Blog personal de Alejandro Castroguer

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martes, 13 de abril de 2010

15.1º Capítulo >> Atrapado

(Originariamente el capítulo se publicó completo. Ahora se halla extractado a la espera de su próxima publicación)


A 120 kms de Sevilla, la fuga del Hospital de la Caridad ha conducido a Fernando hasta otra iglesia, la de Nuestra Señora de la Purificación, en Puente Genil. Ha preferido resguardarse en su interior antes que probar suerte en alguna casa de los alrededores.

Dos horas después ...
Lunes 1 de febrero de 2010, a las 1:40 de la madrugada
Iglesia de Nuestra Señora de la Purificación, Puente Genil


El pánico es tan espeso que termina cuajado dentro del pecho, hecho grumos. Es por ello que el corazón se atora. Y, como consecuencia, con el fin de vencer la pesantez de la sangre, fuerza el ritmo. De manera que el sueño se esconde, muy lejos de él, a mil kilómetros de distancia, y aunque se empeña en alcanzarlo, se le escapa entre los dedos.

Crece el miedo a que esa noche sea precisamente la
ÚLTIMA.

Una casulla le sirve de almohada; la bata blanca de sábana y la alfombra de lecho. Fuera la noche termina acorralando la iglesia, mientras en su interior rodea a Fernando. Algo nervioso limpia las gafas con un pañuelo, a tientas. Es un gesto inútil con que engañar las manos. De nada sirve tenerlas limpias, hay poco que ver, pero le ayuda a relajarse.
A su alrededor brilla, mínima e inquieta, la plata de los candelabros gracias a la penumbra que se descuelga a través de los ventanales. Desde su posición, Fernando reconoce la sombra oscura, más que la misma noche, del Cristo crucificado. Menos mal que no puede verle los ojos. Cree recordar que a él nunca le gustó semejante demostración de masoquismo pasionista.


Está a punto de enhebrar el sueño, de coserlo al cuerpo, cuando la puerta principal se abre violentamente. Toda la paciente labor de bordado salta por los aires con el temblor de la iglesia entera. A continuación un fogonazo de luz hiere la oscuridad dormida entre bancos y capillas. Son los faros de un camión, aunque a Fernando se le antoja, desorientado y adormilado, la luz de un escenario. Detrás ronronea un motor. Niega lo que tiene delante de los ojos. Hace visera con la mano, a contraluz consigue distinguir la figura de un hombre, imagina que armado con una guitarra eléctrica. La asociación de ideas y recuerdos es caprichosa, ajena por completo a la realidad. Mientras descubre el engaño, en el oído crecen ecos de una música corpulenta. Luego los labios pretenden hilvanar un par de frases en inglés, ¿Enter Sandman?
Buscando una respuesta, se incorpora. A manotazos se sacude los pantalones. La bata blanca queda olvidada en el suelo, al lado de la casulla. Será cuestión de acercarse a ver qué sucede. Abandona la capilla en dirección a la nave central. Entonces estalla una voz hostil:
-Levante los brazos. Será mejor para usted, créame.
!Ese maldito olor! ¡Joder, no puede ser!
El guitarrista aventura unos pasos, la luz del escenario detrás de él, la sombra alargada delante. Ha llegado a mitad de la iglesia cuando Fernando descubre la auténtica realidad, sin el maquillaje de la memoria. Ese hombre es un soldado del ejército de los vivos y la guitarra no es otra cosa que un fusil Heckler & Koch G36E.
-¡Aquí tenemos a un pellejudo! -grita en dirección al exterior.
Fernando levanta las manos al mismo tiempo que recupera una parte de él que había perdido después de la resurrección. Sí, la canción recordada es Enter Sandman, y es de Metallica. E inmediatamente recuerda el tanatorio, a su amigo Rodero y el partido del Canal Plus.

El miedo a la última noche derriba el muro de la prudencia.

Sporting de Gijón contra Sevilla, 0-1 a favor del equipo andaluz. Desentrañar más allá la madeja de los recuerdos es tarea en exceso fatigosa. No obstante rescata la imagen de un hincha del Sporting saltando al terreno de juego en busca del portero del Sevilla, y al mismo tiempo la del cadáver bajando de la mesa del tanatorio, la cara maquillada y los labios sonrosados.
Luego el terremoto en la garganta, los dientes del cadáver hundidos en la misma muerte, el fuego al sentir cómo el músculo es arrancado poco a poco, cada centímetro más doloroso que el anterior.

