Os dejo otro extracto del diario que escribo y donde retrataré la
empresa para la que trabajo, amén de otros
escenarios. Espero publicarlo en el futuro, en cuanto me sea posible. A
falta de abundar en más detalles, os dejo un fragmento breve del mismo:
225.
Imagina que es 1945. Que tu país,
después de equis años bajo el arrebato nazi, de pronto es liberado por cosas del
destino o del azar aliado. Imagina que tu pueblo no se llama Zarzaleños o
Anteviera, que vives en Zaan, en los Países Bajos. Aunque no sepas nada de
historia, o muy poco, entenderás que la alegría el día de la liberación es contagiosa,
una ola que recorre calles, sacude árboles y estalla en la fragua del pecho.
Que todo se hace de colores y que estás dispuesto a olvidar el aliento
monocorde del miedo.
De pronto alguien dice
un nombre, el de una vecina de apenas veintiún años. Es el de Aafje Heynis, una estudiante de
canto, contralto por más señas. Y que, sacudidos todos por la fuerza del
júbilo, empujáis un piano hasta la calle. Y que Aafje, después de santiguarse,
entona la música más hermosa que haya escuchado nunca el pueblo de Zaan. El “Dank
sei dir, Herr” de G. F. Haendel.
Al término de la
interpretación, no sólo la contralto se deshace en lágrimas. La alegría sabe a
sal desbarrancada por las mejillas.
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De regalo, os dejo este yotube donde se puede escuchar la grabación que la contralto hizo años después de la citada pieza.
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