Dieciséis días antes…
(...) Vuelve a aporrear la puerta, ahora fingiendo desesperación.
-Ayúdenme, estoy herida- dice. Sabe que su voz es el mejor de los salvoconductos. Los de detrás escuchan una delicada voz de mujer, que en nada se parece a esos gruñidos animales de los otros-. Necesito detener la hemorragia.
Alza la mano derecha hacia la mirilla. Con la izquierda aprieta la muñeca, un torniquete con los dedos.
-Ahí abajo están esos pellejudos.
Cuando empezaba a creer que hablaba con una casa vacía, detrás de la puerta se escucha una voz de hombre, dura, inflexible, que la invita a marcharse escaleras abajo.
-No puede hacerme esto- protesta disimulando la rabia-. Por favor.
Entonces descubre otra voz, en esta ocasión femenina. Dispuesta a soltar el as que guarda en la manga aporrea por tercera vez la puerta
-Señora, estoy embarazada- y se retira para que los del otro lado puedan ver el bulto del vientre.
El ardid ha dado resultado, los otros jugadores se han tragado el farol sin sospechar que ya ella ha ganado la partida, que los asaltará en cuanto le franqueen el paso.
La puerta se abre. Y de inmediato pone las cartas boca arriba, mostrando el engaño, la sudadera en una mano y una sonrisa afilada como cuchillo.
Un salto antes de que el hombre pueda reaccionar y sacar una Beretta sin empadronar, con cien huellas distintas, enhebrada en el cinturón. Un rodillazo en la barriga. Y luego el cuchillo de la boca partiendo el cuello. Sangre.
En el desván de la cabeza se derrumba la noche. Apenas puede ver las pisadas sobre el suelo. Aunque pretende resistirse y salir huyendo, el instinto es más poderoso y termina por ocultar bajo oscuras sábanas el desorden de los recuerdos. Así que muerde con toda la rabia de la enfermedad, los tendones y las venas masticadas con fruición, las babas confundidas con la sangre del otro, un muñeco de trapo que cae al suelo.
La mujer, horrorizada, grita a los niños que se escondan.
Judith se incorpora y mira a su alrededor. Sabe que hay tiempo para todo. Ya habrá ocasión para robarles la vida a ella y a los niños. Regresa sobre el cadáver del hombre.
De nuevo el brillo de una palabra, Bethulia, y el recuerdo recuperado de una vieja historia de la Biblia, un rey de Babilonia, Nabucodonosor de nombre, el general asirio Holofernes, el asedio a la ciudad de Betulia y una viuda judía que emborracha a Holofernes.
El nombre de una mujer en el infierno sanguinolento de sus labios, Judith.
Aunque hay una décima de segundo en que duda, extrae una pequeña hacha de debajo de la camiseta. Holofernes, Bethulia y Judith como puntos cardinales para encontrar a la mujer que fue antes de la Doble Muerte. El instinto y el hambre dispuestos a equivocar el camino.
Mide la distancia sobre el cuello del tipo, que agoniza a sus pies. Levanta el brazo, el filo del hacha centellea con la luz que se cuela a través de la ventana abierta. Un certero golpe antes de que muera. Ha de impedir la Doble Muerte, concederle la posibilidad de la transformación.
El general asirio Holofernes decapitado. Y Judith vencedora.
Dos días antes…
Como un muñeco que ha de arder en la noche de San Juan, sobre la mesa de autopsias permanece el cuerpo de la mujer, abierto el abdomen, listo para ser vaciado y no dejar ni un solo órgano, y posteriormente rellenarlo. Sólo que en este caso no será paja sino de celulosa o sábanas, lo que el forense tenga más a mano. Hay que certificar que la causa del fallecimiento nada tiene que ver con algún tipo de droga.
El profesional hace una pausa para dar una calada al cigarro, deja el bisturí en una esquina de la mesa de operaciones. Como después de veinte años de profesión una autopsia no deja de ser un trabajo monótono, siempre el mismo procedimiento, lo mejor es ese instante, la libertad de fumar ahí dentro sin que nadie le diga que en el trabajo no se puede, el humo bien hondo antes de dejarlo salir por la chimenea de la nariz..
