En pleno siglo XXI no hay derecho a que algunos hogares se conviertan en
cárceles, como tampoco a que algunas condenas sean meros paréntesis a
cerrar antes del nuevo delito. No hay derecho a que las mujeres mueran a
manos de quienes decían que las amaban, como tampoco a que el amor se
convierta en una prisión privada. No hay derecho a que los medios de
(des)información culpen a las víctimas de sus desgracias, ni a que las
mentes más sucias pongan reparos a la sangre de una inocente.
Definitivamente no hay derecho a tantas muertes, tampoco a tanto desdén.
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