TÚ
A Alberto Vilas
Enladrillada de nubes, cobijas ese último jirón
de noche que se resiste a morir de ti.
Mientras tanto, en la espalda del cielo inyectas un
resplandor antes de que te asomes a esta parte del mundo.
Amaneces cansada, como si tuvieras que
fichar la entrada en la oficina y tu horizonte,
hoy, no fuese más que ese espigón horario que
señala la hora de irse camino de casa.
Arrullas la somnolencia del agua allá abajo,
al borde mismo de la ciudad. En silencio solfeas,
no vaya a ser que el zureo de olas y y gaviotas
le despierten definitivamente.
Te sabes madre, actúas como abuela.
Ese pecio de ahí no es otra cosa que un humano,
apenas un cuerpo bañado venturosamente de soledad,
que vuela, a horcajadas de la imaginación, a ras de agua
con el impulso de esa melodía de piano que lleva
el nombre de su hija y refulge en su cabeza.
Enladrillada de emociones, cobijas ese último jirón
de humano que se empeña en morir de ti.
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