Cambia una mirada con el reloj, todavía le queda trabajo. Así que es hora de continuar. Con el cigarro en una esquina de la boca busca el bisturí. No está donde lo ha dejado.
Debería haber notado esa insignificante palpitación del estómago en mitad de la caverna roja del abdomen, pero le ciega el enfado. No puede ser que el bisturí se haya caído al suelo, con el problema que arrastra de la maldita ciática.
Se dispone a agacharse cuando, de repente, sucede lo imposible. Algo le detiene agarrándolo de la muñeca. Es ella, la mano de la muerta, la piel azulada y fría.
Un gruñido de aviso. El forense advierte que se ha apoderado del bisturí, lo ha debido coger mientras fumaba. Aunque quiere negar lo que está sucediendo es demasiado real, la cabeza del cadáver ligeramente incorporada, los ojos fijos en los suyos, el desafío del bisturí, la desnudez del cuerpo, la caverna abierta en el abdomen. Y una rabia desconocida.
Durante un segundo, con el pitillo a punto de caerse de la esquina de la boca, no acierta a relacionar el milagro de la repentina resurrección con las noticias que el Ministerio del Interior lleva negando hace semanas.
Pero es la mujer la que hace que reaccione apuntándole con el bisturí la barriga.
-Cosa de nuevo el cuerpo- la voz es una cañería atorada, incapaz de desaguar a tiempo tanta palabra, o la no-vida recién recuperada.
El hombre podría admitir que el cadáver se mueva ligeramente, porque lo ha visto en más de una ocasión, pero que se incorpore y recupere el habla, lo bloquea sin capacidad de reacción.
La mujer, entendiendo antes que el otro la situación, contrae el brazo para luego lanzarlo contra la bata blanca, hundirlo en el corazón del forense como quien gira un destornillador. Un pequeño labio rojo circunda la herida al extraer el bisturí.
La cara del hombre se contrae, sabiéndose muerto, una catarata de sangre corriendo pecho abajo. Quiere decir algo, negarse a coser el cuerpo, pero no encuentra la forma de hacerlo. Se consume en un intervalo de unos segundos. Claudica una primera rodilla antes de que se derrumbe el resto del cuerpo con un estrépito de huesos y carne sin vida.
Ahora únicamente hay que esperar. La mujer permanece inmóvil haciéndose un millón de preguntas que es incapaz de responder. El último recuerdo, un coche que invadía el carril por donde ella circulaba.
Un gruñido anuncia la resurrección debajo de la mesa de autopsias. En cuestión de un par de minutos, asoma una mano cenicienta que se agarra de una esquina. Izar un cuerpo muerto es una tarea titánica. Y el forense todavía ha de hacerse las mismas preguntas que ella estaba haciendo un minuto antes.
La mirada del hombre ha anochecido. Resulta imposible saber qué se esconde detrás de esas pupilas. Sacude la cabeza como quien se desembaraza de un mal sueño. O es una manera de negar lo que le ha sucedido.
Observa la herida en mitad del pecho, el borde rojo alrededor. Siente la sangre seca sobre su barriga. Mira a la mujer que repite la petición que con anterioridad no ha sabido responder:
-Cosa de nuevo el cuerpo.
Diez minutos más tarde los dos se encuentran delante de la puerta de la sala de autopsias, ella cubriendo su desnudez y los costurones con la misma sábana con la que cubrían su cuerpo. El hombre adelanta la llave y abre.
Al otro lado, un pasillo lóbrego, fluorescentes que queman la vista y una suciedad más allá de toda limpieza, incrustada en el suelo y en los rodapiés a fuerza de años.
Han aventurado un par de pasos en dirección a la salida cuando les intercepta un guarda de seguridad, armado ridículamente con una porra y un walkie talkie. (...)
Espero que os guste este flashback. Saludos. Agradezco vuestros comentarios.
