"En el barrio, una mujer de más de sesenta años con serios problemas de vista, tanto que se auxilia con un bastón para no tropezar, sube por las escaleras hasta su casa, situada en una cuarta planta.
—Para hacer ejercicio —responde la señora cuando Replicante le ofrece, abierta, la puerta del ascensor.
Por lo visto, le han contado que es bueno para la salud. Es probable que quien se lo haya dicho, en el pleno uso de sus dos ojos, emplee el ascensor para llegar a casa. No te jode.
En cualquier caso, todo un ejemplo para otros que nos quejamos por nada, reflexiona Rero-05, persuadido de que nada sucede porque sí, de que cada cosa que le ocurre en la vida esconde un mensaje oculto.
Según reza en “El Kybalión”: “Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso, todo asciende y desciende; todo se mueve como un péndulo; la medida de su movimiento hacia la derecha, es la misma que la de su movimiento hacia la izquierda; el ritmo es la compensación”. Pues bien, atendiendo al enunciado de este Principio del Ritmo, la jornada de trabajo depara a Replicante su correspondiente movimiento de péndulo.
Si con anterioridad la señora con problemas de visión le ha ofrendado toda una enseñanza, el pundonor y la valentía que puede llegar a tener el ser humano, en menos de tres horas otra señora de más o menos la misma edad le muestra la peor cara de la humanidad. La del egoísmo más brutal y la falta de empatía más vergonzante.
La señora en cuestión, que vende (...) por el barrio, habla con una tercera mujer. En determinado momento de la conversación, que Replicante oye mientras buzonea las cartas de un bloque, dice:
—Ya han matado a otra.
Es evidente, sólo hay que estar pendiente de la actualidad informativa para saberlo, que se refiere a la enésima víctima mortal de la violencia de género en España. Un problema de lo más serio. Pues la susodicha señora lo despacha con la burrada más indigna.
—Algo habrá hecho.
—Pero nada tan grave como para matar a nadie —objeta la señora que se apresta a comprarle (...).
—No crea. Que las mujeres somos muy zorras —añade para rematar su perfidia.
Rero-05, antaño guerrero espartano y ahora defensor de la prudencia, prefiere acabar con la tarea y salir de ahí sin mirar atrás. Y acordarse del sacrificio con que la señora con problemas de visión subía por las escaleras para hacer ejercicio."
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