Os dejo otro fragmento (extractado) del diario que estoy escribiendo, y que espero publicar en papel en el futuro. Como no todo va a ser el puro recuento de las aventuras y desventuras vividas en la oficina, también hay tiempo y lugar para la reflexión y la reivindicación.
Imagina que colonizase la Tierra una raza
extraterrestre, tan todopoderosa que se jactase de ser la reina de la creación, la
criatura perfecta. Y que esa raza descubriese, por casualidad, el
sabor de la leche de una hembra humana y le gustase con locura. Imagina que esa raza,
en virtud de su incuestionable libertad, secuestrase a todas las hembras humanas en granjas industriales. Y que, valiéndose del esperma de sementales
humanos, las fecundase sin descanso para, una vez dada a luz la criatura intermediaria en semejante aberración, se les pudiese extraer la leche de
los pechos con destino a los frigoríficos de los extraterrestres.
Ten por seguro que, atendiendo a este plan, las
crías humanas forzadas a nacer serán seleccionadas en virtud de su sexo: sobrevivirán únicamente las
hembras para que, en un futuro no muy lejano, se conviertan en la siguiente generación de mujeres lecheras; por el contrario, se
sacrificarán a los machos a la tierna edad de unos pocos meses para que su
carne se mantenga fresca, jugosa y no se endurezca.
Es fácil de deducir que las recién
nacidas hembras apenas disfrutarán de la leche de sus progenitoras, extenuadas
tras tantas horas de extracción en beneficio de los paladares extraterrestres.
—Las hembras humanas
están hechas para dar leche —dicen los extraterrestres en cuanto alguien cuestiona su proceder.
Ahora no imagines, humano, rey de la creación, criatura
perfecta. Piensa
si esto no está sucediendo ya a nuestro alrededor, y si no eres culpable, aunque sea mínimamente, de ello.
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