Fernando adelanta las manos y el soldado, sin mediar palabra, las esposas. Luego un culatazo en la espalda le convence para abandonar la iglesia. En el interior del camión encuentra los bultos oscuros de una docena de resucitados que han corrido la misma suerte que él. Los ojos se vuelven sobre Fernando, brillan en la oscuridad, como si de alguna manera pudieran encontrar en el recién llegado una respuesta. Pero la mirada derrotada y empequeñecida tras las gafas habla por sí sola, está tan confundido como ellos. Unas esquirlas plateadas en torno a las muñecas de sus compañeros confirma sus sospechas, todos están esposados.

Al otro lado del toldo y de la penumbra que los protege dentro del camión, las luces de una treintena de vehículos y las bromas de todo un batallón fuertemente armado. A través de la lona agujereada es posible ver a cientos de hombres con el uniforme de campaña y pertrechados con todo un arsenal de combate. Se divierten lanzando miradas en dirección al camión y haciendo chistes acerca del futuro de los hambrientos.
A poco que se esfuerce empinándose sobre la puntera de los zapatos, Fernando logra distinguir sobre el adoquinado de la plaza, cubierto de sangre y jirones de carne, todo un puzzle imposible de ordenar. En alguno de los pedazos descubre, asombrado, el pespunte negro de unas equis negras sobre las articulaciones. De nuevo la madeja desenredándose. Ya tiene un cabo del que tirar, el Hospital de la Caridad y el doctor Hawthorne. Es lógico que de inmediato recuerde la ambulancia, la recolección, el asco a la sangre y los pasos del jefe, temido como Ahab en el Pequod.
(...)
Seis horas después y no pocas paradas para recoger más hambrientos, el olor del mar infecta el interior del camión. Se cuela a través de la lona agujereada. Con las primeras luces del día Fernando repasa uno a uno los rostros de sus compañeros, el espejo donde ver reflejado su mismo miedo. Nadie se atreve a hablar. Y el silencio se sienta al lado de cada uno, codo con codo, escondido en el fondo de los ojos.
Fernando se aproxima al lateral izquierdo y se asoma a uno de los agujeros de la lona. Está amaneciendo. Afuera, el alboroto del océano. Se dirige al otro lateral. En contra de lo que esperaba encontrar, otra vez el mar.
Chillan las gaviotas sobre sus cabezas y el bramido del oleaje se hace cada vez más monótono.

Un convoy de siete camiones avanzan carretera adelante, el Océano Atlántico a derecha e izquierda. Circulan por una lengua de tierra no más ancha de treinta metros. El amanecer alarga las sombras de las farolas, que se apagan antes de que alcancen el último tramo de la carretera. Metro a metro se acercan a una gran muralla de color negruzco que alcanza fácilmente los veinte metros de altura, y que se interpone entre ellos y la ciudad. En sus extremos la muralla se adentra doscientos metros en el mar, mientras que en el centro se abre una puerta de veinte metros de altura y cincuenta centímetros de grosor, las dos hojas tan pesadas que los goznes se lamentan con un profundo aullido metálico.



22 comentarios:

  1. Estoy un poco confuso del salto de Fernando desde la sala del tanatorio a la iglesia esa, cómo ha llegado allí con "vida" y se la perdonan.
    Lo sineto pero esta entrada me parece un poco farragosa para entender.
    Es que van ahora recogiendo prisioneros?, despues de la escena de los legionarios....

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  2. Lo cierto es que cuando acabes vas a tener que hacer un eje cronológico para situar los capítulos en él, como extra del índice. Bueno, aunque lo mismo se puede hacer con unas hojas de calendario.

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  3. Jaraco, espero que con el primer párrafo quede más claro la secuencia lógica de los capítulos. Éste continuaría por tanto la huída de Fernando del Hospital de la Caridad, justo antes que el ejército entrase y arrestase a Hawthorne.

    Espero contar con la paciencia de los lectores para que las piezas que no encajan ahora emsamblen perfectamente al final de la obra.

    Gracias, Jaraco.

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  4. No es mala idea esa de las hojas de calendario, todo sería verlo. De todas formas he añadido un párrafo inicial que explica de alguna manera la secuencia lógica de los hechos. Espero que ahora esté más claro todo. Gracias, Félix.

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  5. Preciosas las dos frases justo debajo de la foto de la iglesia. Una metáfora de costura muy bien traída.

    Me alegra ver que semana a semana y entrada a entrada sigues en forma. A pesar de los esfuerzos para que la GDM no decaiga ni una línea en su interés.

    Fer

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  6. Así que por fin vamos a saber lo que hay de cierto acercqa de la ciudad negra. ¡Interesante!

