Título: El lagarto en la roca
Autor: Antonio Calzado
Año: 2013
Páginas: 168
Editorial: Almuzara
Contraportada: «La guerra contra China comenzó en 2037, pero yo no fui movilizado hasta 2040».
Así arranca la última novela de Antonio Calzado, el autor de El Círculo del Lobo, Umbría y Noviembre, en la que es sin duda su obra más insólita y audaz hasta la fecha. «Un hallazgo literario. Antonio Calzado hace saltar por los aires los clichés y convenciones de lo políticamente correcto.» La Roca es una suerte de hospital para heridos de guerra, y el Lagarto uno de ellos. Convaleciente de sus heridas, que le han dejado gravemente lisiado, echa la vista atrás y repasa cómo ha llegado hasta allí; los orígenes del confl icto mundial que ha anegado de sangre el planeta, y también su propia peripecia personal, la de un joven como cualquier otro que busca su lugar en la vida en medio de un océano de incertidumbres. Lo que hace de El Lagarto en la Roca una novela única, sin parangón posible, no es tan solo el feroz alegato antimilitarista que contiene, sino su humor corrosivo y demoledor, que consigue arrancar la carcajada del lector para congelarla al instante siguiente. Un libro valiente, que no deja títere con cabeza y hurga con rara inteligencia en los recovecos más profundos e intrincados del ser humano.
«Una crítica social feroz, despiadada, envuelta en el manto de una sátira con momentos hilarantes. Mucho más que un alegato antimilitarista: una enmienda al sistema imperante, en su totalidad».
«Una crítica social feroz, despiadada, envuelta en el manto de una sátira con momentos hilarantes. Mucho más que un alegato antimilitarista: una enmienda al sistema imperante, en su totalidad».
Fotografía de la solapa del libro |
Reseña: Antes de nada, he de decir que esta novela no es una novela cualquiera. Que bebe directamente de un poemario que Calzado escribió hace años, el Libro de la Ira. Aunque también puede ser que las dos obras sean vasos comunicantes y se alimenten una de la otra. Lo cierto es que lo que allí eran versos llenos de acidez y negrura casi maldororiana, aquí es una voz en primera persona, la del propio Lagarto, que escupe su rabia contra los compañeros de la Roca, contra la guerra, contra el mundo y hasta contra ti, querido lector. Sí, porque varias veces te llegará a interpelar y a mofarse de tu ignorancia. Así es el Lagarto.
De esta manera comienza la novela: «La guerra contra China comenzó en 2037, pero yo no fui movilizado hasta 2040». Y poco después dice: «Yo me llamo A*** y soy español. Tengo veinticuatro o veinticinco años, no estoy muy seguro. Quizá veintiséis, en cualquier caso no más. En 2040 me enviaron al frente de Járkov. Antes no he había preocupado de la guerra. Al cabo de unos meses me hirieron y me trasladaron aquí, a La Roca. Ahora la guerra tampoco me preocupa. En absoluto.»
El nihilismo del personaje queda patente desde el primer momento: él se esconde. Es más, necesita gritarlo a los cuatro vientos. Sólo hay que leer la descripción que de él mismo hace para que empecemos a empatizar con la amagura de nuestro cicerone a este viaje al infierno: «Mi cara es una pulpa roja, adornada en algunas zonas de pústulas moradas o violáceas que a veces rezuman unos extraños líquidos verdosos. El médico dice que es pus. El lugar que debiera ocupar mi nariz es completamente liso, y sólo dos agujeros negros rompen como abismos abisales la geografía del paisaje.» Y continúa diciendo que no tiene labios, que acaso le queda alguna muela sana, que el ojo derecho es una llaga azulada, etc etc. Sólo un personaje y las visicitudes de Johnny, aquel que diera a luz Dalton Trumbo en Johhny cogió su fusil, se le aproxima a este Lagarto.
La galería de personajes que acompañan al narrador y protagonista es todo un aquelarre de seres deformes y monstruosos, casi un Freaks a la española, todos ellos escombros de la guerra y de la locura. La Roca es ese manicomio en que están encerrados, quién sabe por cuánto tiempo.
Lagarto callejero (aka Bisho) y Antonio Calzado |
Página a página, capìtulo a capítulo el Lagarto nos cuenta su vida fuera y dentro de la Roca. Hay algunos momentos divertidísimos, de tan negros y sórdidos. Reconozco que me he llegado a reír a carcajadas con una escena en concreto (que no diré para no condicionar la lectura). Poco más se puede contar de una novela tan ácida sin desvelar parte de su encanto. Hay que ir conociendo a todos los personajes y dejándose embaucar por la mala baba del protagonista. Tal vez llegues a amarlo como yo lo hice en su día, cuando tuve el honor de leer el mecanoscrito. Recuerdo que cuando finalicé el viaje y cerré el libro, me quedé pensando en el Lagarto, consciente de que había conocido a un personaje que hará grande la ya más que notable carrera de Antonio Calzado. Porque, como Antonio dice a quien le quiere escuchar, éste es su libro más personal y sincero.
De vez en cuando son necesarios libros de este calibre. Que al menos la literatura, además de entretenernos, nos ponga delante de un espejo y nos veamos en él. Porque ¿quién es el verdadero monstruo, el Lagarto que se queja de su suerte o nosotros que lloramos de puro vicio, casi por placer masoquista?
Luego no digáis que el habitante Incierto de esta Casa Deshabitada no os advirtió de la grandeza de este libro. Larga vida al lagarto. ¡Ole tus cojones, Antonio!
Contaría muchos de los momentos en los que se me escapa alguna sonrisa o algo más que eso. Pero quién quiera saber que la lea. Es una novela insólita por no decir única en su especie. Hilarante, desquiciante y abrasiva como pocas. Era admirador de la persona de Antonio Calzado, al que tuve la oportunidad de conocer hace casi un año en Sitges. Ahora, además, me declaro admirador incondicional de su prosa. Y eso que aun no he acabado de leer la novela. Diría muchas cosas más pero me despediré enviándole un abrazo a él y a su encantadora familia. ¡Hasta pronto!
ResponderEliminarBueno, ya tenemos un adepto al Lagarto. Gracias, Emilio.
ResponderEliminar¡Gracias amigos! Da gusto escribir estas burradas para lectores como vosotros. Don Emilio, ojalá volvamos a coincidir contigo y con Montse en algún punto de este país -o de otro- para echarnos unas cervezas y unas risas. ¡Un fuerte abrazo desde Córdoba!
ResponderEliminarLo que tienes que hacer es pasarte por Madrid a echar unas cervezas... ¿Vas a presentar por aquí el Lagarto?
EliminarUn abrazo, don Alberto!! Todavía recuerdo como cerrábamos los bares en la Semana Negra de Gijón. Si paso por la capital del Reino te doy un toque. Cuídate!!!
EliminarQue conteste, don Antonio, alias Ocelado. Sería fantástico coincidir por ahí los tres. Y hablar sin parar.
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