ResponderEliminarGRACIAS de corazón a los 35 seguidores del Blog por vuestro interés y por vuestras lecturas:
ResponderEliminarIgor, Mike Arias Delgado, Gabriel Guerrero, Sabelacb, Nimrodelisa, Inno, Anemi, Antonio, Sergio G.Ros, Irakolvenik, Zamiatin, Ofelia Hernández Iturrioz, Nora, Laura, Rafael Homar Ferragut, Roberto Fornés, Orfeo, Soadelf, Juan de Dios, Klaus, Susana Eevee, Errantus, Ángel Vela (palabras), Oriafontan, Vanessa Benítez Jaime, Si mil y una noches ..., Deprisa, Antonio Carro, Yordi (Y.), Joel gorillaz 13, Diego Castro Sánchez, Giancarlo Berrospi Castillo, Silvia V., Pino Iglesias y Faethor Ferenzcy
Angustiante
ResponderEliminarJajaja, Errantus, una sola palabra para definir con exactitud el capítulo. Muchas gracias por ser siempre la primera en leer y comentar.
ResponderEliminarEspero poder agradecer tu fidelidad en un futuro, por ejemplo, en la lista de agradecimientos finales, si es que llega a publicarse.
"Un salto antes de que el hombre pueda reaccionar y sacar la Magnum que lleva enhebrada en el cinturón. Un rodillazo en la barriga. Y luego el cuchillo de la boca partiendo el cuello. Sangre."
ResponderEliminarSi hay que ser realistas, es poco probable que un civil tenga una pistola en su casa (un rifle de caza tiene más posibilidades). Es posible que fuera policía, militar... y tuviera el armero en casa pero yo lo habría sugerido, sin decir abiertamente que lo es:
Un salto antes de que el hombre pueda reaccionar y sacar la Magnum que lleva enhebrada en el cinturón. Un rodillazo en la barriga. Se tambalea como un policía que no es capaz de hacerse el héreo. Y luego el cuchillo de la boca partiendo el cuello. Sangre.
"Algo le detiene agarrándolo de la muñeca."
Si quieres un verbo más preciso para otra ocasión, puedes usar "envarar":
Entorpecer, entumecer o impedir el movimiento de un miembro.
Pues muchas gracias Félix, estudio esas posibilidades, la del verbo y la de la Magnum.
ResponderEliminarEn cuanto a esta última, te pregunto, ¿en una situación desesperada como la que se vive en esta GDM es tan improbable que un ciudadano tenga un arma en casa? Aunque como te digo, la opción que me ofreces es muy interesante.
¿Qué opinan el resto de lectores? Me gustaría alguna opinión al respecto.
No sé qué opinan los demás, pero a mí me parece que la historia sigue creciendo. Las referencias a Holofornes y a la liberación de Bethulia suman otro acierto más a los ya conseguidos en entregas anteriores.
ResponderEliminarEl cuadro de Caravaggio que describe la escena de la decapitación de Holofermes es de una crudeza estremecedora. Verlo de cerca es una experiencia inolvidable en todos los sentidos:
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/3/38/Judith_Beheading_Holofernes_by_Caravaggio.jpg/800px-Judith_Beheading_Holofernes_by_Caravaggio.jpg
En un género como el de zombis, pocas veces he leído una historia tan bien escrita y tan inteligente como ésta. Todo resulta prometedor. Tengo interés por ver cómo vas resolviendo las incógnitas planteadas hasta ahora y cómo se unen las líneas argumentales de Jutidh y el soldado del primer capítulo.
Espero, pues, con ansiedad la próxima entrega.
Ahora sólo queda
Gracias por tus apuntes, Mil Noches, y por el enlace del cuadro de Caravaggio.
ResponderEliminarMe alegro que siga gustando. Ya está listo el 5º capítulo "De cuando Judith se llamaba Angélica: El accidente".
Un saludo, y recordar que aquellos seguidores (ojo, seguidores) que comenten de contínuo y me ayuden a mejorar relato a relato, serán mencionados como Agradecimientos al final del libro de la GDM, en el caso de que sea publicado.
Agradecer a los tres nuevos seguidores, David, David Muñoz Santos y Z.A.Feitosa, la confianza en este Blog. Espero ver sus comentarios por aquí.
