Un día antes del despertar de Judith…
(...) Ella puede escuchar la conversación entre el médico y su ayudante, pero sin llegar a entenderla, como si hablasen en un idioma extranjero. Las palabras son burbujas que ascienden a la superficie antes de poder atraparlas. Quiere levantar la mano, llamar la atención y hablarles al mismo tiempo de la enfermedad y de su olvido. Sí, lo ha dejado encima de la mesita de noche. El inhalador. Sin embargo es imposible mover un solo dedo, está a demasiada profundidad. Será culpa del accidente.
Minutos más tarde presiente la cercanía de un cuerpo, una mano que trastea el bolsillo interior de su chaqueta y que reconoce el bulto de la cartera, las palabras dichas al mismo oído y una palmada en la cara.
-Angélica, despierte.
Sigue sin entender nada. Una nueva palmada. Deberían darse cuenta de la presión que se acuesta sobre su pecho, encogiendo los pulmones, y que la ecosonda marca la máxima profundidad permitida. Apenas una brizna de aire la mantiene unida al exterior. Ninguno de los dos profesionales parece advertir la señal, el silbido minúsculo en la garganta. Alguien activó la sirena de alarma, mayday, mayday, la certificación final del hundimiento.
-Se nos va- dice el médico.
Una hora antes…
Le gusta escuchar la radio mientras conduce. También cantar por lo bajo y llevar el ritmo con la mano derecha sobre el volante. Es una manera como otra cualquiera para empezar con optimismo el día. A ella le concede un extra de motivación. Luego vendrán los problemas.
En el asiento de al lado, el móvil dormido y el maletín lleno de libros, el Summa Artis pesado como una losa de cementerio, y unas diapositivas de los lienzos más representativos de Caravaggio.
Para su desesperación el tráfico se ralentiza tres kilómetros antes de llegar al cruce de La Algaba. Son muchos los que abandonan Sevilla, destino norte. La histeria se ha desbordado después de los últimos casos detectados en el barrio del Arenal. Pero las autoridades sanitarias han actuado con envidiable eficacia y no hay de qué preocuparse. Por lo menos ella mantiene la calma. Que se hayan suspendido las clases no le impedirá acercarse al instituto a preparar las próximas lecciones y el futuro parcial del trimestre. Además así podrá despejarse. Lejos de casa.
Dos kilómetros más adelante, junto al arcén, hay dos coches accidentados y una gran mancha de sangre en mitad del asfalto. Los conductores que circulan en ambas direcciones rozan el freno con la puntera del zapato para alimentar la curiosidad. De manera que a ella también le da tiempo a observar los coches con las puertas abiertas, la gente que discute acaloradamente, un par de hombres que sujetan a un tercero que parece fuera de sí, enloquecido, manchado de sangre el cuello de la camisa. Viste impecablemente si no fuera porque ha perdido los zapatos en el accidente.
Angélica alarga el brazo derecho y silencia el volumen de la radio para no perder detalle. Empujones, voces, insultos y maldiciones, y el hombre enloquecido que gruñe y se retuerce para librarse.
Alguien telefonea a la policía.
-Es urgente por amor de Dios.
Y entonces, antes de que el Honda Accord se aleje demasiado, puede ver cómo uno de los que discuten, un demente con pinta de pandillero, se acerca a su coche y extrae una navaja de la guantera.
Antes de que suceda una desgracia le detienen, se dirigía en busca del otro redoblando el paso. Mientras tanto el hombre del cuello ensangrentado, gracias a un golpe de hombro, toda la fuerza concentrada en la articulación, se disloca la clavícula para sorpresa de los que le sujetan. Un gruñido de dolor que impresiona a todos los presentes. Los más previsores se apresuran a esconderse dentro de los coches. A nadie le gusta estar en medio de una pelea.
Una vez libre el hombre alcanza a un muchacho que seguía la escena sin bajarse de la moto y a quien no ha dado tiempo a apartarse. Una rabia desmedida, una hoguera en los ojos. Gritos, carreras, el abrazo de los dos cuerpos, la moto que cae al suelo, el casco que rueda sobre la mancha de sangre. Todo sucede en un segundo. Una vez de pie, el enloquecido apenas tiene tiempo de esquivar al pandillero de la navaja que salta sobre su espalda preparando el golpe, el brazo bien arriba, toda la luz de la mañana condensada en la hoja de la navaja.
El claxon del coche de detrás despierta a Angélica del hipnotismo de la violencia. De inmediato hunde el pedal del acelerador. Chillan las ruedas. Sortea a un par de hombres y se aleja del lugar sin atreverse a mirar atrás.
No quiere ni puede dar crédito a lo que ha visto. O a lo mejor no ha sido gran cosa y es menos grave de lo que imagina, y no es más que el sinsentido de una acalorada pelea y de la inútil necesidad de medir por la fuerza quien llevaba la razón.
