Blog personal de Alejandro Castroguer

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martes, 25 de febrero de 2020

Cosas de Guadromal y el demonio meridiano



Título: Incursión y muerte del demonio meridiano
Autor: Francisco Álvarez Velasco
Año: 2020
Editorial: Eolas Ediciones
Páginas: 156

«Francisco Álvarez Velasco asume, en este libro emocionante, melancólico y divertido, su personal aportación a las desapariciones y a la reclamación de tantas pérdidas como en su propia vida lleva constatadas, una conciencia de lo que se fue y de la que apenas queda, más allá de lo imaginario y como él señala: polvo, sombra, nada» (Fragmento del pórtico escrito por Luis Mateo Díez)

Foto del autor, obra de Juan Plaza (para La Nueva España)

Al empezar la reseña de esta nueva obra de Francisco Álvarez Velasco (Cimanes del Tejar, León, 1940) es inevitable no referirse a las palabras que la encabezan, y que dicen: “Si nadie recuerda su nombre, los pueblos que murieron para siempre son polvo, sombra, nada.” Porque de alguna manera resumen el sentir de la obra y sirven de brújula al empeño literario de su autor. Y es que el pueblo de Guadromal y toda la ribera del Oribe viven por y gracias a estos dieciséis cuentos que los recuerdan, que los fijan en la memoria del lector, o cuando menos en los párrafos que justifican su existencia.
Si la publicación acaba con un glosario de personajes humanos y de personajes animales, un índice toponímico y un vocabulario de palabras perdidas y voces en desuso, no es por un capricho de Álvarez Velasco, sino porque es su intención que estos escenarios imaginarios, igual que si fuesen verdaderos, sirvan de recuerdo, memoria y homenaje a todos aquellos pueblos y sus habitantes de los que nadie recuerda nada. Ese polvo, esa sombra, esa nada de los que hablaba con anterioridad.
Y con este ejercicio de memoria, los relatos se construyen en torno a los muy variados personajes, animales y humanos, que pueblan Guadromal, así como todos los escenarios que les prestan sustento. Ahí están el burrero Bernabé, que lanza piedras al río para ver cómo rebotan contra su superficie; la dueña de la fonda, de nombre Concha la Plexiglasa, que se enamora de todos los forasteros y cambia a unos por otros; Paulina la Sibila Estilita, que cuenta las historias que a su vez le contaron los viajeros y que acaba convertida en un remedo de santa; la pastora Auristela, que conoce el valor de cada tipo de planta y que es engañada por un veterinario, de nombre Capistrano, que aparece por Guadromal y que desaparece cuando ella le pide casamiento; el pastor Tano, valiente como él solo, pues es el único que es capaz de enfrentarse al demonio meridiano; el escribiente Tirso y su esposa Saturna, que se topan de bruces con la desgracia y la sinrazón; el sordomudo Macario que, pese a su sordera y su mudez, sube a la Cueva de la Loba Parda a gritar todos los ruidos malos; don Heriberto, hijo de la marquesa, a quien condena su gusto por las faldas; el párroco don Olimpio, que es de buen comer; el joven Mauricio, a la sazón narrador de alguna de estas historias, y que se enamorisca de Rosendina, quien a su vez es capaz de memorizar el nombre de los ochenta jilgueros; y así un larguísimo etcétera.
A éstos hay que sumar la presencia de los hermanos animales: la gata Zapaquilda, que es testigo de los encuentros amorosos entre la Plexiglasa y los forasteros; las cabras Blanquerna y Galatea, los mastines Gandul y León, la vaca Primavera, la perra Lola… Y sirviendo de cimiento a tanto recuerdo, los escenarios, otros personajes más; los ya citados, el pueblo de Guadromal y la ribera del río Oribe o la Cueva de la Loba Parda, también la Cuesta del Carcavón, la Fuente de la Seda y la Fuente de Miruete, Peñaúbre, el puente romano de las Mesturias, el monte Teleno,…
Todos los personajes y todas las localizaciones, cada una de sus historias que, a su vez, son parte de las historias de otros lugareños, todo el conjunto teje la esencia de este rincón imaginario que, gracias a la labor literaria de Francisco Álvarez Velasco, vive en la memoria de los lectores, vive, late, respira en mitad de una naturaleza que siempre está presente, acechante, vigilante.
Resumiendo, Guadromal y todas sus historias son un eco de los cientos, miles de pueblos perdidos para siempre que, por una causa o por otra, ahora son “polvo, sombra, nada”. Una lectura para reconciliarte con la vida. 

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