Título: Incursión y muerte del demonio meridiano
Autor: Francisco Álvarez Velasco
Año: 2020
Editorial: Eolas Ediciones
Páginas: 156
«Francisco Álvarez Velasco asume, en este libro emocionante, melancólico y divertido, su personal aportación a las desapariciones y a la reclamación de tantas pérdidas como en su propia vida lleva constatadas, una conciencia de lo que se fue y de la que apenas queda, más allá de lo imaginario y como él señala: polvo, sombra, nada» (Fragmento del pórtico escrito por Luis Mateo Díez)
Foto del autor, obra de Juan Plaza (para La Nueva España) |
Al empezar la
reseña de esta nueva obra de Francisco Álvarez Velasco (Cimanes del Tejar,
León, 1940) es inevitable no referirse a las palabras que la encabezan, y que
dicen: “Si nadie recuerda su nombre, los pueblos que murieron para siempre son
polvo, sombra, nada.” Porque de alguna manera resumen el sentir de la obra y
sirven de brújula al empeño literario de su autor. Y es que el pueblo de Guadromal
y toda la ribera del Oribe viven por y gracias a estos dieciséis cuentos que
los recuerdan, que los fijan en la memoria del lector, o cuando menos en los
párrafos que justifican su existencia.
Si la
publicación acaba con un glosario de personajes humanos y de personajes
animales, un índice toponímico y un vocabulario de palabras perdidas y voces en
desuso, no es por un capricho de Álvarez Velasco, sino porque es su intención
que estos escenarios imaginarios, igual que si fuesen verdaderos, sirvan de
recuerdo, memoria y homenaje a todos aquellos pueblos y sus habitantes de los
que nadie recuerda nada. Ese polvo, esa sombra, esa nada de los que hablaba con
anterioridad.
Y con este
ejercicio de memoria, los relatos se construyen en torno a los muy variados
personajes, animales y humanos, que pueblan Guadromal, así como todos los
escenarios que les prestan sustento. Ahí están el burrero Bernabé, que lanza
piedras al río para ver cómo rebotan contra su superficie; la dueña de la
fonda, de nombre Concha la Plexiglasa, que se enamora de todos los forasteros y
cambia a unos por otros; Paulina la Sibila Estilita, que cuenta las historias
que a su vez le contaron los viajeros y que acaba convertida en un remedo de
santa; la pastora Auristela, que conoce el valor de cada tipo de planta y que
es engañada por un veterinario, de nombre Capistrano, que aparece por Guadromal
y que desaparece cuando ella le pide casamiento; el pastor Tano, valiente como
él solo, pues es el único que es capaz de enfrentarse al demonio meridiano; el
escribiente Tirso y su esposa Saturna, que se topan de bruces con la desgracia
y la sinrazón; el sordomudo Macario que, pese a su sordera y su mudez, sube a
la Cueva de la Loba Parda a gritar todos los ruidos malos; don Heriberto, hijo
de la marquesa, a quien condena su gusto por las faldas; el párroco don
Olimpio, que es de buen comer; el joven Mauricio, a la sazón narrador de alguna
de estas historias, y que se enamorisca de Rosendina, quien a su vez es capaz
de memorizar el nombre de los ochenta jilgueros; y así un larguísimo etcétera.
A éstos hay
que sumar la presencia de los hermanos animales: la gata Zapaquilda, que es
testigo de los encuentros amorosos entre la Plexiglasa y los forasteros; las
cabras Blanquerna y Galatea, los mastines Gandul y León, la vaca Primavera, la
perra Lola… Y sirviendo de cimiento a tanto recuerdo, los escenarios, otros
personajes más; los ya citados, el pueblo de Guadromal y la ribera del río
Oribe o la Cueva de la Loba Parda, también la Cuesta del Carcavón, la Fuente de
la Seda y la Fuente de Miruete, Peñaúbre, el puente romano de las Mesturias, el
monte Teleno,…
Todos los
personajes y todas las localizaciones, cada una de sus historias que, a su vez,
son parte de las historias de otros lugareños, todo el conjunto teje la esencia
de este rincón imaginario que, gracias a la labor literaria de Francisco
Álvarez Velasco, vive en la memoria de los lectores, vive, late, respira en
mitad de una naturaleza que siempre está presente, acechante, vigilante.
Resumiendo, Guadromal
y todas sus historias son un eco de los cientos, miles de pueblos perdidos para
siempre que, por una causa o por otra, ahora son “polvo, sombra, nada”. Una lectura para reconciliarte con la vida.
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