Sube el volumen. Quiere olvidarse de todo cantando, a pleno pulmón, la canción de Café Quijano que suena en ese instante en la radio. Sigue el ritmo de la música golpeando el volante.
Dos canciones más tarde, en los primeros compases de una balada de Evanescence, una voz femenina anuncia un Boletín Informativo, algo demasiado habitual en los últimos días, desde mediados de diciembre.
-Noticias de última hora- Angélica sube todavía más el volumen sin apartar la vista de la carretera-. El Alcalde de Málaga ha pedido la declaración de zona catastrófica para la ciudad.
En ese instante suena el móvil, en el asiento de al lado, un alarido electrónico. Vibra sobre la cartera llena de libros. No va a responder, ya sabe lo que encontrará al otro lado, y no le apetece escuchar una sarta de reproches tan de mañana.
-…Los antidisturbios combaten cuerpo a cuerpo en los barrios de Miraflores y Carlinda. Los delincuentes aprovechan el caos para asaltar los comercios. Desde la alcaldía se ha solicitado la intervención del ejército. Extremen las precauciones.
Pero la insistencia del timbrazo por un lado, y las ganas de revancha por otro, le conceden una oportunidad a la llamada y a quien aguarda al otro lado de la línea.
-¿Angélica?- una voz masculina perforando el oído-, ¿Angélica?
-…Si pueden eviten las grandes ciudades. Es una recomendación del Ministerio del Interior. Por su parte el…
-Escúchame, por favor.
-…Alcalde de Sevilla afirma tener controlado el brote del Arenal.
-No puedo, voy conduciendo.
-…Desde el consistorio se asegura que no tiene nada que ver con los graves sucesos de la capital de la Costa del Sol.
-No volverá a suceder, Angélica, te lo juro.
El silencio viaja de un lado a otro de la línea,
-… Por su parte, esta misma mañana, se ha dado de alta al último de los heridos en la Plaza de la Corredera de Córdoba.
-Oye, te llamaba para decirte…- dice la voz masculina antes de que pueda cortar la comunicación.
-…Les mantendremos informados en el próximo boletín informativo.
-… que te has olvidado el inhalador.
De repente, tras el brusco final del boletín, suena de nuevo la balada, justo en el mismo compás donde había sido interrumpida. Con el móvil pegado a la oreja le sorprende la rapidez con la que se restablece la programación. Suelta el teléfono sobre el regazo, ha de bajar el volumen de la balada de Evanescence o se volverá loca. Solamente es un segundo el que pierde de vista la carretera, y en ese instante arroja por la borda toda una vida entera, ahora que estaba dispuesta a enderezarla.
Quien se encuentra en el otro extremo de la línea únicamente consigue escuchar un “¡No!”, desesperado, la voz tensa como un arco, y luego el abrupto silencio, rotundo, tan hondo que dentro de él puede perderse cualquiera. A Angélica le da tiempo a ver por una esquina del ojo el coche que, saltándose la mediana, invade su carril y se acerca de frente. (...)
Me ha gustado esta entrada, en especial las metáforas de la primera parte.
ResponderEliminarGracias, Félix, por tu compromiso lector. En cuanto a las metáforas de la primera parte, me gusta que las señales. Es parte indisoluble de mi estilo.
ResponderEliminarEn la segunda parte del capítulo se descubre una parte de la historia de Judith, pero sólo una parte. A ver qué les parece a los lectores.
Estupendamente contado todo lo del accidente y el manejo de los tiempos.
ResponderEliminarDe nuevo, y ya van cinco capítulos, agredecido por el tiempo que le dedicas a esta GDM.
ResponderEliminarMe alegra saber que, en parte, he acertado con la escena del accidente.
ME HA GUSTADO EL CAPITULO,,, ES INCREIBLE COMO TRASMITES AL LECTOR LA DESCRIPCION QUE HACES DEL ACCIDENTE, ME PARECIA QUE ESTABA ENVUELTA EN TODO ESO. Ofelia
ResponderEliminarLo tienes díficil para impresionarme, pero en cada entrada lo estas haciendo y mira que soy díficil.
ResponderEliminarEs llegar esta hora, sentarme tranquilo y venir a leer y disfrutar.
He votado más casquería, pero simplemente porque es mi gusto, pero estoy más que satisfecho con lo que hay.
Sin lugar a dudas, la historia que nos estas contando me llega y me deja anhelante de que llegue la próxima.
Atentamente te lee
Fer
Una entrada redonda, con el detalle de My Immortal me has tocado la fibra sensible :P
ResponderEliminarCreo que voy a releerla escuchando la canción, así pasa mejor el mono por la siguiente.
Por cierto, cuando dice que Angélica no puede moverse, pone "Será sido culpa del accidente". Supongo que es una errata, te lo digo porque así lo puedes corregir.