ResponderEliminarFernando, no sé si acordará, dijo una vez que en España la supervivencia a vampiros (tipo Soy leyenda) o zombis habría que hacerla con hierros, pedradas, y material de bricolaje (almádenas, picos, palas, hachas...) porque tener escopeta es más o menos común para los cazadores, las pistolas ya escasean bastante más porque no es tan común el tiro deportivo (o sea, que de por sí no es muy habitual verlas en las armerías) y policias y militares sí que tienen algunos armamento en casa (o se lo han podido llevar de la base). Obviamente, los que más armas tienen son los cuerpos de seguridad y el ejército. Pero está el mercado negro, es decir, conoces a un amigo que te venda el arma que sea de forma ilegal, o compras un arma por Internet capada y reemplazas la pieza que la inhabilita. Por otro lado, han podido conseguir el arma quitándosela al cadáver de un policia o militar. También puedes hacer referencias a que el Estado repartió armas como quién está vacunando a la población. Las posibilidades son muchas, y lo ideal es aprovecharlas, bien sea por sugerencias (porque decir que alguien es abiertamente algo es como poner "PORQUEeee")o por alusiones a situaciones. Por ejemplo, decir que un arma parece haber pasado por muchas manos es muy similar a decir que la ha conseguido quitándosela a alguien o comprándola en negro). Es un factor interesante a explotar sobre el que en Estados Unidos no tiene sentido escribir, porque ahí es lo más normal del mundo, pero aquí es una característica peculiar que nunca está de más tener en cuenta.
ResponderEliminarDefinitavamente, al menos en lo que he podido leer hasta ahora, esta historia va tomando buen cuerpo. Me encantan las referencias bíblicas que utilizas en este capítulo, creo que le confieren a la historia un aire que no sé bien cómo llamarlo, pero es un aire que repercute positivamente en la apreciación final del texto. Por otro lado, los flashback de este capítulo son muy útiles para saber más de Judith, y aquí sí que se revela como una mujer, porque en los capítulos anteriores podía confundirse con una niña (lo cual no hubiera sido para nada un desacierto, porque a las historias de terror les sienta muy bien la presencia infantil, sobre todo de niñas, acuérdate por ejemplo de El exorcista, El aro y últimamente La huérfana).
ResponderEliminarSin duda alguna, la escena que más recordaré de este capítulo es la de la sala de autopsias, ente Judith y el forense. Son los mejores momentos a mí juicio, al menos dentro de este capítulo.
PS.: Y gracias por incluirnos a los seguidores en los agradecimientos finales de tu futuro libro, porque estoy seguro que será publicado, el texto se merece ver la luz de los escaparates :-)
Interesante reflexión, Félix. Ya veré cómo puedo ajustar ese detalle, gracias por tu aportación.
ResponderEliminarAunque ahora que lo pienso, en otras novelas de zombies de reciente publicación, los personajes manejan armas de mucho mayor calibre con total naturalidad. O me equivoco.
Es un placer charlar contigo.
Giancarlo, de bien nacido es ser agradecido. Y por ello creo que es de justicia reconocer a los lectores más tenaces y participativos su tesón. Claro, tú eres uno de ellos.
ResponderEliminarLa referencia bíblica de Judith me traía de cabeza, pero por los comentarios creo que ha sido un acierto. Eso no quita para advertir desde aquí que en esta GDM no habrá paralelismo alguno con el Apocalipsis, como gustan de hacer otros. Sólo será una historia de supervivencia.
Saludos Giancarlo desde este lado del charco.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSi están ambientadas en países donde tener armas es normal, o no buscan realismo, ha habido disturbios, guerrillas, etc. o, sencillamente, son de los escritores que son capaces de matarte con "Y de repente apareció una granada oculta entre unas piedras. Se encontraban en medio del Himalaya, pero oh, ahí estaba fresquita, lista para matar"... es normal que salgan todo tipo de armas.
