieron huir en sus coches a toda velocidad provocaron más accidentes y atropellos. Los que no consiguieron digerir la crudeza de las primeras noticias se suicidaron cortándose las venas o arrojándose desde las ventanas. La muerte llamaba a la puerta de las casas y no hubo muro ni barricada capaz de detenerla. Atacaba por igual a periodistas y a fuerzas de seguridad. Un único resucitado contagiaba el hambre a cientos, y éstos, a miles.


Esa misma noche el Ministerio de Defensa movilizó a las tropas acuarteladas en San Fernando, en un desesperado intento a contrarreloj. Sin embargo la vacuna llegaba demasiado tarde. El perímetro del cuartel se infectó de hambrientos. El primer soldado que dudó en apretar el gatillo concedió los segundos necesarios al resucitado que se acercaba con los brazos extendidos y la mirada náufraga. Le bastó con un mordisco a la altura de la muñeca. El soldado contempló cómo la vida se le escapaba sin que ninguno de los compañeros supiese qué cojones hacer. Poco después el conductor del vehículo fue mordido en el cuello y la vida se desvió definitivamente de la carretera.

En los informativos con carácter de urgencia se informó que la situación estaba controlada cuando en realidad era todo lo contrario. La mentira resistió a duras penas esa noche. Al día siguiente el Ministerio del Interior reconocía la gravedad de lo sucedido. A pesar de lo cual se intentó atajar la crisis con intervenciones puntuales del ejército de tierra. Y en un primer momento se antojaron efectivas. Una escaramuza rápida con el objetivo de retirar al mayor número de resucitados.

Sin embargo la gangrena buscó nuevos caminos y, después de unos días de tensa calma, estalló la segunda crisis, extendida ya por toda Andalucía, desde Huelva a Almería.

El Gobierno declaró el estado de alarma poco después del día de Reyes y el viernes 22 de enero el Congreso de los Diputados prorrogó dicho estado, dando de alguna manera luz verde a la intervención militar, por tierra, mar y aire.




Lunes 1 de febrero de 2010, las 8 de la mañana.

Cerca de la Ciudad Negra.


El brillo de las condecoraciones centellea en la mirada del comandante. Con un mínimo gesto de la mano ordena acercarse al capitán, que obedece sumiso a pesar de que le dobla en estatura y anchura. La conversación discurre con la rapidez propia del instante. Luego el capitán se dirige a los soldados que esperan formados a su derecha. De inmediato suben al camión, fuertemente armados.

Se ponen en marcha seis camiones llenos de hambrientos seguidos por el de los soldados, siete vehículos sobre la única carretera de España que atraviesa el mar.


Al fondo, una gran muralla de color negruzco, más negra cuanto más clara es la luz del amanecer.

Al acercarse cuesta creer el material del que está hecha. Es un cementerio de coches, prensados hasta el límite para condensar la dureza del metal, unos encima de otros, cada uno un ladrillo para levantar el muro más recio que haya visto nadie. Aquí y allá, sin aparente lógica, unos pilares que se hunden en el agua contienen toda la estructura. Por último la cubre una red metálica del grosor de un dedo. Si no fuera suficiente la recia solidez de la muralla para amedrentar a los que están a ambos lados, remata la obra el color negruzco de la misma, que se debe a la acción del fuego. Han bombardeado la muralla con MK77, día y noche, hasta que el hierro ha enrojecido y los coches y la red han quedado prácticamente fundidos unos con otros.

Un muro de veinte metros de altura y uno de anchura, oscuro como la noche. Sus extremos se adentran doscientos metros en el mar, que enrabietado por el viento vuelca su furia contra él. El estallido de las olas alcanza los cinco metros de altura. Una lluvia salada se cierne sobre los siete vehículos. Los limpiaparabrisas zigzaguean durante unos segundos.


En el centro se abre una puerta de diez metros de altura y cincuenta centímetros de grosor, dos hojas macizas del color del plomo, tan pesadas que cuando se abren para dejar pasar a los camiones, se lamentan con un profundo aullido metálico.

Atravesar esa última frontera provoca un miedo similar al de los indígenas de la Isla Calavera frente a la muralla tras la que se esconde King Kong, el sudor frío de las manos, el radar de los ojos en busca de la más mínima señal de peligro, la respiración alborotada. El soldado que conduce el camión donde figura Fernando y que abre el convoy, es la primera vez que hace el recorrido, así que desconoce que detrás de la gran muralla, hay una doble verja metálica a cincuenta metros de distancia que contiene a los cientos de resucitados que gruñen rabiosos en cuanto reconocen el olor de la vida. Al verla, el novato respira algo aliviado.

