Blog personal de Alejandro Castroguer

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viernes, 14 de noviembre de 2014

Recomendación del mes de noviembre


Título: El último viaje de Sorolla
Autor: Antonio Castro-Guerrero
Año: 2013
Páginas: 196
Editorial: Institución Cultural El Brocense, Diputación de Cáceres

Contraportada: Ayamonte, mayo de 1919. Después de llevar años viajando y pintando por España, un Joaquín Sorolla agotado y enfermo llega a la localidad onubense con la firme determinación de realizar su obra más genial: Ayamonte, la pesca del atún. Así podrña poner fin al compromiso, adquirido con el mecenas neoyorquino Archer Huntington para la Hispanic Society de New York, de plasmar su Visión de España en catorce lienzos de gran tamaño.



"Después de llevar décadas pintando al aire libre, he llegado al 
convencimiento de que al paisaje le sucede como a los recuerdos:
en la mayoria de ocasiones es mejor observarlos con cierto distanciamiento ,
reflexiona J.Sorolla el 20 de mayo de 1919.  


Ya lo dijo Ángela Vallvey para hablar de esta novela, ganadora del Premio Cáceres de Novela Corta 2013: ha sido elegida por "la construcción que realiza el autor" por tratarse de una novela "impresionista que se escribe como si se tratase de una pintura" con un "relato sencillo y agradable". Cierto que la construcción de Castro-Guerrero es más que notable: bascula entre escenas escritas en tercera persona y otras en primera, las que narra el propio Sorolla; todo ello con objeto de conferirle una mayor humanidad al personaje. 

Respecto de que la novela sea impresionista no cabe objección alguna: el autor ha trabajado las palabras para que el lector sienta el castigo del sol, el zumbido de las moscas, huela el hedor del despiece de los atunes; para que sienta cómo sopla con fuerza el viento, o disfrute con los olores que desprende el almuerzo, ya sea servido en un barco de la Armada o en la casa de huéspedes donde se aloja el pintor; para que le deslumbre el espejeo del Guadalquivir, o advierta en la distancia la hermana tierra portuguesa. Admirable construcción e impresionismo literario por tanto.

Pero El último viaje de Sorolla es mucho más que un relato sencillo y agradable. Sin duda. Es sencillo, sí, y agradable porque en el estilo de Castro-Guerrero no hay brusquedad, pues todo discurre con la naturalidad de lo que parece que no puede ser de otra manera. Sí. Pero llega mucho más lejos su alcance: es una novela que habla del paso del tiempo, de la vejez, de la enfermedad. Y de paso, de las pasiones más enérgicas (la de la pareja joven) y de las sosegadas (la de Sorolla y Clotilde). De la inmigración. De las clases sociales, de la escasez de cultura, de amistades y venganzas. De maltratos y lealtades. En sus apenas doscientas páginas cabe un caleidoscopio de emociones.

"El tiempo pasa volando y los años se suceden a una velocidad
vertiginosa en cuanto toman la cuesta abajo de la madurez". 

Las dos historias, la de Sorolla y el célebre lienzo y la de María y Cristóbal, convergen o pivotan en torno a Don Quijote. En las comparaciones que hace de contínuo el pintor en referencia a su esposa o en lo quijotesco del encargo recibido por mister Huntington, y en los comentarios que realiza María, la empleada de la conservera, en torno a su lectura. Destacar asímismo las distintas referencias a películas mudas, ya sean de Charles Chaplin o de Cecil B. DeMille, en unas escenas (las del cine) que permiten al autor engradecer las figuras de María y Sorolla.

He de reconocer que, durante su relectura, sufrí varios golpes de emoción, no tanto porque al autor busque la lágrima fácil, que no es ese su objetivo; sino precisamente por todo lo contrario, por su capacidad de contención. Y es que el final (no digo nada más) es sencillamente antológico en su aparente sencillez.

Ayamonte, la pesca del atún
Para finalizar, no cabe mayor elogio que decir que, tras la lectura de El último viaje de Sorolla, nunca más veré de igual manera el lienzo Ayamonte, la pesca del atún. Siempre me acordaré del enfermo y agotado Sorolla y de la historia que se esconde en su composición: la historia de Cristóbal y de María. He dicho. 

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