Para llevar un poco la contraria yo creo que el nivel de sangre y casquería está bien como está (te lo dice una que se marea cuando va a donar sangre... pero es que el gore está bien en su punto justo).
Un saludo!
Sin duda alguna, Alejandro, estás manteniendo el nivel en la prosa de los capítulos anteriores. Este capítulo en particular, sin embargo, me ha parecido superior, o por lo menos a mí me ha gustado más (hasta ahora mis capítulos preferidos son el primero y este que ahora comento). Como he leído otros textos tuyos, me puedo dar cuenta de que tienes un estilo narrativo que se puede distinguir facilmente, lo cual solo puede ser algo bueno.
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo la escena del accidente, es muy vívida la escena, es como estar viendo una pelicula. Y los detalles: las diapositivas con las pinturas de Caravaggio y la canción de Evanescence en la radio. Es como poner en un mismo plano la "alta cultura" y la cultura de masas. Me gusta mucho esta mezcla porque la intento de vez en cuando. Supongo que es un detalle intencional ¿o me equivoco?
Ofelia, me alegra haber conseguido que te pusieras en situación, por lo menos en la escena del accidente. Espero seguir contando con tus comentarios.
ResponderEliminarEn cuanto a ti, Fernando, cuento con tu lectura incondicional. Contar con unas dos mil palabras por capítulo para expresar el drama de la historia es todo un reto. Y más aún si he de cumplir con dos capítulos por semana.
ResponderEliminarAsí que siéntate cada martes y viernes y disfruta, que yo lo haré leyendo tus críticas.
En cuanto a la casquería... Fernando, en el capítulo 6º habrá algo más, pero no es mi intención saturarla con escenas expresamente gores.
Gracias.
Irakolvenik, gracias por señalar ese fallo de edición. Ya está arreglado. ;)
ResponderEliminarLo de My Inmortal parece haber gustado a más de uno/a. Es un estilo tan gótico que pensé que sería del agrado de los seguidores de la GDM.
¿¿Casquería?? Le decía arriba a Fernando que en el siguiente relato habrá más, pero que no será la seña de identidad de la historia. Creo que la justa es lo propio.
Sí, es verdad, Giancarlo, o eso intenté, hacer una escena muy cinematográfica.
ResponderEliminarEn cuanto al detalle de Caravaggio y Evanescence, es una manera más de demostrar que la gente no está hecha de una sola pasta, que se puede ser muy diferente conduciendo o dando clases.
Gracias por tu tiempo.
En cuanto tenga un ratito lo leo. Y sigue manteniendo mi postura acerca de la casquería, sangre: "igual". Buenas noches.
ResponderEliminarCuando tú puedas, Vanessa.
ResponderEliminarPor ahora gana la opción de "igual" con 6 votos. La de "más" tiene 3, y hay algún amigo que ha votado por "menos". Gracias.
Joder! que relista este relato.
ResponderEliminarEsperando ansioso la llegada del Viernes. Me dejas con ganas de MÁS.
He votado la opcion de "igual", me gusta como está.
El nivel continúa siendo muy bueno.
ResponderEliminarLa alternancia del diálogo a través del móvil y de las noticias radiofónicas no sólo es un buen recurso sino que además nos facilita más información acerca de la tragedia.
Me alegra que vayas completando el perfil de Judith [ lo de Caravaggio me parece un acierto en una historia tan tremendista como ésta ;-) ].
Te felicito una vez más por mantener el nivel de exigencia de tu prosa. Como en entradas anteriores, hay metáforas realmente visuales y deslumbrantes.
¡Enhorabuena! Y a seguir así.
Gracias Antonio Carro, así da gusto escribir un nuevo capítulo, que por cierto ya está acabado.
ResponderEliminarEs que con estos seguidores... Un saludo.
Lo del detalle de Caravaggio es una manera como otra cualquiera de unir el anterior capítulo, el fragmento de la Bethulia, con éste. E ir formando de alguna manera el personaje.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Mil noches.
Pues como te decía en el FB: Eres una mala persona, cada vez te vas más atras en el tiempo con los detalles de la vida de Judith y me tienes en vilo preguntándome ¿quienes son ELLOS?
ResponderEliminarEn cuanto a la casquería, a mí tampoco me agrada, prefiero algo sutil.
Bueno pues ahora toca este cachín. En cuanto pueda te digo algo. Un abrazo. ;)
ResponderEliminarHola Errantus, gracias por transcribir el comentario aquí.
ResponderEliminarYa, ya, ¿malo yo?, jaja. Ya verás cómo en el siguiente capítulo sabrás algo más de Ellos. Lo malo es que el relato es algo más crudo. Pero es éste solo.
Gracias.
Gracias Ángel por tu constancia.