-Ya verás cuando se abra la puerta -le habían dicho los compañeros a modo de broma-, no te los vas a poder quitar de encima.

Los dedos cancerosos de los zombies asoman por entre los rombos de alambre y las miradas se afilan como cuchillos. Detrás de ellos, la escombrera en la que la guerra ha convertido a la antigua Cádiz. El ensañamiento del ejército del aire a la hora de regar con MK77 toda la ciudad y la violencia de los incendios le confieren a la ciudad un color negruzco, similar al de la muralla, un bosque calcinado de coches, farolas y edificios. Los que están más cerca a la verja de alambre muestran sin pudor, a través de la heridas de los bombardeos, sus vísceras, muebles, camas, televisores, mesas que quedaron abandonados con la huída de los últimos supervivientes.


Un par de helicópteros Eurocopter EC665 Tigre sobrevuelan la zona en previsión de que suceda cualquier imprevisto. Trazan círculos sobre la frontera de la Ciudad Negra. Sus órdenes son muy claras, impedir el regreso por carretera de cualquier zombie.

En ese mismo instante, como si todo siguiese un guión preestablecido, justo cuando se detiene el convoy, una sirena aúlla al otro lado de la verja. De inmediato, los hambrientos huyen atropelladamente. Es hora de esconderse. Sólo los más valientes permanecen al descubierto, eso sí, sobre las aceras, bajo las marquesinas de los edificios más próximos, prestos a iniciar la huída en cualquier momento.

Alargando la vista, el conductor del primer camión alcanza a distinguir un trailer blindado que se acerca a toda velocidad. Impresiona ver las defensas que luce en los costados, unas guadañas que impiden cualquier acercamiento, defendiendo las ruedas de la rabia de los cadáveres. Chillan las ruedas al detenerse violentamente. Del interior baja un soldado, fusil en mano, que después de comprobar que los zombis están lo suficientemente lejos, se acerca a la verja a abrirla.


Los helicópteros se mantienen colgados del cielo, bien cerca, para abortar un posible asalto al convoy. El soldado que ha abierto la verja hace una señal con la mano. Ya pueden entrar.



martes, 13 de abril de 2010

15.1º Capítulo >> Atrapado

(Originariamente el capítulo se publicó completo. Ahora se halla extractado a la espera de su próxima publicación)


A 120 kms de Sevilla, la fuga del Hospital de la Caridad ha conducido a Fernando hasta otra iglesia, la de Nuestra Señora de la Purificación, en Puente Genil. Ha preferido resguardarse en su interior antes que probar suerte en alguna casa de los alrededores.

Dos horas después ...
Lunes 1 de febrero de 2010, a las 1:40 de la madrugada
Iglesia de Nuestra Señora de la Purificación, Puente Genil


El pánico es tan espeso que termina cuajado dentro del pecho, hecho grumos. Es por ello que el corazón se atora. Y, como consecuencia, con el fin de vencer la pesantez de la sangre, fuerza el ritmo. De manera que el sueño se esconde, muy lejos de él, a mil kilómetros de distancia, y aunque se empeña en alcanzarlo, se le escapa entre los dedos.

Crece el miedo a que esa noche sea precisamente la
ÚLTIMA.

Una casulla le sirve de almohada; la bata blanca de sábana y la alfombra de lecho. Fuera la noche termina acorralando la iglesia, mientras en su interior rodea a Fernando. Algo nervioso limpia las gafas con un pañuelo, a tientas. Es un gesto inútil con que engañar las manos. De nada sirve tenerlas limpias, hay poco que ver, pero le ayuda a relajarse.
A su alrededor brilla, mínima e inquieta, la plata de los candelabros gracias a la penumbra que se descuelga a través de los ventanales. Desde su posición, Fernando reconoce la sombra oscura, más que la misma noche, del Cristo crucificado. Menos mal que no puede verle los ojos. Cree recordar que a él nunca le gustó semejante demostración de masoquismo pasionista.