ResponderEliminarYo ahora estoy escribiendo en un mundo postapocaliptico con muchísimo realismo en el tema de las armas (velocidad, alcance, cantidad de balas en el cargador, dispersión, peso, etc.) pero es que están en mitad de una guerra, combatiendo y son del ejército. En cambio, entre el pueblo tienen lo que puedes pillar en en tu casa y en tu barrio y alguna arma recuperada y mal arreglada, lo que deja claro que los civiles siempre son los que salen perdiendo en mitad del conflicto, aunque no por eso se dejen matar; si te pueden matar de una pedrada, lo harán.
Esto como todo son licencias, puedes meter armas, vehículos y hasta naves espaciales, sólo que impresionará al lector más avispado. Quién dice que dentro de diez años no vayamos a recibir una partida de 50 tanques rusos, o diseñar un Eurofighter con bandeja para lanzar decenas de pequeños misiles "inteligentes" que reconozcan a los zombis pooor el olor. El futuro es insondable, mañana podríamos despertar en otro.
Sabela, no sé si es alma, pero mi intención es hacer pensar al lector que aquí no todo es negro o blanco, que hay matices. Únicamente así podré hablar, a través de los personajes de los zombies, metafóricamente de la crueldad humana, de las rencillas, de las venganzas, del compañerismo, de los buenos sentimientos... No sé si me he explicado.
ResponderEliminarGracias Sabela por tu lectura.
Félix, claro que sí, somos de la misma opinión. A mí también me molestan como en ciertas obras se manejan armas de asalto y combate con una naturalidad pasmosa. Nadie hay incapaz de manejarlas.
ResponderEliminarLo reviso, Félix, y ya te digo. Gracias infinitas por tu interés.
¿Cómo resulta ahora, Félix? Espero de nuevo tus apuntes. Ah, gracias.
ResponderEliminarFascinante entrada, que no haceotra cosa que presentarnos a Judth como a un ser mucho mas complejo de lo que cualquiera pudieramos imaginar en u n principio.. Me gusta.
ResponderEliminarSe me hace un tanto largo el párrafo así, quedaría tal vez mejor:
ResponderEliminar"Un salto antes de que el hombre pueda reaccionar y sacar una Beretta sin empadronar, con cien huellas distintas y apresada por el cinturón. Un rodillazo en la barriga. Y luego el cuchillo de la boca partiendo el cuello. Sangre."
Así metes una idea, cierras la frase reforzando la principal (que es que no saca el arma); y conservas el rítmo con frases cortas para que no se resienta la acción.
Athman, esa es la idea, presentar a Judith y dejar que sea ella misma la que se defina con sus acciones. Veo que se entiende la intención del autor.
ResponderEliminarGracias por tu tiempo.
Vuelvo a agradecerte el interés, Félix. Entre la frase que estaba y la que propones, hay una solución intermedia (es que me gusta el verbo enhebrar):
ResponderEliminar"Un salto antes de que el hombre pueda reaccionar y sacar una Beretta sin empadronar, con cien huellas distintas, enhebrada en el cinturón. Un rodillazo en la barriga. Y luego el cuchillo de la boca partiendo el cuello. Sangre."
Saludos.
Si me acuerdo de que dije eso Félix, si no me equivoco, cuando hicimos el programa con Jasso.
ResponderEliminarEn AZ el abogado empuña un arpón de pesaca en muchos capítulos como única arma hasta qeu encuentra una pistola o un arma militar o incluso en Alpha Dog tiene únicamente una ballesta. Hasta que se aprovisona con armamento más pesado.
A ver, la Guía de Supervivencia de Max Brooks es un claro ejemplo de ello. Para España no nos valdrían ni la cuarta parte de cosas que pone.
No hay que americanizar las historias, que es hacia lo que se tiende. No es normal que aparezca un Hummer así de repente en las calles de Zaragoza, si acaso un 4 x 4 más o menos aceptable ya es más creíble.
Buena entrada, DM. ;)
Fer
Gracias, Fernando, eso es lo que hablábamos Félix y yo, aunque aquí el pecado era venial, apenas una triste Magnum. Y no como en otras obras célebres ambientadas en España.
ResponderEliminarAhora se ha transformado en una Beretta y (muy) manoseada, jajaja, por obra y gracia (y culpa) de Félix Royo, jeje.