ResponderEliminarPor fin lo he leído, me ha gustado mucho, sobre todo por saber más cosas de Judith. Me muero de ganas por saber qué pasa después del capítulo 3 cuando ella se queda dormida a merced del inválido de la silla de ruedas.
ResponderEliminarTiempo al tiempo, Vanessa, la continuación de ese capítulo llegará en el octavo. Un saludo y me halaga tu fidelidad lectora.
ResponderEliminarQue ya veo que hay seguidores que han comentado las primeras entradas a los que les vence la pereza. Y seguramente leen y se abstienen de comentar.
Gracias.
Me he quedado impresionado con esta entrada. En ella demuestras un talento admirable a la hora de describir unos pocos segundos de un episodio clave, que a pesar de su brevedad, es el punto de inflexion donde el personaje de Judith/Angelica vera como su destino cambia para siempre.
ResponderEliminarExcelente ambientacion y la recreacion del momento del accidente, me ha parecido tan realista e incluso "cotidiana" que no se como demonios lo has hecho..
Un aplauso para ti y seguimos pendientes.
Pues me alegro de que te guste tanto. En realidad ha sido una impresión más o menos general en los lectores, que esta entrada era muy realista.
ResponderEliminarGracias, Athman, por tus palabras.
Me hablaron muy bien de esta obra or entregas. SOy más bien del génerode Terror, pero ire leyendo los relatos. A ver si puedo alcazar pronto este quinto capitulo.
ResponderEliminarHoy subo el sexto, Nelson. Espero tus comentarios. Gracias.
ResponderEliminarEspero con paciencia el comentario de Ángel. No vaya a ser que se le acumule el trabajo. Un saludo desde la Andalucía Zombie.
ResponderEliminarLeido, y ya te comento por otros canales ;)
ResponderEliminarOk, gracias Ángel, ya tengo tu corrección. Espero poder aplicarme con ella mañana mismo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarFantastico!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarGracias, Ana, eres de las últimas incorporaciones a la GDM que escribes con mayor ilusión. Un abrazo.
ResponderEliminarAl fin he tenido un rato a solas para sentarme a leer tanquilamente. Muy bueno el capítulo. Hacía días que había leido el último pero he conseguido retomar la historia sin problema.
ResponderEliminarEsta noche sigo leyendo.
Un saludo.
Sabela.
Sabela, gracias por intentarlo. Ya con eso me vale. Cada cual dispone de un tiempo y necesita administrarlo. Así que cuando puedas y tengas ganas, aquí me tienes.
ResponderEliminarY sigo leyendo entusiasmado. Me gusta. Sólo una observación de músico sibarita:
ResponderEliminarsuena de nuevo la balada, justo en el mismo pentagrama donde había sido interrumpida
quizá debieras decir en el mismo compás, o si te apetece usar la palabra pentagrama, tan bonita y estilosa como es esa palabra, decir en el mismo compás del pentagrama en la que ha sido interrumpida.
No suelo leer buscando fallos, es más, ni me lo planteo, pero ese se me ha agarrado a los ojos y me ha desconcentrado en la lectura.
Por lo demás fascinante, continuaré leyendo.
Jajaja, gracias Félix por la lectura y por el apunte. La verdad es que quería decir compás y puse pentagrama. Sorry, lo corrijo.
ResponderEliminarSeguirás leyendo y yo contestando. Agradecido.
No suelo ser de los que buscan fallos ni pretenden enmendarle la plana a nadie, cada uno hace las cosas a su manera y por sus motivos, pero eso del pentagrama es que pudo conmigo, espero que no te resultase una impertinencia, en realidad lo mismo hubiera sido mejor mandarte un mensaje privado... de todas formas me alegro de haberte resultado de ayuda.
ResponderEliminarPOr supuesto que no me importa que lo hagas en público, es más, lo prefiero. Yo también estudié música (5 años) y sé que es compás y no pentagrama. Pero fue un lapsus. Gracias Félix.
ResponderEliminarEste capítulo me ha gustado mucho, no hay mucha acción zombi pero tampoco le hacía falta, describes muy bien las situaciones con muchos detalles cotidianos como el simple hecho de escuchar la radio, seguir el ritmo con la mano y un montón de detalles que si me pusiera a enumerarlos se haría un comentario demasiado largo.
ResponderEliminarBueno pues a por los siguientes capítulos y disculpa mi desaparición, ando un poco liado con Generación zero y por cierto no se si te vendría bien el dibujo del cetro que puse en mi blog. Un saludo Alejandro
Veo que lees con atención. Y que reparas en los detalles. Eso dice mucho de tu lectura. Espero que te siga interesando esta modesta historia.
ResponderEliminarComprendo que andes liado, no te preocupes. En cuanto al dibujo del Cetro, decirte que tiene gancho, pero en la GDM no hay nada que se le parezca. Sin problemas, Nogales. Más adelante hablamos.