Blog personal de Alejandro Castroguer

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sábado, 29 de agosto de 2020

NAIALMA, nuevo disco de Alberto Vilas


Naialma delante de la Alcazaba de Málaga
 
NAIALMA es un juego de palabras muy propio del compositor, natural de Redondela, Alberto Vilas. Mitad madre y mitad alma, o alma-madre todo en uno, o madre en el alma, o cuantas combinaciones queramos probar, porque todas resuenan en este disco que hoy os presentamos en "El perro de Amadeus". 
 
Proyecto largamente gestado (me consta), meditado, sopesado (por lo menos desde su anterior publicación, "Ubuntu"), este "Naialma" es un disco y a la vez un libro, dos en uno. Cada detalle de la presente edición destila mimo y clase: los textos de Santi Barciela, las fotos de Munco Cal, el diseño de Pancho Salmerón, los pájaros pintados por Fernando Morales o la misma grabación, que suena especialmente cercana, casi cariñosa, como si el piano sonase en nuestro salón para cada uno de nosotros. Todo unido para brindarnos la sinceridad y la verdad de un autor que, a sus cincuenta años, ha alcanzado la madurez musical y que se recrea en cada nota, en cada acorde, en cada melodía, sin el más mínimo alarde técnico, pero con los colores infinitos y el caleidoscópico juego de luces que es capaz de reproducir con el teclado.

El disco empieza con una pieza titulada “Daría un mundo” que el compositor dedicada a su padre, Manuel Vilas, y que se nutre de esa añoranza de lo imposible, de lo que no puede ser ya de otra manera porque el tiempo es un camino unidireccional, por mucho que la mano izquierda, después de decir de inicio el tema, escale un camino de notas ascendente y busque el cielo con una música que tiene algo de aria belcantista.

El piano en “Ángel” no habla de un ser celestial ni benevolente, sino de la dedicación casi monacal del pintor Ángel Barros a su labor de restaurador de grandes clásicos: la música apenas roza sombra alguna, todo lo más algún acorde anómalo, una grieta en este óleo sonoro que retrata a un hombre eminentemente bueno y honesto con los demás y consigo mismo.

Arte de voar”, la tercera pieza, es un alboroto de notas volátiles que parece que planeasen sobre el oyente, la bulliciosa feligresía de las gaviotas redondelanas que, a primera hora de la mañana, rezasen el Angelus. Pero es un alboroto ordenado y armonioso.

Todos recordamos a Aylan, es más, todos fuimos (aunque sólo fuese por unos segundos) padres de aquel niño que apareció dormido sobre el mausoleo arenoso de una playa turca. Tenía tres años y todo el futuro por delante. Ahora nos tiene a nosotros, tristes supervivientes del presente, rememorando aquel drama mediante la música. Esta sencilla “Nana para Aylan” desprende una luz casi maternal, tiene el aroma del pecho sobre el que nunca más pudo descansar. Hasta en siete ocasiones, Vilas rompe el decurso de la nana con tres intervalos disonantes de novena menor, siete astillas de realidad, tras los cuales la pieza se abisma en siete silencios tan hondos como nuestra perplejidad, y de los que parece imposible escapar. La melodía se sobrepone una y otra vez hasta que ya no puede más y tras el séptimo trío de disonancias nos quema el silencio definitivo.
 
La quinta pieza del disco se llama “Tema de Nora”. De manera sucinta, los avatares que preludiaron la composición de este tema quedan expuestos y explicados en el libro que acompaña y da cobijo al cedé de “Naialma”; no añadiré más, salvo el hecho de que está dedicada a nuestra hija Nora Castro Molina. En esta pieza el compositor ha atrapado parte de la esencia de una niña que es música y aire y luz, como lo es en sí mismo el tema, que canta a media voz la infancia posible que, por desgracia, le fue negada a Aylan. Tal vez por ello, al drama callado de la nana le siga el canto susurrado de esta melodía, una de las más hermosas de todo el cedé.   

Tema de Nora

Existe una versión primeriza de "Aveiro" que puso música al documental “Semitonos” realizado por Pancho Salmerón y dedicado a la vida y obra del pintor Fernando Morales. Aquí, en este renovado “Aveiro”, ciudad portuguesa famosa por sus canales, encontramos una alegría contenida, casi esbozada o silbada por los dedos del pianista y que se reafirma con su volátil conclusión, cuatro arpegios ascendentes. 

La melodía va y viene en "No reverso do universo", hasta de pronto se interrumpe para que la mano izquierda cante casi un trino casi de pájaros al cielo, varias veces. Entonces la melodía se asienta y sigue su curso, tranquilo, manso. Me gusta pensar que suena con la delicadeza de una noche estrellada después de una tarde lluviosa de otoño. 

A veces la naturaleza nos depara extrañas casualidades. O no, y todo obedece a un plan que se nos escapa de puro grandioso. Sea como fuere, lo cierto es que por Redondela apareció hace tiempo un ibis, pájaro objeto de veneración en el antiguo Egipto, y con su presencia señaló el camino a Alberto Vilas: esta pieza, "Ibis", que empieza de manera dubitativa, como si se hubiese perdido en las fangosas lindes de A Portela, las notas parecen desorientadas hasta que la mano izquierda impone su pulso y la derecha abre las alas y levanta el vuelo, bien en busca de comida o del próximo vuelo que lo habrá de llevar lejos de Galicia.     

Y qué decir de "Valsa de esperança". Es un vals que se mece entre la elegancia y la añoranza, característica común por otra parte a todo el disco que comentamos. Un vals para escucharlo a oscuras o bailarlo a plena luz, bajo una tormenta de hoja de árboles. Pero siempre atento a la exquisitez de esas notas aguadas y a sus arpegios finales. 

"O dereito de ser" es una música que se reafirma casi a cada compás, y lo hace de manera tan constante que de inmediato aquélla se fija en la memoria. Es entonces, cuando estamos a gusto en su ribera, cuando en determinados momentos la mano izquierda cabrillea de pura risa. De algún modo (juego a imaginar) todavía sentimos el eco de la Aylan, y el piano, con este dereito, borra el rastro de la dolorosa nana, o suaviza su recuerdo. Es tan vitalista esta pieza como demoledora es la otra en su parca sencillez. 

Alberto Vilas al piano

La mano izquierda en "Inventario do inútil" enumera mientras la mano derecha subraya. De pronto la mano izquierda pierde el hilo y se cansa y se explaya en una melodía que trasciende lo inútil y busca refugio en un lirismo íntimo, o se vuelve loca y amontona notas en este inventario que la mano derecha se encarga de reorganizar. 

El cedé acaba con "Me diste un mundo", casi una sucesión de acordes del color de un atardecer, una casi despedida que nos suelta la mano y, al mismo tiempo, nos llama de nuevo a su senda. Como un camino que, tras un rodeo, regresase al inicio.  

En este enlace podéis adquirir el disco:  

https://albertovilasquintet.wixsite.com/albertovilas/shop

En defintiva, "Naialma" es un disco realmente hermoso, volátil, donde tanto los paisajes de Redondela y como los interiores del propio compositor están presentes. Etiquetarlo afirmando que es clásico o jazzístico sería empequeñecer parte de su grandeza. Su sonido, íntimo, casi a media voz, es en esencia bello. Casi familiar. Para Alberto Vilas no hay otro camino: rozar el epicentro del alma de su música con la belleza de una manera propia de decir cada nota. La suya. Irrepetible.

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