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  7. Ftemplar, sigo esforzándome por mantener la calidad de la escritura. Seguramente cuando esté terminada, podré mejorarla todavía más.

    GRACIAS. Ah, ya te contesté el privado.

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  8. Errantus, ya sólo hay que esperar a este viernes a conocer una parte del misterio de la Ciudad Negra. Un saludo y gracias por tu esfuerzo.

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  9. Bien, bien, bien.... Empieza potente esta entrada, con esa frase tan descriptiva:"El pánico es tan espeso que termina cuajado dentro del pecho, hecho grumos. Es por ello que el corazón se atora. Y, como consecuencia, con el fin de vencer la pesantez de la sangre, fuerza el ritmo. De manera que el sueño se esconde, muy lejos de él, a mil kilómetros de distancia, y aunque se empeña en alcanzarlo, se le escapa entre los dedos."

    Joder..Es casi poetico. Y el resto sigue igual.
    No se como terminara esto , ni el motivo por el que a unos se les barre a sangrey fuego y a otros se les traslada como si fueran pasajeros de esos trenes nazis camino de Auschwitz...
    Sigo en linea.

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  10. A pesar de que en esta entrada no sale Judith, me ha parecido muy interesante e intensa. Fernando es un personaje que me hace cierta gracia, y en este capítulo tiene mucha importancia porque gracias a él llegaremos a conocer la famosa y misteriosa Ciudad Negra.

    Espero con ganas la continuación de la historia.

    Un saludo.

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  11. Ahora que leo esto que comenta Athman, "...se les traslada como si fueran pasajeros de esos trenes nazis camino de Auschwitz...", más de acuerdo estoy con él. Hay cierto paralelismo, o eso creo entender.

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  12. La poesía es un arma tan potente como la crueldad más despiadada. Y en la mayoría de los casos más visual. Es uno de las señas de identidad de lo que pretendo sea la GDM.

    En eso que apuntas de los pisioneros judios y los nazis ... jajaja, perdona que no me pronuncie por ahora.

    Un abrazo cordial.

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  13. Vanessa, intento que los lectores empaticen con Fernando. Ya lo hice en el flashback del tanatorio y el partido de fútbol. Ahora dejando que compartáis su miedo ... ¿y luego? Ya veremos más adelante.

    Gracias por tu comentario.

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  14. Pues a mí me interesa saber acerca de Ahab. Maniática que es una.

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  15. Ya sé que eres una de sus más firmes defensoras. Ya le llegará al turno del doctor Hawthorne.

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  16. Genial. Sigue la intriga. En este caso compartimos el miedo de Fernando. Como apuntaba un compañero lector la narración tiene momentos de gran fuerza y mejor poesía. Señalar la alunicación de Fernando cuando cree ver a un guitarrista de heavy en lugar de un soldado.

    Aunque vaya con retraso, no dejo por ello de seguir la historia. Enhorabuena.

    Aprovecho para felicitar a José Manuel Nogales por la ilustración.

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  17. Gracias Mil Noches. Es uno de mis empeños, el dotar de poesía a una situación tan sórdida como la refelejada en la GDM.

    Ah, por supuesto gracias a Nogales. Y enhorabuena porque es un verdadero artista de la ilustración.

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  18. Muy interesante entrada. Deseando entrar ya en la ciudad negra.Me ha gustado bastante la parte en que Fernando está oculto en la iglesia, intensísima si señor.

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  19. Por cierto la puerta de la Ciudad Negra me parece que está descompensada en altura o anchura.
    saludos

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  20. Gracias, Antonio, por la lectura y por el apunte sobre el fallo de la puerta. Ahora creo que está corregido totalmente. Un abrazo.

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  21. Aunque el personaje de Fernando es el q me ha confundido un poco, me resulta de todas formas interesante porque de ser una persona dedicada a los restos de zombies pasa a ser uno de ellos.

    Como siempre, las descripciones muy buenas, tienes la suficiente técnica como para no desfallecer en el proceso largo de escribir una novela.

    También me ha intrigado por qué Fernando, junto con el resto de zombies esposados dentro del camión, es escogido y separado. Supongo q lo descubriré después.

    Saludos, Alejandro

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  22. Como supones bien, Giancarlo, habrá que esperar a que se resuelvan las incógnitas. Y por supuesto sigo empeñado en que no desfallezca el nivel, cosa nada fácil como imaginarás. Hay que batallar frase a frase y descripción a descripción. Muchas gracias por tu tiempo. Un saludo.

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