Está a punto de enhebrar el sueño, de coserlo al cuerpo, cuando la puerta principal se abre violentamente. Toda la paciente labor de bordado salta por los aires con el temblor de la iglesia entera. A continuación un fogonazo de luz hiere la oscuridad dormida entre bancos y capillas. Son los faros de un camión, aunque a Fernando se le antoja, desorientado y adormilado, la luz de un escenario. Detrás ronronea un motor. Niega lo que tiene delante de los ojos. Hace visera con la mano, a contraluz consigue distinguir la figura de un hombre, imagina que armado con una guitarra eléctrica. La asociación de ideas y recuerdos es caprichosa, ajena por completo a la realidad. Mientras descubre el engaño, en el oído crecen ecos de una música corpulenta. Luego los labios pretenden hilvanar un par de frases en inglés, ¿Enter Sandman?
Buscando una respuesta, se incorpora. A manotazos se sacude los pantalones. La bata blanca queda olvidada en el suelo, al lado de la casulla. Será cuestión de acercarse a ver qué sucede. Abandona la capilla en dirección a la nave central. Entonces estalla una voz hostil:
-Levante los brazos. Será mejor para usted, créame.
!Ese maldito olor! ¡Joder, no puede ser!
El guitarrista aventura unos pasos, la luz del escenario detrás de él, la sombra alargada delante. Ha llegado a mitad de la iglesia cuando Fernando descubre la auténtica realidad, sin el maquillaje de la memoria. Ese hombre es un soldado del ejército de los vivos y la guitarra no es otra cosa que un fusil Heckler & Koch G36E.
-¡Aquí tenemos a un pellejudo! -grita en dirección al exterior.
Fernando levanta las manos al mismo tiempo que recupera una parte de él que había perdido después de la resurrección. Sí, la canción recordada es Enter Sandman, y es de Metallica. E inmediatamente recuerda el tanatorio, a su amigo Rodero y el partido del Canal Plus.

El miedo a la última noche derriba el muro de la prudencia.

Sporting de Gijón contra Sevilla, 0-1 a favor del equipo andaluz. Desentrañar más allá la madeja de los recuerdos es tarea en exceso fatigosa. No obstante rescata la imagen de un hincha del Sporting saltando al terreno de juego en busca del portero del Sevilla, y al mismo tiempo la del cadáver bajando de la mesa del tanatorio, la cara maquillada y los labios sonrosados.
Luego el terremoto en la garganta, los dientes del cadáver hundidos en la misma muerte, el fuego al sentir cómo el músculo es arrancado poco a poco, cada centímetro más doloroso que el anterior.

Fernando adelanta las manos y el soldado, sin mediar palabra, las esposas. Luego un culatazo en la espalda le convence para abandonar la iglesia. En el interior del camión encuentra los bultos oscuros de una docena de resucitados que han corrido la misma suerte que él. Los ojos se vuelven sobre Fernando, brillan en la oscuridad, como si de alguna manera pudieran encontrar en el recién llegado una respuesta. Pero la mirada derrotada y empequeñecida tras las gafas habla por sí sola, está tan confundido como ellos. Unas esquirlas plateadas en torno a las muñecas de sus compañeros confirma sus sospechas, todos están esposados.

Al otro lado del toldo y de la penumbra que los protege dentro del camión, las luces de una treintena de vehículos y las bromas de todo un batallón fuertemente armado. A través de la lona agujereada es posible ver a cientos de hombres con el uniforme de campaña y pertrechados con todo un arsenal de combate. Se divierten lanzando miradas en dirección al camión y haciendo chistes acerca del futuro de los hambrientos.
A poco que se esfuerce empinándose sobre la puntera de los zapatos, Fernando logra distinguir sobre el adoquinado de la plaza, cubierto de sangre y jirones de carne, todo un puzzle imposible de ordenar. En alguno de los pedazos descubre, asombrado, el pespunte negro de unas equis negras sobre las articulaciones. De nuevo la madeja desenredándose. Ya tiene un cabo del que tirar, el Hospital de la Caridad y el doctor Hawthorne. Es lógico que de inmediato recuerde la ambulancia, la recolección, el asco a la sangre y los pasos del jefe, temido como Ahab en el Pequod.
(...)
Seis horas después y no pocas paradas para recoger más hambrientos, el olor del mar infecta el interior del camión. Se cuela a través de la lona agujereada. Con las primeras luces del día Fernando repasa uno a uno los rostros de sus compañeros, el espejo donde ver reflejado su mismo miedo. Nadie se atreve a hablar. Y el silencio se sienta al lado de cada uno, codo con codo, escondido en el fondo de los ojos.
Fernando se aproxima al lateral izquierdo y se asoma a uno de los agujeros de la lona. Está amaneciendo. Afuera, el alboroto del océano. Se dirige al otro lateral. En contra de lo que esperaba encontrar, otra vez el mar.
Chillan las gaviotas sobre sus cabezas y el bramido del oleaje se hace cada vez más monótono.

