Título: Me tragó
el igualma
Autora: Víctor Guisado Muñoz
Año: 2017
Páginas: 155
Editorial: El Transbordador
Autora: Víctor Guisado Muñoz
Año: 2017
Páginas: 155
Editorial: El Transbordador
¿Está el ser humano, a estas alturas de la historia, a salvo de las fuerzas que esculpen al resto de seres vivos? ¿Es dueño y señor de su propia evolución? ¿Qué quedaría de él, si decidiera ser escultor de sí mismo? ¿Reconoceríamos nuestro cuerpo, o nuestras emociones, al cabo de pocos siglos? Cuando acusan a su padre de terrorista y lo encarcelan, muchos lo exhortan a defender la obra de su progenitor mediante la fuerza de las armas. Él, sin embargo, recuerda las estrellas y considera que ha llegado la hora de dejar todo atrás, amores y deberes, horarios y recuerdos, para asumir su destino como hombre… o como igualma.
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Víctor Guisado en el momento de la firma del contrato |
"Todo el mundo
sabe que los igualmas ciegos mueren de tristeza en otoño. Cuando regreso al
hogar después de un largo viaje, he de procurar que la emoción no se desborde a
través de mis ojos en forma de lágrimas. El frío del espacio las cristalizaría,
y los cristales romperían mis ojos. Al no poder ver nunca más el océano,
moriría de tristeza en las primeras jornadas del próximo otoño."
Así comienza esta novela. El tono de la misma, melancólico a veces, poético siempre, ya viene dado en este primer párrafo. Todo lo que encontrará el lector en sus páginas es un lirismo a flor de piel que desborda la historia y que conduce al protagonista, el Hijo del Poeta, hacia el punto final.
La poesía como redentora del hombre, y al mismo tiempo, arma antisistema. Árboles-monte, grandes como catedrales, tan grandes que dejan al aire sus raíces para convertirlas en laberintos. Las Ciudades Transparentes. El océano inacabable de Samudra. La casa de Jabulka. La locura que es capaz de despertar el cuerpo y los ojos Miel en todos cuantos la conocen. Cierto mensaje animalista. El amor. La desesperanza. La fuerza opresora e igualadora del sistema y sus corbatas asfixiantes. La comunidad de los Devorados. Todo esto, y por supuesto la presencia permanente del Universo y de los igualmas, tiene cabida en esta pequeña gran obra de Víctor Guisado.
"Mi debilidad es
también mi fortaleza. ¿Qué sentido tienen el dolor y el sufrimiento humano a
escala cósmica? Ninguno. Mi padre lo entendió antes que yo y así lo transmitió
en las semillas que escribía. Por eso lo encerraron: porque el gobierno necesita
que sigamos siendo pequeños primates temerosos del trueno y de la lluvia. Pero
es imposible mirar cara a cara al Universo y seguir siendo meramente un Homo
Sapiens. Miro fijamente al Cosmos hasta que me quedo ciego y la mente estalla.
La contemplación del Cosmos es el virus mutágeno más poderoso que existe. A
pesar de mi estómago, que sigue teniendo hambre y frío, ya no soy un hombre. Ya
no tengo miedo y veo más allá de lo que me dictan las meras normas de la
supervivencia darwiniana. El Universo ocurre, y no ocurre a mi alrededor: yo
formo parte de él. Una parte insignificante."
Desde el nivel más elemental, desde el más terrestre, ese viaje iniciático que el Hijo del Poeta emprende en busca de la Vida, la Verdad y el Universo, Guisado Muñoz habla, por extensión, de la búsqueda que ha de emprender la Humanidad a la mayor brevedad posible. Ese camino que ha de hollar a fin de evitar el desastre al que nos aboca esa locura diaria de países que se enfrentan en pos de la supremacía mundial, de razas que no se soportan y se exterminan, de vecinos que se llevan a matar y se ponen zancadillas. A tenor de esta dualidad, el amor de Miel no es más que el principio, ese trampolín desde el que saltar en busca de un amor mucho más grande. Los igualmas están ahí, a la espera de que el protagonista o la Humanidad (en la novela, la comunidad de los Devorados), se decidan a dar el salto definitivo.
"Durante toda mi
vida había creído, quizá ingenuamente, que contemplar el Universo cambiaría al
ser humano. Había creído que el tomar consciencia de su posición en el Universo,
de su insignificante posición, lo haría mejor: más desprendido, más elevado.
Pero quizá durante toda mi vida había estado equivocado: quizá conocer su
insignificancia en el Universo sólo sirviera para dividir al hombre: entre
aquéllos que no podían soportar la inmensidad del Universo y se aferrarían más
que nunca a su pozo gravitatorio, casa, tribu y creencias, y aquéllos a los que
le fascinaba esa inmensidad y no sólo no les infundía el más mínimo temor sino
que eran capaces de contemplarla cara a cara totalmente desnudos, y entonces
evolucionaban y se transformaban en ingrávidos, cromatófagos… o igualmas."
La novela, que salta por encima de las estrechas barreras del género, marida la ciencia ficción con ese realismo mágico que recuerda a autores como Torrente Ballester, Cunqueiro o Calvino. Un ejercicio similar, y por tanto necesario, al que ejecuta el Hijo del Poeta para llegar a ser algo más que un hombre. El Universo tiene la respuesta. Los igualmas también, en tanto intermediarios entre ambas realidades.
Antes de finalizar, advertir a los melómanos que se adentren en la novela que hay una escena (no especificaré más) donde suenan músicas muy famosas; a saber, el "Concierto para piano y orquesta nº 1 (1er. movimiento)" de Tchaikovsky, "La cabalgata de las walkirias" de Wagner, "Carmina Burana (O Fortuna)" de Orff, "Sinfonía nº 9 (4º movimiento) de Dvorak y "Mi Patria (El Moldava)" de Smetana. Una pequeña delicia musical que se esconde en el primer tercio de la obra. (He elaborado, a petición de Paco Mancera, una playlist en Spotify con la música que aparece en "Me tragó un igualma". Las cinco primeras piezas son selección de Guisado Muñoz. El resto son mías: https://open.spotify.com/user/alejandrocastroguer/playlist/604j6xoztzg78DlxHtGVCi )
En resumidad cuentas, una novela que emplea un lenguaje casi tan hermoso como el mensaje que transmite. Una pizca de esperanza para la literatura y para la Humanidad.
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