Dedico esta entrada a Jesús Nariño e Hilario Barrero,
brooklynianos de poemas, parques y paseos.
Texto de Vicente Blasco Ibáñez incluído en el Capítulo II de su obra "La vuelta al mundo de un novelista", escrita en 1923:
Como Nueva York ocupa una isla, tiene al otro lado un brazo de mar que la separa de Brooklyn, simple barrio, más grande que muchas capitales célebres de Europa. Para unir ambas orillas se construyó hace años el famoso puente de Brooklyn, maravilla de la industria humana, que hizo hablar al mundo entero en el momento de su inauguración.
La primera vez que estuve en Nueva York me apresuré a visitar el puente del que tanto oí hablar en mi niñez. Noté que todos lo mencionaban con indifetrencia, como algo que ha sido célebre y ve luego arrebatada su fama por otras novedades.
Al pasar por él me expliqué tal frialdad. El puente de Brooklyn ya no es una maravilla única. Casi resulta una vejez en este país donde todo cambia en el curso de diez años. Vi desde su larguísima y múltiple plataforma otros puentes más audaces y más hermosos, tendiéndose como brazos férreos de una orilla a otra y dejando entrever por los filamentos de sus redes colgantes un deslizamiento continuo de trenes, tranvías, automóviles y filas de peatones, iguales por la distancia a una leve hilera de puntos.
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