Un convoy de siete camiones avanzan carretera adelante, el Océano Atlántico a derecha e izquierda. Circulan por una lengua de tierra no más ancha de treinta metros. El amanecer alarga las sombras de las farolas, que se apagan antes de que alcancen el último tramo de la carretera. Metro a metro se acercan a una gran muralla de color negruzco que alcanza fácilmente los veinte metros de altura, y que se interpone entre ellos y la ciudad. En sus extremos la muralla se adentra doscientos metros en el mar, mientras que en el centro se abre una puerta de veinte metros de altura y cincuenta centímetros de grosor, las dos hojas tan pesadas que los goznes se lamentan con un profundo aullido metálico.



viernes, 9 de abril de 2010

14.2º Capítulo >> Sangre en los cristales

Lunes 1 de febrero de 2010, las 9:15 de la mañana.

Edificio de La Equitativa, Málaga



Avanzo peldaño a peldaño mientras niego a las piernas el derecho de huelga. Ahora no me han de defraudar. Estoy extenuado y subir catorce plantas parece un castigo desproporcionado. Así que me ayudo con las manos para continuar con la ascensión, empeñado en seguir muy cerca a los que encabezan el grupo. Hay que estar bien situado, equidistante entre los primeros y los últimos, cerca para no perder detalle, pero también lejos para escapar al más mínimo peligro.

(...)

Cada escalón es una tortura, nuestros pies avanzan casi a ciegas, guiados por el cuerpo de quien tenemos justo delante. Si él cayese, los demás tropezaríamos inmediatamente.

Quiero que alguien me diga qué coño buscamos en lo alto del edificio. Mi voz flota en mitad de la oscuridad sin obtener respuesta. Sólo habla el hambre y la desesperación me invitan a continuar hacia adelante.



(Originalmente se publicó completo el capítulo. Ahora sólo es un extracto en espera de la publicación del libro)

martes, 6 de abril de 2010

14.1º Capítulo >> Mas de 39 escalones

Lunes 1 de febrero de 2010, las 9 de la mañana.

Edificio de La Equitativa, Málaga


(Originalmente se publicó completo el capítulo. Ahora sólo es un extracto en espera de la publicación del libro)



Advierto un rumor delante de mí, alentando el miedo de los que tengo cerca. La llama prende con rapidez, es lo normal, basta un primer comentario para que poco después, gracias al efecto dominó, sacuda las cuatro esquinas de la plaza.

-El ejército está a las puertas de la ciudad.

Estoy sentado junto a una estatua de bronce. En la inscripción leo, Hans Christian Andersen. Su nombre es un trasto abandonado bajo una sábana en el desván de la cabeza, Hans Christian Andersen, repito. Sé que está ahí, emboscado en la memoria, pero no sé qué significa.

He pasado una mala noche. He tratado en vano de deshacerme de las pesadillas, y digo en vano porque cuanto más luchaba por escapar más me enredaba en ellas, retorciendo cada imagen hasta el mismo límite de la cordura. Imágenes del día de ayer, las detonaciones a mi espalda, los gritos, las carreras. Y luego la huída sin mirar atrás, saltar de verja en verja, hotel tras hotel. Las hojas caídas sobre el agua podrida de las piscinas. Mis pies eran pesados como el mismo sueño.


Ahora descanso con los pies colgando, libres de las botas, sentado junto a la estatua. Estoy extenuado y necesito algo de comer. Ayer fue una jornada dura. Después de huir a toda prisa escaleras abajo en busca del paseo marítimo de Torremolinos, era imposible volver sobre mis pasos en busca del Chrysler. Con el ejército a mis espaldas, una locura.

Así que sólo tenía una salida, Málaga. Joder, no sabía que Torremolinos estaba tan lejos de la capital. En algún cartel indicador leí 14 kms. Andando y sin reponer fuerzas supuso un castigo excesivo. Cinco horas de caminata.

(...)


No muy lejos de donde se encuentra Salvador descubre un grupo más numeroso de lo habitual, cada uno remolcando su propia hambre, escondida la rata en la bodega del abdomen. Se dirigen al edificio de La Equitativa. Entonces se pone de pie y aventura unos pasos en dirección a la entrada.

Es el número 10. Sobre el dintel hay un gran medallón que alberga un altorrelieve de la Justicia, la balanza en la mano derecha, ennegrecida toda ella por el moho y la desidia de un Ayuntamiento que nunca se interesó por el inmueble. La puerta principal es de hierro. El forjado es discreto, funcional, y presenta una mano de pintura verde. Una cadena con dos vueltas y un candado impiden el paso, poca cosa para una piedra de gran tamaño, la insistencia de los golpes y la voracidad de los hambrientos.