Hoy, trece de septiembre, se cumplen CINCO AÑOS de la publicación por Almuzara de "La Guerra de la Doble Muerte". A modo de celebración, y como regalo a los lectores más fieles, subo a esta entrada el que fue Capítulo 0 de "La Guerra de la Doble Muerte", novela que Almuzara editase en 2010.
En este capítulo los lectores podrán encontrar a uno de los personajes más esquivos de toda la saga ("La Guerra de la Doble Muerte" y "El último refugio") y conocer parte de su historia. Estará visible la integridad del texto por espacio de una hora nada más, hasta las 11 horas. Espero que lo disfrutéis.
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A Ángel Vela, que desde el primer momento
creyó en la importancia de la Doble Muerte.
creyó en la importancia de la Doble Muerte.
CAPÍTULO 0
Año 1931. Un pueblo del Este de los Estados Unidos,
las 22:30 de la noche.
las 22:30 de la noche.
Seguramente quien llamó aquella noche a Tod Browning lo hacía alentado por el éxito fulgurante de su anterior película, “Drácula”, y absolutamente convencido de que el director de cine no podría rechazar la oferta. Su jugada era perfecta, una Escalera Real de Color en el póquer.
—Tengo algo más terrible que el mismísimo Hombre Elefante —sentencia el desconocido yendo directamente al grano. La voz, astillada, parece venida de la otra esquina del mundo o de otro planeta, de lo lejos que suena.
—Lo siento, no sé de qué me habla. Creo que se ha equivocado de número —se defiende Browning.
En ese instante no hay nada más importante en su vida que el gin tonic que apura; con él trata de olvidar los preparativos del nuevo rodaje. Y la llamada es de lo más inoportuna. Repantigado sobre el sofá, descansa el vaso sobre el pecho, los dedos sobre el cristal, las piernas encima de una banqueta. No puede imaginar el final de todo: la sangre, el hambre, los huesos triturados, lo imposible, el horror. Sólo será cuestión de horas.
—Ni Drácula ni Frankestein son comparables a lo que le ofrezco.
—Tengo algo más terrible que el mismísimo Hombre Elefante —sentencia el desconocido yendo directamente al grano. La voz, astillada, parece venida de la otra esquina del mundo o de otro planeta, de lo lejos que suena.
—Lo siento, no sé de qué me habla. Creo que se ha equivocado de número —se defiende Browning.
En ese instante no hay nada más importante en su vida que el gin tonic que apura; con él trata de olvidar los preparativos del nuevo rodaje. Y la llamada es de lo más inoportuna. Repantigado sobre el sofá, descansa el vaso sobre el pecho, los dedos sobre el cristal, las piernas encima de una banqueta. No puede imaginar el final de todo: la sangre, el hambre, los huesos triturados, lo imposible, el horror. Sólo será cuestión de horas.
—Ni Drácula ni Frankestein son comparables a lo que le ofrezco.
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Al cabo de una hora, el capítulo ha sido extractado por el Habitante Incierto. Para leerlo de nuevo, habrá que esperar a otro aniversario.
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