Gracias a ambos.
No voy a comentar el tema de la Beretta porque me parece un Rollo, que se desvía de lo más importante, que es el contenido, la redacción, la forma y el suspense que se le está dando a este relato que a mi parecer es : MAGISTRAL.
ResponderEliminarBueno, Antonio, también compréndelo, son matices y detalles propios de quien cuida la expresión al milímetro. Y en ese sentido de mejorar el texto es el aporte de Félix.
ResponderEliminarGracias por ese "magistral", ya veo que sigues la historia entrada a entrada.
Agradecer y dar la bienvenida a tres nuevos seguidores: Athman (de Somos Leyenda), María Jesús Almendro y Canijo (de Sevilla Escribe).
ResponderEliminarUn saludo, nos leemos.
Cada vez me gusta más Judith. Este es uno de los capítulos más angustiosos de la GDM. Estoy deseando saber más de ella y leer ese Accidente que anuncias para mañana.
ResponderEliminarEstos zombies tienen muy buena pinta, jejeje.
Bueno, Vanessa, ya queda poco para ese accidente. Me alegra saber que sigas la historia capítulo a capítulo.
ResponderEliminarPor cierto, Alejandro, a la pregunta que haces de ¿Casquería, sangre?, he respondido "Igual". No sé si te sirve. A lo mejor debe votar más gente. Saludos.
ResponderEliminarLeido. Y de base me gustó. Aunque le vi algunos peros, creo que más personales que otra cosa. Ya te doy un toque y lo hablamos ;)
ResponderEliminarGracias, Vanessa, tomo nota.
ResponderEliminarGracias, Ángel. Ya lo hablamos.
ResponderEliminarAh, y tengo que retocar esos detalles que ya comentamos ayer sobre los guiones de diálogo y los nombres de las calles. Gracias.
Me produce mucha angustia Judith ,pero es espléndido todo el relato.
ResponderEliminarUfff,llevo unos días que no me da tiempo ni a respirar,pero te sigo ,aunque con retraso.
Gracias, M.Deveriá, agradezco tu empeño por seguir la historia. Un saludo del autor.
ResponderEliminarEste capítulo me gustó mucho,estoy deseando leer más, lo que pasa es que tengo poco tiempo y también lo descubrí ya muy adelantado.Te felicito, verdaderamente lo haces muy bien.Tienes en mi una admiradora
ResponderEliminarSi que me gustaría saber, porque supusiste que Anonimo era Baruya? y acertaste!!
ResponderEliminarBaruya, gracias por ser una admiradora. Ahora sólo me falta que te hagas seguidora del Blog. Ya tengo 50. Y gracias también por los halagos. Celebro que te guste.
ResponderEliminarY lo de anónimo, lo supuse porque eres la que andaba leyendo los capítulos desde el uno en adelante. No sé, intuición.
Saludos.
bueno, sigo leyendo y cada vez me gusta más, continuaré conforme me lo permita el tiempo, pero me gusta mucho como va la cosa, ojalá me pudiera sentar y leerlo todo del tirón.
ResponderEliminar¿Todo de un tirón? A ver si con el tiempo y algo de suerte sale en papel. Gracias, Félix.
ResponderEliminarBueno todo de un tirón lo mismo no encontraba tiempo para leerlo, igual dos o tres tirones, jajaja, pero en papel, las nuevas tecnologías son muy útiles y ofrecen muchas posibilidades, y son maravillosas, y todo lo que queramos, pero ODIO leer en pantalla.
ResponderEliminarJajaja, Félix, yo hablaba de papel, en formato de libro, que todo pudiera ser.
ResponderEliminarEstá muy bien este capítulo, y bueno, que sorpresas me he llevado al enterarme que la chica es un zombi.
ResponderEliminarJajaja, Nogales, la verdad es que todos los protagonistas son zombies, menos uno que todavía no ha aparecido. Gracias por tu tiempo.
ResponderEliminarAAh... Ya decía yo :C
ResponderEliminarEsa es una de las novedades de la obra, describir el miedo de estos tipos. Gracias por el interés.
ResponderEliminar