Título: El coronel no tiene quien le escriba
Autor: Gabriel García Márquez
Año: 1957
Editorial: Espasa Calpe, Austral
Páginas: 151
Sinopsis (extraída de Lecturalia): Un viejo coronel retirado vive esperando el aviso de que le han
concedido la pensión a la que tiene derecho por los servicios prestados a
la patria. La espera dura ya quince años, y el coronel ha ido todos los
viernes al puerto a esperar la llegada de la lancha que trae el correo,
y siempre ha vuelto de vacío.
Última aparición pública del autor |
El pasado 17 de abril, Jueves Santo, falleció Gabriel García Márquez, a los 87 años. Uno de los escritores más importantes e influyentes del siglo XX. Así que era lógico y normal que una de sus obras visitase la Casa Deshabitada. En este caso la eslegida es EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA.
Novela muy breve (en esta edición la precede una extensa introducción de Joaquín Marco, por otra parte muy interesante) que, sin embargo, se antoja honda, profunda. No en vano relata la espera interminable del coronel, que anhela la llegada de la carta que confirme el pago de su pensión como veterano de guerra. Junto a él, desespera su esposa, que trata de hacerle reaccionar.
Para el coronel nada tiene importancia, acaso la mañana del viernes (en que baja a la Correos en busca de la ansiada carta) y el cuidado del gallo, ese animal que les dejó Agustín, su hijo (asesinado a tiros). Y que el Coronel cuida con esmero, a modo de homenaje a su vástago.
Novela sobre la soledad. "Hasta Dios se va de vacaciones en agosto", se lee en la obra.
Novela sobre la enfermedad. "No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad."
Novela sobre la ingratitud. "La ingratitud humana no tiene límites."
Novela sobre el hambre. "La pobreza es el mejor remedio para la diabetes."
Novela sobre la inminencia de la muerte. "Nada en este mundo debe ser más tremendo que los escombros de un hombre."
García Márquez escancia las metáforas con justeza, pero las hay de verdadera grandeza. Atentos a los hongos de las tripas, a la podredumbre que siente por dentro. Una obra para reflexionar, que desecha lecturas superficiales o que busquen la acción como motor o fin único. Para disfrutar de cada palabra.
Novela muy breve (en esta edición la precede una extensa introducción de Joaquín Marco, por otra parte muy interesante) que, sin embargo, se antoja honda, profunda. No en vano relata la espera interminable del coronel, que anhela la llegada de la carta que confirme el pago de su pensión como veterano de guerra. Junto a él, desespera su esposa, que trata de hacerle reaccionar.
Para el coronel nada tiene importancia, acaso la mañana del viernes (en que baja a la Correos en busca de la ansiada carta) y el cuidado del gallo, ese animal que les dejó Agustín, su hijo (asesinado a tiros). Y que el Coronel cuida con esmero, a modo de homenaje a su vástago.
Novela sobre la soledad. "Hasta Dios se va de vacaciones en agosto", se lee en la obra.
Novela sobre la enfermedad. "No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad."
Novela sobre la ingratitud. "La ingratitud humana no tiene límites."
Novela sobre el hambre. "La pobreza es el mejor remedio para la diabetes."
Novela sobre la inminencia de la muerte. "Nada en este mundo debe ser más tremendo que los escombros de un hombre."
García Márquez escancia las metáforas con justeza, pero las hay de verdadera grandeza. Atentos a los hongos de las tripas, a la podredumbre que siente por dentro. Una obra para reflexionar, que desecha lecturas superficiales o que busquen la acción como motor o fin único. Para disfrutar de cada palabra.
A modo de cierre, os dejo el comienzo de la novela: El coronel destapó el tarro de
café y comprobó que no había más de una cucharadita. Retiró la olla
del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con un
cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se
desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con
óxido de lata.
Mientras esperaba a que hirviera la infusión, sentado junto a la hornilla de barro cocido en una actitud confiada e inocente expectativa, el coronel experimentó la sensación de nacían hongos y lirios venenosos en sus tripas. Era octubre.
Mientras esperaba a que hirviera la infusión, sentado junto a la hornilla de barro cocido en una actitud confiada e inocente expectativa, el coronel experimentó la sensación de nacían hongos y lirios venenosos en sus tripas. Era octubre.
Este es el pequeño homenaje que el Habitante Incierto de la Casa Deshabitada le ha hecho al maestro, autor de "Cien años de Soledad".
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