Hoy os dejo un fragmento de un diario que vengo escribiendo en lo que va de año:
"Desde mi terraza observo la noche, crecida de verano, asfixiada de calor. Soy las 22:52 horas y respiro julio por los cuatro costados; me derrito de asfalto.
Desde mi posición observo el diseño del parking que se acuesta junto a la Iglesia de Buen Pastor: ahí abajo, hay una pareja de amigos (entiendo que no son pareja, pues no se prodigan cariños), muy jóvenes ambos; lo certifica el hecho de que se han sentado sobre una atalaya que acostumbra a ahuyentar a los adultos. Comparten charla y volutas de humo. ¿Tabaco, marihuana? ¿Hablan en español, en inglés? ¡Qué más da! El instante presenta una cualidad vagamente lujuriosa en su quietud de terral, de tiempo derretido: están ellos y nada más, acaso esa conversación inagotable.
Desde la terraza me enredo en las volutas de la imaginación y fumo con ellos, y me observo desde la lejanía, asomado discretamente tras los cristales, dibujando en palabras una noche calurosa de julio, por lo demás irrepetible. ¿Sobre qué estará escribiendo ese tipo?
Por fortuna, está lo bastante lejos como para no oír nada de lo que decimos, ni él ni ninguno de los otros vecinos de calle San Millán que, con sus luces encendidas, anuncian la prontitud de la madrugada y la posterior embestida de la mañana.
Somos las 22:55 horas y respiramos julio por los cuatro costados; nos derretimos de futuro."
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