Título: Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado
Autor: Juan Ramón Biedma
Año: 2014
Editorial: Lengua de Trapo
Páginas: 438
Sinopsis: Londres, 1891. Cuando los propios londinenses denominan niebla asesina a la bruma que lleva varios días asentada sobre la ciudad es que han pasado por muy pocas penumbras semejantes a aquella.
Una oleada de secuestros de niñas, algunas de ellas relacionadas con las
primeras personalidades políticas, resulta ser sólo un signo más de la cadena
de acontecimientos que amenaza con el desplome del país más importante del
mundo.
Durante
las primeras secuencias, Juan Ramón Biedma se obstina en armar ese misterio que habrá
luego de resolver (o no) el detective más famoso del mundo, Sherlock Holmes. La señora Mostel que huye a través de esa
casa que ha convertido en un verdadero laberinto de puertas y escaleras. La princesa
Alice que se deja guiar por un niño sin brazos y que presenta un alambre de espinos clavado en el pecho. Una pareja de curas que (mientras juegan al más prohibido de
los juegos) son testigos de la agresión a una niñera y el
secuestro de la niña que cuida.
Enseguida entran en acción los que van a ser los protagonistas de la novela. Véase: Erasmo Cox,
que se presenta como revientacadaveres, un tipo sin escrúpulos que se dedica a
profanar las tumbas de los muertos recientes, y a quien hostiga cierto episodio
del pasado. Tyco Sprouse, gerente del Jardín Zoológico de Aclimatación
Hagenbeck, ese lugar donde se retiene a especímenes de distintas razas de
hombres, nativos de distintas partes del planeta que se exhiben igual que
fieras. Rambalda, la hija del canciller, que busca a su hija que ha sido raptada. James Moriarty, antiguo profesor de matemáticas, que interviene para
que evitar que un monje le vuele la cabeza a una niña que tiene raptada, una
eminencia que vive escondido en un lazareto, a salvo de los fisgones. Y
Sherlock Holmes que huye, se disfraza, se camufla a fin de eludir esa incierta
amenaza que se cierne sobre él.
El
otro personaje que falta, y que se empeña en cobrar el pertinente protagonismo,
no es otro que Londres. Esa cuidad podrida de indigentes, prostitutas y gente
de aviesas intenciones, de teatros y de clubes elitistas como el Diógenes. Esa
urbe que patean a diario los Irregulares de Baker Street o en la que se
desloman por una miseria los niños abrecaminos. Un Londres que agoniza la
llamada niebla asesina. El
novelista nos explica a qué obedece esta niebla poniendo de ejemplo aquella
otra que se abatió sobre Londres en 1880: el
humo del carbón de las calefacciones y de la industria se combinaron para
formar una densísima plaga tóxica de dióxido de azufre y partículas de
combustión que había hecho aumentar los índices de mortalidad por encima de las
peores previsiones.
Tal
y como detalla Juan Ramón en la inicial Descubierta
del autor, esta novela no es más que la prolongación del cuento de Arthur
Conan Doyle El problema final, todo
lo que pudo cocerse en torno al celebérrimo duelo que librarán Moriarty y
Holmes en la cataratas de Reichenbach y que nunca fue contado. No es de extrañar
que, a causa de ello, el relato de Doyle aparezca aquí y allí marcando el rumbo
que habrá de llevar la trama para que coincida con ese viaje a Europa, a Suiza
más concretamente.
El
caso queda establecido a la par que se van presentando los actores principales
y los secundarios. Un caso, por cierto, de lo más cruel: el rapto de cuatro niñas. A saber, la nieta
del canciller, la sobrina del arzobispo de Canterbury, la ahijada del primer
ministro y la niña de la reina. Por cada una de ellas se exige el pago de medio
millón de libras. Detrás de todo ello, late una idea de Moriarty, mucho más
honorable que sus indignos métodos de financiación. Un proyecto que tiene mucho
de altruismo.
Con
la habitual maestría, cuando no brillantez, propia del autor de El humo en la botella, Biedma teje todo
este tapiz que sabe de traiciones, viejos ajustes de cuentas, sospechas y
golpes de efecto. Una novela (premiada con el
II
Premio
Valencia de novela negra 2014)
que, pese a su extensión, más de cuatrocientas
páginas, se lee sin mesura. En cada capítulo palpita una nueva sorpresa y se
anticipa el famoso duelo en lo alto de las cataratas de Reinchenbach.
Imprescindible para los holmesianos. Y para quienes quieran leer una historia adictiva, que mima y cuida por igual a los personajes y el escenario.
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