A muchos melómanos les sucede. A mí también me ocurrió. Durante años me estrellé contra la impenetrabilidad de la "MISSA SOLEMNIS" de Beethoven. No era por falta de experiencia ante grandes retos: ya por entonces me gustaban muchas de sus últimas obras, léase la Novena Sinfonía o las últimas sonatas para piano y los últimos cuartetos de cuerda. Y pese a ello, la "Solemnis" se erguía inexpugnable, igual que un castillo fortificado que se burlaba de mi condición de tímido enemigo.
Tras numerosas derrotas, muchas veces quedé abatido a sus puertas, deshecho, empequeñecido ante su gigantesca rebeldía, sumando humillaciones hasta que al fin conseguí encontrar el pasadizo exacto a través del cual acceder a su secreto. A partir de aquel momento, no ha dejado de emocionarme su granítica belleza, su volcánico empuje. El castillo se había derrumbado ante mis oídos y había dejado su lugar a una planicie donde todo tiene su sitio: el antaño enemigo, la sombra incierta de Beethoven, el sufrimiento físico de los músicos y cantantes que la interpretan, el universo entero en cada una de sus notas. Ahora me busco, me encuentro en su arquitectura, me sumerjo entre sus cimientos, y en esos minutos Soy Yo; antes enemigo, ahora orgulloso aliado de una música que no es de este mundo.
Para finalizar, les dejo esta versión, arcana como muchos de sus misterios.
Que ustesdes la disfruten.