Ha llegado el momento de abrir de nuevo la Casa Deshabitada después de unas breves vacaciones. Vamos a empezar fuerte, apretando el acelerador. Lejos de lo que algunos han podido pensar al leer el título, no voy a cargar contra ningún colega de profesión, ni tampoco a ensalzarlo alla bukake.
Este Habitante Incierto viene a hablaros de la experiencia (viaje iniciático) que es leer hoy, en el siglo XXI, a H.G.Wells. Sí, porque aún está por descubrir parte de su producción. Más allá de sus más conocidos clásicos (léase La máquina del tiempo, La isla del doctor Moreau, El hombre invisible y La guerra de los mundos), tenemos esa pequeña maravilla titulada Los primeros hombres en la luna, escrita después de las cuatro novelas que le concederían la inmortalidad.
Este Habitante Incierto viene a hablaros de la experiencia (viaje iniciático) que es leer hoy, en el siglo XXI, a H.G.Wells. Sí, porque aún está por descubrir parte de su producción. Más allá de sus más conocidos clásicos (léase La máquina del tiempo, La isla del doctor Moreau, El hombre invisible y La guerra de los mundos), tenemos esa pequeña maravilla titulada Los primeros hombres en la luna, escrita después de las cuatro novelas que le concederían la inmortalidad.
Redactada en 1901, Los primeros hombres en la luna... (extraído de la Wikipedia) "relata el viaje a la Luna por parte de los dos protagonistas principales: el empobrecido empresario Mr.Bedford, y el brillante pero excéntrico científico Dr.Cavor, el creador de una sustancia anti-gravitatoria (obtenida a base de Helio y metales fundidos) a la que bautiza como cavorita. Con ella recubren una rudimentaria nave espacial que, de este modo, asciende sin peso en dirección a la Luna; al llegar descubren que está habitada por una civilización extraterrestre, que habita las cavernas del subsuelo, que deciden llamar selenitas."
Os dejo los fragmentos en que Mr.Bedford y el Dr.Cavor ven por primera vez reses lunares y, después, a un selenita, que, a lo que parece, pastorea esos animales.
Lo primero que me llamó la atención fue el enorme tamaño de aquel monstruo. El diámetro de su cuerpo sería de unos veinticinco metros y su longitud de unos sesenta. Sus flancos se elevaban y caían bajo el impulso de su fatigosa respiración. Observé que su gigantesco cuerpo se hallaba pegado al suelo y que su piel era de un color blanco que se hacía más oscuro en el lomo. No pudimos verle las patas. (...) vimos ya el perfil de aquella cabeza estrecha y plana, con su cuelo hinchado por grandes pliegues de grasa, su hocio omnívoro y baboso, las ventanas de la nariz palpitantes y los ojos cerrados.
Por contraste con las reses, el selenita parecía un ser insignificante, una simple hormiga de un metro y medio de altura. Sus ropas estaban confeccionadas con un material parecido al cuero, y le cubrían completamente impidieno que ninguna parte de su cuerpo quedase expuesto a la luz. (...) La forma de la cabeza quedaba oculta por un enorme yelmo provisto de imnumerables puntas (...). Un par de gafas de cristal oscuro daban un apariencia de pájaro al artefacto metálico que le cubría la cabeza. Sus brazos no se proyectaban más allá de su cuerpo, y andaba sobre unas piernas muy cortas...
Hoy en día no es una novela fácil de conseguir. Tendréis que intentarlo a través de internet o en librerías de viejo. La edición que tengo en casa es la que, en 1971, publicó Plaza y Janés en su serie Rotativa. Desde entonces (al menos que yo tengo noticias de ello) no se ha vuelto a editar en España. Casi un delito con la de miles de libros que deberían conocer el fuego purificador de Fahrenheit 451.
Luego no digáis que no os lo advirtió el Habitante Incierto.
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