Blog personal de Alejandro Castroguer

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domingo, 25 de septiembre de 2016

El libro de Arséniev: Dersu Uzala

Portada de la novela en la edición de Akal
Título: Derzu Uzala
Autor: Vladímir Arséniev
Año: 1923
Páginas: 351
Editorial: Colección Gaceta Grandes novelas


Sinopsis (tomada de la web de la Casa del Libro): Vladímir Arséniev rememora en este libro las aventuras y amistad que compartió con Dersú Uzalá, un nativo del Lejano Oriente ruso que fortuitamente encontró en una de sus expediciones por la taiga. Un peculiar estilo narrativo, tan sencillo como lleno de humanidad y rigor científico, es tal vez el secreto del éxito de la obra de este escritor-explorador ruso, absolutamente maravillado por la imponente naturaleza de los confines de su gigantesco país. Sin trampas literarias y con apenas un par de datos biográficos inventados, Dersú es presentado como la sabia personificación del entorno, en tanto que el capitán Arséniev es la involuntaria punta de lanza de la amenaza a esos ecosistemas que tanto admira. El lector comprobará que un siglo después del encuentro entre Arséniev y Dersú, el avance del progreso humano sigue haciendo mella en un medio ambiente que, en este libro, es también uno de los hilos conductores de la narración.

El auténtico Dersu Uzala

Así describe el cartógrafo Vladímir Arséniev a su amigo Dersu Uzala, cazador mongol. Acaba de tener lugar el primer encuentro entre ellos, y así lo dejó retratado en palabras para la posteridad:  
"El individuo estaba vestido con una chaqueta y un calzón de piel de reno curtido. Iba cubierto con una especie de venda y calzaba untas. Llevaba un gran zurrón a la espalda y en las manos una especie de tridente, o bieldo, que le servía como soporte, y una carabina tan larga como pasada de moda. (...) Aparentaba alrededor de cuarenta y cinco años. Más bien pequeño y robusto, tenía pronunciado tipo indígena: los pómulos salientes, la nariz pequeña, los ojos bien característicos, con el pliegue mongol en los párpados, y la boca ancha. (...) Tenía las manos endurecidas y arañadas. Otros rasguños, aún más profundos, marcaban su rostro: uno en la frente y otro en la mejilla, cerca de la oreja."

Ya en los primeros capítulos, Dersu se define por cómo se comporta respecto de los demás. Habla lo justo, el resto lo deja a sus manos y a la firmeza de sus acciones. Un ejemplo es este fragmento donde el cazador mongol, al abandonar un refugio, se preocupa en serio por los futuros visitantes del mismo y obra en consecuencia: 
"Dersu había partido leña y recogido cortezas de árbol, depositándolo todo dentro de la barraca. Me imaginé que quería incendiarla y creí mi deber disuardirlo de este capricho. Por toda respuesta, él me reclamó una pizca de sal y un puñado de arroz. (...) Envolvió cuidadosamente entre las cortzas algunos fósforos, puso la sal y el arroz en otro pedazo de corteza y suspendió los dos paquetes de un muro interior de la barraca. 
—Entonces, ¿cuentas con volver por aquí? —le pregunté.
Como me contestó con un gesto negativo de la cabeza, le pregunté para quién dejaba el arroz, la sal y las cerillas.
—Algún otro va a llegar hasta aquí —respondió—. Verá esta barraca y se sentirá feliz de encontrar madera seca, cerillas y algo que comer para no morirse.
Me sentí profundamente conmovido."

Dersu, el principal paisaje de cuantos paisajes dibuja Arséniev con su prosa. Sin olvidar la verdadera importancia que el cartógrafo concede a cada una de las descripciones de montañas, valles, ríos, lagos, es el cazador mongol el verdadero corazón de estas memorias. Dersu, ese cazador que considera "hombres" a los jabalíes, a los pájaros, a todos los animales. Dersu, el que considera al Sol como el "hombre" principal". Dersu, el salvador de Arséniev cuando se cierne en torno a a ellos una tormenta de nieve sobre el lago Janka. Dersu, el que respeta con veneración a Amba, el tigre. Dersu, el que se enfada cuando, quienes le acompañan, arrojan los despojos de un almuerzo o cena al fuego.

El respeto y comprensión que Dersu Uzala siente por la naturaleza es de admirar: una de las enseñanzas que se desprenden de este libro. La otra sería la fuerza inquebrantable de la amistad; y es que, en muy poco tiempo, el cartógrafo y el cazador se vuelven inseperables cada vez que coinciden en una expedición. 

Entre otros momentos destacables del libro, he de subrayar el instante en que Arseniev revela los secretos y describe la caverna de Mokruchine; o ese otro en que, sin el auxilio de los guías, el cartógrafo se pierde en las inmediaciones de la bahía de Snata Olga. Fascinación y miedo a partes iguales.

En definitiva, una marvailla que degustar cómodamente sentado en casa. Otra vida es posible, tal y como demuestra Dersu Uzala con sus acciones; otras lecturas son necesarias, tal y como se desprende de las memorias de Arseniev. 

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